La deslocalizaci¨®n de la tortura
Cada vez que el terrorismo isl¨¢mico lleva a cabo un atentado (11-S, 11-M, 7-J) se hacen m¨¢s evidentes unas cuantas reflexiones. El binomio libertad-seguridad, las causas del terrorismo y la necesidad de llegar a un acuerdo internacional sobre el concepto terrorismo son las m¨¢s frecuentes.
En el primer supuesto, se est¨¢ llevando a cabo un meridiano recorte de las libertades civiles, sobre todo en Estados Unidos, pero tambi¨¦n en alg¨²n pa¨ªs europeo. Quienes no se atreven a preconizar abiertamente ese recorte -dada la importancia de las libertades y su arraigo en el mundo occidental- comienzan a hablar de la necesidad de "repensar el equilibrio actual entre la seguridad y la libertad". Los liberales norteamericanos y la izquierda europea combaten un enfoque hip¨®crita y aterrante de ese binomio.
Las causas. Para unos, el mal es intr¨ªnseco a la cultura musulmana. Para otros, la causa de esta violencia es precisamente la violencia que se inflige a los pueblos musulmanes, desde Irak a Afganist¨¢n. La cadena televisiva americana MTV quiso reflejarlo con im¨¢genes y texto. Con las Torres Gemelas ardiendo al fondo, un ¨²nico texto ("Murieron 2.863 personas"), acompa?ado de tres subtextos: "40 millones de infectados de sida en el mundo": "El mundo, unido contra el terrorismo, tiene que unirse tambi¨¦n contra el sida"; "824 millones de personas padecen hambre en el mundo": "El mundo, unido contra el terrorismo, tiene que unirse tambi¨¦n contra el hambre"; "630 millones de personas sin hogar en el mundo": "El mundo, unido contra el terrorismo, tiene que unirse tambi¨¦n contra la pobreza". Este impactante anuncio de MTV -que a¨²n se puede ver en Internet- s¨®lo pudo emitirse una vez. El recorte de libertades decretado por la Administraci¨®n de Bush lo elimin¨®.
Para luchar eficazmente contra el terrorismo es necesario que la comunidad internacional alcance un acuerdo sobre qu¨¦ se entiende por tal. Una cosa es enfrentarse militarmente a un ej¨¦rcito de ocupaci¨®n, en Irak o Palestina, y otra atentar contra civiles, en Irak, Palestina o Londres. Kofi Annan trabaja en esa l¨ªnea en su proyecto de reforma de Naciones Unidas.
Sin embargo, en el cap¨ªtulo de causas que empujan al terrorismo hay una singular. Desde luego, no lo justifica, pero s¨ª puede explicarlo, al menos parcialmente. La cadena televisiva MTV afirma que el anuncio de referencia fue prohibido, pero que no todo puede ser escondido. Desde hace a?os, antes incluso del 11-S, pero a partir de entonces con mucha mayor frecuencia, los Estados Unidos, con el pretexto de maximizar la seguridad, lideran una soterrada, y durante un tiempo secreta, guerra sui g¨¦neris. Se trata de lo que podr¨ªamos denominar deslocalizaci¨®n de la tortura. Puesta de actualidad recientemente por el secuestro en plena calle de Mil¨¢n de un ciudadano egipcio a cargo, presuntamente, de la CIA. La fiscal¨ªa de dicha ciudad ha ordenado la b¨²squeda y captura de trece norteamericanos implicados en el rapto del presunto terrorista, enviado a Egipto para ser sometido a especial tratamiento. Mientras en Italia se debate la complicidad de sus servicios secretos con la CIA, El Cairo ha reconocido haberlo recibido "mediante procedimientos extraordinarios". Tales procedimientos son denominados por la CIA "rendici¨®n extraordinaria", lo que equivale a una subcontrataci¨®n de la tortura. Secuestran a una persona de la que sospechan conexiones con el terrorismo y la env¨ªan a un pa¨ªs, normalmente ¨¢rabe, especializado en tal arte. Secretamente y sin respetar derecho alguno, sale de territorio norteamericano, con lo que los "valores" patrios que repudian tal comportamiento no son conculcados, puesto que los interrogatorios tienen lugar en territorio extranjero.
La brutalidad y el cinismo del procedimiento resultan a¨²n m¨¢s patentes si se tiene en cuenta que los casos acaban apareciendo en la prensa norteamericana. En ocasiones el esc¨¢ndalo es mayor al comprobarse que el torturado "por poderes" es inocente. Eso le ocurri¨® a Maher Arar, ciudadano canadiense, detenido en 2002 en un aeropuerto neoyorquino, en tr¨¢nsito a Toronto. Su caso es a¨²n m¨¢s sangrante. Fue enviado nada menos que a Siria, pa¨ªs terrorista para Washington y del que el Departamento de Estado -al igual que de Egipto- dice en su informe anual sobre Derechos Humanos que "practica la tortura de forma frecuente y persistente". Tras un cierto tiempo de humillaci¨®n y degradaci¨®n insoportables, los sirios liberaron a Maher e informaron a los norteamericanos que, tras valerse de m¨¦todos "extraordinarios", pod¨ªan asegurar que el ciudadano canadiense de origen tunecino no estaba ligado a red terrorista alguna. Maher decidi¨® relatar su caso al New York Times en 2004.
Afortunadamente, el debate contin¨²a abierto en EE UU gracias a este diario y a alg¨²n otro medio responsable. Secuestros y torturas no "made in USA", sino en Siria, Egipto o Guant¨¢namo, entre otras razones, porque los interrogatorios resultan m¨¢s baratos que si se hacen en EE UU, como ha declarado, con toda desfachatez, un alto funcionario norteamericano.
Esta deslocalizaci¨®n resulta adem¨¢s jur¨ªdicamente conveniente porque al enviar a un prisionero fuera del pa¨ªs, la Constituci¨®n y sus derechos dejan de ser aplicables. As¨ª se expresaba el ministro de Justicia, Alberto Gonzales, el amigo de Bush que, al igual que el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, opin¨® en su d¨ªa que las convenciones de Ginebra son obsoletas y no ten¨ªan por qu¨¦ ser aplicadas en Irak (International Herald Tribune, 9-3-05). Precisamente, la idea de que un presidente puede legalizar lo ilegal tiene su origen en estudios realizados por funcionarios del Ministerio de Justicia, que argumentaban que la autoridad de Bush como comandante en jefe para fijar m¨¦todos de interrogatorio primaba sobre los tratados internacionales y las leyes federales norteamericanas, entre ellas, las Convenciones de Ginebra, la Convenci¨®n contra la Tortura de Naciones Unidas y el C¨®digo de Justicia Militar norteamericano (¨ªdem, 22-6-05).
Editorialistas, intelectuales y acad¨¦micos liberales o de izquierda y muy activos representantes de la sociedad civil hacen lo que pueden para denunciar los abusos y crecientes restricciones de las libertades de los ciudadanos de los Estados Unidos y de los extranjeros, que sufren arbitrariedades a¨²n m¨¢s hirientes. Proclaman que cualquier detenido est¨¢ protegido por los "valores americanos" y que sus ciudadanos se consideran un "pueblo moral". El Consejo Mundial de las Iglesias, incluidas las protestantes americanas, acus¨® en febrero a Washington de violar el derecho internacional en Guant¨¢namo.
Las respuestas de Dick Cheney y de George W. Bush se enmarcaron en otro tipo de moralidad. El primero ha dicho que en Guant¨¢namo los prisioneros "est¨¢n bien alimentados, tienen absolutamente todo lo que necesitan y viven en el tr¨®pico" (24-6-05), mientras que Bush asegura que "son bien tratados y hay transparencia total" (6-7-05). Paralelamente, se informaba (20-6-05) que el tristemente famoso teniente general Ricardo S¨¢nchez, comandante en jefe en Irak cuando el esc¨¢ndalo de las torturas en la prisi¨®n de Abu Ghraib, estaba siendo considerado para un ascenso.
He aludido a la batalla de la dignidad de los medios de comunicaci¨®n progresistas de EE UU. Conviene recordar que las sociedades isl¨¢micas, ¨¢rabes y no, reciben la mayor¨ªa de las informaciones y datos que aqu¨ª proporciono por v¨ªas diversas. La tortura debe ser desterrada, entre otras cosas, por dos razones. Ante todo, por su inmoralidad intr¨ªnseca. Recordemos a Gandhi: "Siempre ha sido un misterio para m¨ª el que los hombres puedan sentirse gratificados al infligir humillaci¨®n a sus semejantes". Pero tambi¨¦n porque es obvio que los torturados que sobreviven extender¨¢n el odio y el resentimiento contra los torturadores y sus inductores, a la postre, Occidente. A partir de ello, la yihad gana en popularidad, y los atentados contra civiles occidentales, tambi¨¦n.
Emilio Men¨¦ndez del Valle es embajador de Espa?a y eurodiputado socialista.
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