Rabassa, caza mayor

El cronista recuerda c¨®mo a mediados de los a?os cincuenta del pasado siglo, algunos influyentes promotores impusieron su ley y construyeron a su antojo, sin respetar ordenanzas ni normativas. Los ayuntamientos franquistas toleraron estropicios, desmanes y abusos. Alicante era un territorio que se ofrec¨ªa a los cazadores de fortunas, en un ejercicio inmobiliario salvaje. As¨ª, se desarrollaron excrecencias, desprop¨®sitos y barbaridades, mientras se asolaban edificios nobles y vestigios hist¨®ricos. Alicante no perdi¨® su nombre, pero perdi¨® su car¨¢cter, su personalidad, su pasado y hasta su futuro. Curiosa e incre¨ªblemente, la dictadura le ofrec¨ªa as¨ª un modelo y unos procedimientos de desarrollo urbano a la democracia. Y cuando lleg¨® la democracia, que no es el para¨ªso, pero s¨ª el menos perverso de los sistemas pol¨ªticos, la democracia exhibi¨® sus limitaciones y recursos. Una limitaci¨®n evidente: la muy costosa y complicada demolici¨®n de algunos edificios que colapsaban el paisaje urbano, ten¨ªa que pagarla de su bolsillo el vecindario, en tanto los constructores se iban pr¨¢cticamente de rositas. Con abundante documentaci¨®n y asesoramiento, el cronista escribi¨® sobre tanto desm¨¢n en una conocida y especializada revista, y recibi¨® algunas notas an¨®nimas, de naturaleza infame. Un recurso: la demagogia. Atrincherarse detr¨¢s de 8.000 VPO (no confundir estas viviendas de precio tasado, con las viviendas sociales), para justificar todo el conjunto del plan Rabassa, es un ejemplo de demagogia, pero adem¨¢s de demagogia de libro. El cronista entiende que el grupo municipal popular del Ayuntamiento -o parte del mismo- apruebe este plan, que queda a trasmano del PGOU. Y lo entiende porque, en su opini¨®n, el PP se muestra sumiso y obediente a los que de verdad mandan; "esta ciudad la hacen los promotores" (Carmen Rivera, presidenta del Colegio de Arquitectos, en estas mismas p¨¢ginas, el 22 de mayo ¨²ltimo), y el cronista incluso presume que no s¨®lo la hacen, sino que la gobiernan, en la sombra, a cambio de muy sustanciosos beneficios. Pero ya no entiende que el grupo municipal socialista tambi¨¦n le diera su apoyo. Y no lo entiende porque el PSPV-PSOE, aunque dentro de la moderaci¨®n, es un partido de izquierda, as¨ª, por lo menos, nos lo dice la historia. El cronista, con toda su modestia, piensa que en la decisi¨®n, a su juicio precipitada y desatinada, ha faltado debate, an¨¢lisis y explicaciones muy di¨¢fanas a la ciudadan¨ªa. La prueba del desatino de la decisi¨®n es que provoc¨® la dimisi¨®n del secretario de la agrupaci¨®n socialista alicantina. Poco despu¨¦s, se hizo cargo de la direcci¨®n una gestora presidida por el veterano dirigente Antonio Garc¨ªa Miralles. El cronista conoce el prop¨®sito de Garc¨ªa Miralles de pensar y dialogar con todos acerca del plan Rabassa, y cuando est¨¦ solventado el conflicto, hacia finales de a?o, se proceder¨¢ a la elecci¨®n de una nueva directiva socialista. En este asunto, que avanza entre calores y clamores, EU que se opuso al plan, ha denunciado la publicidad presuntamente enga?osa que realiza el grupo de empresas de Enrique Ortiz. Entre tanto, de esta sociedad nuestra, tan indolente o indiferente, ha surgido una plataforma c¨ªvica contra el plan Rabassa, que present¨® una queja al S¨ªndic de Greuges y que prepara diversas acciones. Por cierto, ?se va a entrevistar con Blas Bernal, portavoz del grupo socialista? Ya veremos qu¨¦.