Mina cerrada, pisos baratos
Hay una ciudad de m¨¢s de 6.500 habitantes en la que el precio de los pisos no sube desde hace a?os y donde comprar una casa no constituye una tortura psicol¨®gica. Se llama Almad¨¦n, se encuentra en un esquinazo de Ciudad Real, y naci¨® y ha vivido siempre abrazada a una vieja mina. De sus pozos salieron durante siglos fortunas en forma de vagonetas de mercurio. Ahora, los pozos est¨¢n sellados, la ciudad lucha por no hundirse y el laberinto de tuber¨ªas oxidadas del tama?o de una factor¨ªa que rodea las bocaminas se ha convertido en el lugar ideal para que los vencejos construyan sus nidos.
Juli¨¢n, el guardi¨¢n del recinto de la mina, los ve volar y chillar y suelta: "Por aqu¨ª no, pero por la parte de Murcia los guisan". Y luego a?ade: "Y hay que ver la de viajes que se pegan los p¨¢jaros estos, pin-pan, para dar de comer a sus hijos ?eh?". Hace 20 a?os, m¨¢s de 1.000 hombres (dinamiteros, perforistas, vagoneros, carpinteros, entibadores, mec¨¢nicos...) daban de comer a sus hijos y a la comarca entera explotando aqu¨ª, en tres turnos, de d¨ªa y de noche, pin-pan, el mayor fil¨®n de mercurio del planeta. Por entonces, la ciudad contaba con 12.000 habitantes. Y sus calles eran, seg¨²n recuerda Pablo Marjarizo, de 64 a?os, vecino del casco viejo y minero jubilado, un jaleo de trabajadores entrando y saliendo, de camiones de mercanc¨ªas transportando mineral a toda Espa?a, de bares llenos de clientes y de plazas llenas de ni?os...
Un piso c¨¦ntrico de 110 metros cuadrados, con una terraza, en buen estado, se ofrece por 48.000 euros, y lleva seis a?os sin venderse
La mina, que lleg¨® a tener 700 metros de profundidad, ha sido la madre, la vida, el origen y la asesina de esta ciudad
La generaci¨®n que ahora ejerce el poder tiene dos caminos: emigrar o batirse en la superficie para evitar que la ciudad sucumba
Ahora, el barrio de Pablo es un conjunto de calles limpias y silenciosas. Esta ma?ana s¨®lo pasa una se?ora mayor con una rebeca clara y un carrito de la compra. En la mayor¨ªa de las casas cuelga un cartel con un se vende y un tel¨¦fono. Cualquier for¨¢neo inadvertido pensar¨ªa que una fiebre inmobiliaria se ha adue?ado de la zona.
Todo lo contrario
Es todo lo contrario: de Almad¨¦n se ha apoderado un declive progresivo e imparable que comenz¨® a principios de los ochenta y que toc¨® fondo en 2003, cuando ces¨® por completo la explotaci¨®n de mercurio. Y esto ha condenado a la ciudad a caminar a contracorriente de la galopante especulaci¨®n urban¨ªstica. Un reciente estudio del Ministerio de la Vivienda asegura que, sin contar con las capitales de provincia, Ciudad Real es la provincia que cuenta con el metro cuadrado construido m¨¢s barato de Espa?a: 848 euros. Y Almad¨¦n ha contribuido a bajar esta media.
Debido a la emigraci¨®n, a la falta de oportunidades, a la sobreabundancia de oferta y a la escasa demanda, los pisos est¨¢n (verdaderamente) baratos. En esta ciudad con autob¨²s urbano y emisora propia de radio, un piso c¨¦ntrico de 110 metros cuadrados, con una terraza en la planta superior de la misma superficie, en buen estado, se ofrece por 48.000 euros... desde hace seis a?os, sin venderse. Josefa Serrano Cercero, de 69 a?os, su propietaria, lo ense?a de arriba abajo junto con su marido, Adri¨¢n Calder¨®n, minero jubilado de 69 a?os, quien camina despacito ayudado de su bast¨®n. "Nadie lo quiere", exclama Josefa, "o lo quieren m¨¢s regalado a¨²n, y eso no, que ha sido nuestra casa".
Almad¨¦n se encuentra a 100 kil¨®metros de Ciudad Real, encaramada en un collado desde el que se divisan tres hermosos valles de dehesas y robles, en el extremo suroeste de la provincia, a un paso de las fronteras con C¨®rdoba y Badajoz. Actualmente es un ejemplo vivo de econom¨ªa aplicada e ilustra lo que ocurre cuando a una localidad aislada se le cercena la ¨²nica fuente de recursos: "Hace unos a?os", recuerda Mari Feli N¨²?ez, de 50 a?os, en su tienda de ultramarinos-estanco-papeler¨ªa, "mi padre, que era minero, pero que tambi¨¦n ten¨ªa esta tienda, se levantaba por la noche para llenar saquitos con lentejas y garbanzos porque no daba abasto por la ma?ana a vender. Ahora yo me paso aqu¨ª horas sin que entre nadie". En una silla de la tienda descansa Julia, de m¨¢s de 85 a?os, que se suma a la tertulia lament¨¢ndose tanto de la falta de suerte de su pueblo como de la falta de agallas de sus pobladores: "Los pusieron a todos a trabajar en la mina por una miseria, porque nunca quisieron poner aqu¨ª otra cosa, para tener a los mineros bien explotaditos... Y luego se cerr¨® la mina, sin que tampoco hubieran puesto otra cosa. Pagaron jubilaciones y prejubilaciones, pero nadie defendi¨® el puesto de trabajo de los hijos y de los nietos. Nos bajaron los pantalones y nos azotaron, y nos callamos".
Leles Rodr¨ªguez, de 45 a?os, que tras vivir en varias ciudades espa?olas ha regresado a su tierra, est¨¢ de acuerdo: "Hemos sido siempre muy conformistas, hasta que, hace a?os, cuando la mina se estaba muriendo, para compensar, como ellos dec¨ªan, quisieron poner aqu¨ª una incineradora. Y el pueblo se levant¨®. Fue la primera y ¨²nica vez, pero aquello era demasiado".
La mina, que lleg¨® a tener 700 metros de profundidad, ha sido la madre, la vida, el origen y la asesina de esta ciudad. Casi todo var¨®n mayor de 55 a?os ha sido minero. Casi toda mujer mayor de esa edad est¨¢ o ha estado casada con mineros.
Eulogio Guijar, de 73 a?os, y su primo Alejandro Garc¨ªa, de 72, se estrenaron el mismo d¨ªa, en el mismo turno, a las dos de la madrugada de una noche de 1958 en la que llov¨ªa a mares. Eulogio, con el tiempo, se hizo oficial de alarife, esto es, miembro de las brigadillas que, tras una voladura, entraban en primer lugar, a veces a rastras, a apuntalar las galer¨ªas con tablones.
Alejandro fue, al principio, zafrero-vagonero (el que cargaba la vagoneta repleta de cinabrio hasta el pozo) para convertirse despu¨¦s en perforista: el que armado de un compresor o martillo neum¨¢tico trituraba la piedra en el frente, o lugar m¨¢s adelantado de la explotaci¨®n. Los dos acudieron hace d¨ªas a una fiesta-homenaje que la Asociaci¨®n Democr¨¢tica de Pensionistas (un grupo determinante en esta ciudad envejecida) dio a algunos miembros en una plaza presidida por el monumento al minero. La estatua parece un ejemplo del realismo socialista sovi¨¦tico y muestra a tres mineros plateados y musculosos aplic¨¢ndose contra un pedrusco de cinabrio del tama?o de una ba?era.
Los hermanos Villalones
"Dicen que se inspiraron en los hermanos Villalones, que eran fuertes y grandes, pero a los que se acab¨® tragando la mina", comenta, alzando la voz por encima de la m¨²sica de pasodoble de la fiesta, Tom¨¢s Alovero, de 82 a?os, tambi¨¦n minero jubilado. "No me dio cuidado de bajar cuando pidieron voluntarios para el interior a principios de los cincuenta. Pero nunca quise ser perforista ni pegador (dinamitero) porque se respiraba veneno y ahora hay pocos que lo puedan contar", comenta. Alovero est¨¢ como un toro, pero otros mineros jubilados no pueden evitar un temblor intermitente en las manos, s¨ªntoma de una enfermedad nerviosa llamada hidrargirismo, fruto de un contacto diario y excesivo con los t¨®xicos vapores del mercurio.
La m¨²sica invita a algunos de los jubilados a marcarse un vals o un paquito-el-chocolatero. Cerca, cuatro chicas j¨®venes los miran. Es el mundo al rev¨¦s: los escasos j¨®venes atienden al improvisado botell¨®n de orquestita y latas de cerveza de los ancianos. A una de estas j¨®venes, Sherezade Cabanillas, se le tuerce la sonrisa cuando se le pregunta por su futuro: "No quiero irme de aqu¨ª, de mi ciudad", protesta. "He vivido en Madrid y no me gusta. He nacido aqu¨ª y me gusta esto. Es verdad que las casas est¨¢n baratas, que encuentras alquileres por 120 o 180 euros. Pero cualquier cosa es demasiado cara para m¨ª, porque no tengo trabajo. Yo busco de lo que sea, pero aqu¨ª no hay". Al lado, Nazareth Solanilla, de 24 a?os, piensa ya en emigrar. "Estudio para ingeniera y s¨¦ que aqu¨ª no encontrar¨¦ nada". Su madre, Marisa de la Cruz, de 48 a?os, asiente: "Aqu¨ª, de lo suyo, no hay nada. Y de lo que no es de lo suyo, pues tampoco".
Hace 300 millones de a?os, la acci¨®n de un volc¨¢n propici¨® que grandes cantidades de vapor de mercurio se filtraran desde el interior de la tierra a esta zona, que por esa ¨¦poca navegaba bajo un oc¨¦ano. Desde entonces ha estado aqu¨ª el mayor fil¨®n de mercurio del mundo. Y ha marcado el destino de sus pobladores. Hasta su nombre, Almad¨¦n, significa en ¨¢rabe precisamente, la mina, y su explotaci¨®n se ha mezclado con la historia de Espa?a. Carlos V, por ejemplo, la utiliz¨® de aval ante los banqueros alemanes que le prestaban el dinero para las guerras continentales, dada la riqueza que entonces encerraba la explotaci¨®n.
Mateo Alem¨¢n, el autor del Guzm¨¢n de Alfarache, viaj¨® hasta Almad¨¦n para elaborar un informe oficial sobre las deplorables condiciones de los mineros. Franco se sirvi¨® de la explotaci¨®n para agasajar a Hitler cuando el mercurio era utilizado como detonante de armas. As¨ª hasta los a?os ochenta, en los que el precio del mercurio se precipit¨® debido a la ley de la oferta y la demanda y a las reticencias ecol¨®gicas y sanitarias ante la toxicidad del mineral. Por eso, a la generaci¨®n de Eulogio o Alovero le ha correspondido explotar la vieja mina por ¨²ltima vez y recibir las ¨²ltimas pensiones. Tambi¨¦n asistir estupefactos al vac¨ªo en el que se ha sumido su ciudad. Con la misma estupefacci¨®n y la misma pena que contemplaban una ma?ana de sol un hombre mayor y la se?ora de la rebeca clara y el carrito de la compra un solar abandonado en medio del pueblo.
-Aqu¨ª hab¨ªa un teatro precioso donde actuaron los mejores artistas de la ¨¦poca -comentaba la mujer-. Juanito Valderrama, Antonio Molina, la Ni?a Pastori...
-La Ni?a Pastori no, se?ora, que ¨¦sa es de ahora: Pastora Imperio querr¨¢ decir -replic¨® el anciano.
-Eso, eso. Y m¨ªralo ahora: todo convertido en un solar, sin que nadie lo quiera.
La generaci¨®n que les sigue, la que ejerce ahora el poder, tiene s¨®lo dos caminos: emigrar o batirse en la superficie -como antes lo hicieron sus padres y sus abuelos bajo tierra- para evitar que la ciudad sucumba.
El alcalde, Emilio Garc¨ªa Guisado, del PSOE, tiene 45 a?os. El primer teniente de alcalde, Ismael Mansilla, 43. Est¨¢n convencidos de que Almad¨¦n tiene futuro m¨¢s all¨¢ de la mina, o con la mina misma. Un plan de la SEPI, el organismo p¨²blico que regent¨® en los ¨²ltimos a?os la explotaci¨®n a trav¨¦s de la empresa Minas de Almad¨¦n, SA, y que ahora se ocupa del mantenimiento de los pozos y de las instalaciones, prev¨¦ transformar todo el recinto en un complejo tur¨ªstico. Ya est¨¢ trabajando en ello.
El proyecto tiene nombre, Parque Tem¨¢tico de la Mina, y Mansilla asegura que los primeros visitantes llegar¨¢n el a?o que viene. "Los turistas podr¨¢n bajar a la mina, que para eso se est¨¢n rehabilitando determinados pozos, y contemplar fuera el proceso de destilaci¨®n del mercurio".
Es una bella idea que necesita de mejores carreteras ("que las distintas administraciones han prometido"), de m¨¢s hoteles ("que se har¨¢n") y un cambio de mentalidad de la ciudad, para olvidar de una vez un pasado ligado al mercurio. "Tenemos en marcha un pol¨ªgono industrial, hay un solar donde se est¨¢n construyendo viviendas de protecci¨®n oficial, queremos rehabilitar buena parte del centro...".
Momento clave
Mansilla asegura que su ciudad se encuentra en un momento clave. "M¨¢s no podemos bajar", a?ade. De esta generaci¨®n es tambi¨¦n Luis Mansilla Plaza, de 45 a?os, nacido aqu¨ª, ingeniero de minas y director de la Escuela Polit¨¦cnica de Almad¨¦n, que imparte las disciplinas de ingeniero t¨¦cnico industrial e ingeniero t¨¦cnico de minas y que cuenta con 300 estudiantes.
"De la mina de Almad¨¦n ha salido un tercio del mercurio utilizado en el mundo a lo largo de la historia. Y esto ha significado billones de euros para el Estado espa?ol desde el siglo XVI. Y ahora que Almad¨¦n se debate entre remontar o hundirse definitivamente, el Estado nos deber¨ªa devolver, en forma de infraestructuras, parte de la riqueza que sac¨® de aqu¨ª", sostiene el director de la escuela.
Mansilla Plaza conf¨ªa adem¨¢s en algo intangible que, a su juicio, impedir¨¢ que la ciudad se hunda: "El orgullo. ?ste es un pueblo orgulloso. El orgullo propio del car¨¢cter minero, forjado con generaciones de seres que se han jugado la vida para extraer mercurio. Han sido como titanes. Por eso, esto no va a morir".
La mujer de la rebeca clarita que se confundi¨® hace unos minutos con la Ni?a Pastori sale del mercado y empuja su carrito de la compra lleno por las calles de Almad¨¦n. Se llama Romana Puebla, tiene 69 a?os y se acerca decidida a contar su historia, que cabe en cuatro frases, y que resume la historia entera de su ciudad y del siglo pasado: "Mi padre era minero y muri¨® silicoso; mi t¨ªo tambi¨¦n era minero y muri¨® abajo, aplastado en un derrumbe. Mi marido era minero y est¨¢ en casa, jubilado, enfermo de los pulmones. Mis dos hijos emigraron, porque cerraron la mina, uno a Madrid y otro a Castell¨®n. Y yo pido que alguien se acuerde de nosotros, porque ya lo hemos dado todo".
De los fenicios a la UE, pasando por Carlos III
LOS FENICIOS FUNDARON hace m¨¢s de 2.000 a?os la mina de Almad¨¦n. Los romanos extrajeron de ella cinabrio, compuesto de azufre y mercurio tambi¨¦n denominado bermell¨®n, para usarlo como colorante. De ¨¦l se sirvieron para te?ir telas, decorar paredes o adornarse la cara. En el siglo XVI se descubri¨® que el mercurio era capaz de amalgamarse con la plata y de esta manera facilitar su extracci¨®n. La producci¨®n de Almad¨¦n se multiplic¨®. Y el mercurio de esta mina viaj¨® a las explotaciones de plata de M¨¦xico y Bolivia. Fue la primera de las m¨²ltiples edades de oro de Almad¨¦n. La segunda coincidi¨® con las grandes guerras, debido al uso del mercurio como detonante. En 1970, este mineral se utilizaba sobre todo en la industria del cloro y la sosa, en diversos componentes para las pilas, en fluorescentes, bater¨ªas y amalgamas dentales.
A partir de esa d¨¦cada empez¨® el desplome de este mineral en el mercado. Las causas de esta ca¨ªda son varias, asegura Eduardo Mart¨ªnez, presidente de Minas de Almad¨¦n, SA, que recuerda "la invenci¨®n de nuevos materiales que sustituyeron al mercurio y las denuncias sobre contaminaci¨®n". Actualmente, gracias al reciclaje y al descenso de su uso, no hace falta extraer ni un solo gramo m¨¢s de este elemento. "Ya no hay minas de mercurio en ning¨²n sitio", cuenta Luis Mansilla Plaza, director de la Escuela de Ingenieros T¨¦cnicos de Minas fundada en 1777 en Almad¨¦n por un decreto de Carlos III. "Tal vez quede alguna perdida en Rusia o China". Es m¨¢s, la UE va a aprobar en breve una normativa, a petici¨®n de la comisi¨®n de Medio Ambiente, que prohibir¨¢, a partir de 2011, la exportaci¨®n de mercurio desde cualquier pa¨ªs de Europa.
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