Javier Tomeo evoca las penas de la soledad en 'El cantante de boleros'
"El problema es siempre el de la soledad y la incomunicaci¨®n profunda", asegura Javier Tomeo (Quincena, Huesca, 1932) a prop¨®sito de su nueva novela, El cantante de boleros (Anagrama). Del protagonista, no se dice el nombre. Tras la muerte de su madre, vive desamparado. Tiene cara de rana y pocas luces, reparte los pedidos de un supermercado y por las noches canta boleros desde el balc¨®n, costumbre que irrita a las vecinas. Los dem¨¢s pobladores del paup¨¦rrimo barrio tampoco son afortunados. Sobre todo, Cornelio. Su mujer le enga?a con el primero que pasa por la calle. Tambi¨¦n el recadero tuvo una furtiva aventura con ella. Sin embargo, el escarceo no impedir¨¢ que compartan casa. Lo importante es estar acompa?ados.
La escasa brillantez mental del bolerista le convierte en v¨ªctima de las bromas de Rafael, camello y mat¨®n de la barriada. El tipo le propone citas a las que nunca se presenta. La procedencia arrabalera de los personajes oblig¨® a Tomeo a utilizar un lenguaje tosco para evocar la sordidez en la que se mueven. "Me vi fatalmente obligado a utilizar un vocabulario procaz y sin recursos literarios". No obstante, este despojamiento no es ajeno a su narrativa. "Siempre huyo de la literatura artificiosa y pirot¨¦cnica", apunta el novelista y dramaturgo. "Alguien me dijo en Zaragoza que no hay nada mejor que follar. Que si lo hubiera, se sabr¨ªa. Aqu¨ª habla la gente del pueblo".
El argumento de la novela es m¨ªnimo. Se ci?e a los sucesivos plantones con tintes de chanza que padece el confiado hu¨¦rfano. El peso de la trama recae en el fiero abandono que arrastran los personajes, no exentos de crueldad. Una panadera chismosa, un fulano que golpea a su madre porque le agujerea la mu?eca hinchable, el testarudo parroquiano de un bar que disfruta llevando la contraria... Todos tienen necesidad de hablar, pero no encuentran a un interlocultor afable. De nuevo, el escritor convierte la soledad en su gran obsesi¨®n literaria: "Un cr¨ªtico dijo de mis novelas que eran como las croquetas: no est¨¢n mal, pero todas se parecen".
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