Una dama voluptuosa
?Tanta belleza para que la vean los p¨¢jaros? No es balad¨ª ni demasiado po¨¦tica la pregunta. En torno al Giraldillo siempre ha girado la misma cuesti¨®n. ?Por qu¨¦ hicieron una cosa tan bella para ponerla donde la vista humana no alcanza? ?Qui¨¦n, adem¨¢s de los p¨¢jaros, iba a recrearse en la voluptuosidad de las formas de esta dama voluble como el viento? (Tan voluble, como que tiene tres nombres y ninguno le cuadra: la Fe, Santa Juana, la Giganta). Siempre quedan los ¨¢ngeles, pensar¨¢n los m¨ªsticos. De seguro que ellos tambi¨¦n la disfrutan en su altivo mirar. Pero "todo ¨¢ngel es terrible", dec¨ªa Rilke, porque guarda en su seno un diablo escondido. El pecado de Lucifer, la soberbia, merodea constante. ?Ser¨¢ eso lo que le impide a esta donna angelicata quedarse a la altura de los mortales? Creerse ¨²nica, irrepetible, elevada a la m¨¢s alta condici¨®n del espacio m¨ªstico, puede perturbar el alma. Ceder a la tentaci¨®n evang¨¦lica: "Todo esto te dar¨¦ si me adoraras". Sevilla entera para ti. Y de la mano de un Diablo Cojuelo salir volando, volando, con sus alas de aire, que dir¨ªa John Donne, y planear sobre el caser¨ªo anaranjado por las luces del alba, levantar los tejados de las casas y sorprender a las pobres criaturas en el inicio de sus menesteres cotidianos, sin tiempo de mirar hacia arriba.
Ella, en cambio, la dama inconstante, la Veleta de Sevilla, impasible, pues ahora, tan bien restaurada, tiene otra vez todo el tiempo del mundo. Con su sonrisa eginiana seguir¨¢ mir¨¢ndolo todo desde lo m¨¢s alto. Y si no la vieron de cerca cuando cerca estuvo, ya no la ver¨¢n. Se perdieron la opulencia de sus senos, sus sedosas caderas, y ese sonre¨ªr diminuto y carnal.
Ha resistido 435 a?os el paso de todos los vientos esta obra que fundi¨® Bartolom¨¦ Morel, sobre un modelado de Juan Francisco V¨¢zquez el Viejo, a partir de un dibujo de Luis de Vargas. Tres artistas del Renacimiento, tres, hicieron falta para que resistiera. Y a poco que fuese pelirroja, tambi¨¦n la podr¨ªa haber firmado Botticelli. Resisti¨® a pie firme hasta el terremoto de Lisboa. Entonces perdi¨® la compostura, el eje se le torci¨® y dej¨® de girar. Es curioso. Una de las piezas que m¨¢s deteriorada estaba, ?saben cu¨¢l era? Los pies, precisamente. Segunda pregunta: ?Por qu¨¦ andurriales celestes no andar¨ªa esta dama alegre, aprovechando que nadie la ve¨ªa por las noches, para calmar su deseo de seguir bailando al viento? Otras muchas piezas ha tenido que repararle, reforzarle o rehacerle el Instituto Andaluz del Patrimonio Art¨ªstico, nuestro hospital de la Historia.
Pero por mucho que han hurgado en su interior, en sus herrumbrosas costillas y en sus exuberantes muslos, no han hallado al Diablo. Tampoco la respuesta a la primera pregunta. ?Por qu¨¦ cosa tan bella donde la vista humana no alcanza? Tal vez por eso, por desafiar a nuestra mente (adem¨¢s de eludir la concupiscencia de los cl¨¦rigos). Y por eso debe seguir all¨¢ arriba, al menos hasta que encontremos la respuesta.
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