Piano 'lontano'
Recibe varios centenares de ofertas al a?o, pero s¨®lo acepta tres o cuatro. "Un proyecto dura un promedio de cinco a?os y es imposible llevar personalmente m¨¢s de veinte de forma simult¨¢nea". En su estudio genov¨¦s de Punta Nave, cada uno de los veinte trabajos es una pinza en la pared frente a su mesa, donde los croquis, dibujos y detalles se van superponiendo para ofrecer al arquitecto un panorama abreviado del desarrollo del proyecto. Cuando no est¨¢ viajando para supervisar las obras, Renzo Piano divide su tiempo entre los despachos de Par¨ªs y G¨¦nova, dos oficinas de orden luminoso y escala contenida -ninguna supera las 50 personas- que permiten mantener la atm¨®sfera familiar y el contacto ¨ªntimo con los materiales caracter¨ªsticos del que eligi¨® llamarse Building Workshop (taller de construcci¨®n), y donde los ordenadores o los l¨¢pices coexisten con las herramientas y las m¨¢quinas usadas en la realizaci¨®n de prototipos, modelos y maquetas. Piano no ha dejado que el ¨¦xito distorsione su m¨¦todo artesanal de trabajo, rehusando crecer, declinando la inmensa mayor¨ªa de los encargos o invitaciones a concursos, renunciando a ense?ar fuera del estudio y limitando sus intervenciones p¨²blicas a dos o tres anuales, casi siempre vinculadas a exposiciones de su obra.
Piano no ha dejado que el ¨¦xito distorsione su m¨¦todo artesanal de trabajo, rehusando crecer y limitando sus intervenciones p¨²blicas
Esta actitud reticente no ha impedido al genov¨¦s construir en todo el mundo, porque su popularidad reside precisamente en la universalidad de su lenguaje: geometr¨ªas precisas, detalles exquisitos y espacios luminosos. Es dif¨ªcil resistirse a una arquitectura basada en el orden, la construcci¨®n y la claridad, y no es extra?o que esa combinaci¨®n equilibrada de exactitud e invenci¨®n fascine por igual a clientes y a colegas. Los clientes, porque hallan en Piano una depurada profesionalidad que es capaz de reconciliar presupuestos, plazos y programas con una est¨¦tica limpia de aceptaci¨®n un¨¢nime, y con una atenci¨®n al contexto y al medio ambiente que permite presentar sus proyectos como social y ecol¨®gicamente responsables. Los colegas, porque admiran la actitud permanentemente experimental del Building Workshop, que hace de cada obra nueva un viaje de exploraci¨®n, y el refinamiento tecnol¨®gico que consigue aunar el rigor pedag¨®gico de los ensambles con la sensualidad t¨¢ctil de los materiales.
Prueba de su popularidad en-
tre los clientes institucionales es el excepcional n¨²mero de proyectos en curso s¨®lo en Estados Unidos, un ¨¢mbito o mercado que suele considerarse el m¨¢s competitivo. En Nueva York, Piano tiene en marcha el rascacielos sede de The New York Times, en la misma Times Square que recibe su nombre del emblem¨¢tico diario; la ampliaci¨®n del Whitney Museum of American Art, un encargo tan significativo por el propio museo como por el m¨ªtico edificio de Marcel Breuer que lo alberga, y que acaba de recibir luz verde un¨¢nime de la muy exigente comisi¨®n de patrimonio; la ampliaci¨®n de la prestigiosa Morgan Library, que se inaugura ya la pr¨®xima primavera; y el nuevo campus de la Columbia University, situado en el barrio del Bronx y tan extenso como el actual.
En la ciudad de Boston va a ampliar otro museo, el Isabelle Steward Gardner Museum, y en la vecina Cambridge extender¨¢ tambi¨¦n -si el actual comp¨¢s de espera se desbloquea- el Fogg Art Museum de la Harvard University, para el que James Stirling construy¨® una primera ampliaci¨®n hace dos d¨¦cadas. E igualmente son ampliaciones sus proyectos para el Chicago Art Institute, cuyas obras acaban de iniciarse con gran fanfarria medi¨¢tica; el High Museum de Atlanta, un gran contenedor de casi 20.000 metros cuadrados que se inaugura en oto?o; la California Academy of Sciences en San Francisco; y, last but not least, el Los ?ngeles County Museum of Art (LACMA), un importante encargo en el que reemplaza -exactamente como en el caso del Whitney- a un Rem Koolhaas que no supo o no quiso adaptarse a las exigencias funcionales y financieras de sus clientes institucionales.
La lista es, desde luego, impresionante y explica el malestar de muchos arquitectos estadounidenses, que se sienten postergados y atribuyen el ¨¦xito de Piano al deseo de las instituciones de jugar una baza segura -pocos museos han sido tan bien recibidos por p¨²blico y cr¨ªtica en los ¨²ltimos a?os como los dos edificios tejanos del arquitecto de G¨¦nova, la Menil Collection de 1987 en Houston y el Nasher Sculpture Center de 2003 en Dallas-, pero eso no justifica la aspereza del Architectural Record, que lo califica entre interrogantes de default architect (arquitecto predeterminado, para aludir a su elecci¨®n en ausencia de alternativas), o los t¨¦rminos imperativos en los que profesionales como Steven Holl le reclamaban recientemente intervenir en los encargos del campus de Columbia. Renzo Piano argumenta que hacer una arquitectura "sencilla, sutil y serena" no es f¨¢cil, ni carente de riesgos, un m¨¦rito que otros colegas anglosajones le reconocen con generosidad: la ¨²ltima encuesta anual del brit¨¢nico The Architect's Journal destaca al genov¨¦s como el arquitecto vivo m¨¢s admirado por los profesionales de las islas, por delante incluso de Norman Foster, y a gran distancia de Richard Rogers y Glenn Murcutt, que ocupan los puestos tercero y cuarto de la lista; y ello pese a que Piano tiene en Londres el mayor encargo de la ciudad, que acaba de recibir la licencia definitiva de la alcald¨ªa de Livingstone: un afilado rascacielos de cristal que ser¨¢ el m¨¢s alto de Europa, y que es ya conocido por el apodo de Shard of Glass, el vidrio roto.
Que los museos de Piano no elu-
den el riesgo lo evidencia el ¨²ltimo terminado, tres olas de acero a las afueras de Berna que acogen la obra de Paul Klee -un artista que naci¨® y muri¨® en Suiza, aunque nunca poseyera la nacionalidad helv¨¦tica, y cuya tumba se halla en las inmediaciones del emplazamiento-, donde el arquitecto italiano ha evitado seguir la pauta contenida de su muy popular y elogiada Fundaci¨®n Beyeler de Basilea para proponer un gesto topogr¨¢fico y escult¨®rico de singularidad memorable, alusivo al terreno ondulado de colinas y que ha tenido tantos partidarios como detractores. Entre estos ¨²ltimos, el cr¨ªtico de The Sunday Times Hugh Pearman, que comienza su cr¨®nica escribiendo: "Sol¨ªa pensar que Renzo Piano era el mejor arquitecto del mundo. Ni exhibicionista como Frank Gehry, ni amarrado a la tecnolog¨ªa como su antiguo socio Richard Rogers, ni puritano como Norman Foster". Pero el tiempo verbal evidencia la decepci¨®n del cr¨ªtico, que no ha visto en el centro Paul Klee empat¨ªa con la naturaleza, sino el formalismo propio de las obras que aspiran a convertirse en hitos tur¨ªsticos e iconos ciudadanos, omitiendo que las tres olas, realizadas en acero con t¨¦cnicas que evocan la antigua construcci¨®n naval, representan el corte del relieve por la carretera existente; y que ha deplorado asimismo la escasez de luz natural en la zona expositiva, sin subrayar que la fragilidad delicada de los p¨¢lidos dibujos y acuarelas de Klee obligaron al arquitecto a prescindir de la iluminaci¨®n cenital tan caracter¨ªstica de sus otros proyectos de museos. Es posible que las locuaces ondas ofrezcan un escenario inusual para la exposici¨®n de las peque?as obras de un artista ¨ªntimo y silencioso. Sin embargo, la emoci¨®n inesperada de ese oleaje detenido merece el riesgo del experimento y el peligro de la incomprensi¨®n. Un arquitecto que puede elegir a sus clientes puede tambi¨¦n permitirse desconcertar a la cr¨ªtica.
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