Ciudades en alerta m¨¢xima
El 25 de julio pasado, d¨ªa del ap¨®stol Santiago, los peregrinos y turistas que visitaron la catedral compostelana tuvieron que someterse a fastidiosos registros y desprenderse de sus mochilas para acceder al templo. Hasta la meca del Camino de Santiago hab¨ªa llegado la alerta de seguridad de nivel 3, la m¨¢xima, implantada por el ministro del Interior, Jos¨¦ Antonio Alonso, como reacci¨®n inmediata a los atentados ocurridos en el metro de Londres el 7 de julio. Un ataque que estremeci¨® como un escalofr¨ªo la espina dorsal del mundo occidental y dej¨® al descubierto una vez m¨¢s la fragilidad de las grandes ciudades frente al terrorismo multiforme, indiscriminado y brutal que hab¨ªa golpeado anteriormente a Nueva York y Madrid.
Las grandes capitales han pasado a ser vistas no como escaparates deslumbrantes, sino como ratoneras en las que pueden quedar atrapados sus habitantes
"Todo est¨¢ vigilado, los grandes almacenes, los estadios, las estaciones y los intercambiadores", confirma un comisario de polic¨ªa de Madrid
Si no fuera por los 1.100 guardias privados que la patrullan, dif¨ªcilmente la red de metro madrile?a podr¨ªa estar a la altura de las exigencias de seguridad
Al psic¨®logo Fernando Chac¨®n le parece que fue m¨¢s mesurada la reacci¨®n de Madrid despu¨¦s del 11-M que la de Londres tras el 7-J y el 21-J
El comisario dice que los m¨¢s colaboradores son los j¨®venes. "La gente mayor no nos ve del todo como un servicio de seguridad, son desconfiados"
Las grandes metr¨®polis, el escaparate m¨¢s deslumbrante de nuestro mundo occidental, han pasado a ser vistas de pronto como gigantescas ratoneras, donde millones de personas pueden quedar atrapadas si la perversa mente del terrorismo golpea en los puntos neur¨¢lgicos: redes de transporte, edificios emblem¨¢ticos, redes de suministros b¨¢sicos que son la linfa vital de estos complejos conglomerados humanos.
La consigna en el Ministerio del Interior era evitar cualquier sorpresa devastadora. En el curso de unas horas, y de acuerdo con lo contemplado en el Plan de Prevenci¨®n y Protecci¨®n antiterrorista de marzo de este a?o, se desplegaron por todo el pa¨ªs m¨¢s de 11.000 polic¨ªas nacionales y 11.750 guardias civiles, que en la primera semana realizaron 30.735 controles. A las Fuerzas Armadas, en esta alerta m¨¢xima, les correspond¨ªa la "vigilancia y protecci¨®n de grandes infraestructuras de transportes a¨¦reos, terrestres y mar¨ªtimos. Protecci¨®n de objetivos estrat¨¦gicos. Reconocimientos a¨¦reos de objetivos estrat¨¦gicos no urbanos. Control del espacio a¨¦reo". Se repet¨ªa la imagen de los soldados patrullando discretamente embalses y centrales nucleares, bases militares y puertos.
Hasta ahora, como recuerdan los expertos, el terrorismo yihadista no ha cumplido sus peores amenazas de uso de armas qu¨ªmicas o bacteriol¨®gicas, y sus atentados, por mort¨ªferos que sean, se han mantenido dentro de esquemas convencionales. Pero la polic¨ªa espa?ola tiene bien presente el caso de los dos marroqu¨ªes detenidos en diciembre de 2004, presuntamente vinculados a la red del 11-M, que se hab¨ªan paseado meses antes por los alrededores de una central nuclear en Guadalajara, c¨¢mara fotogr¨¢fica en ristre.
'Peinar' Madrid
La necesidad de mantener el plan en pie pareci¨® indiscutible despu¨¦s de que el 21 de julio se repitieran los ataques terroristas -esta vez fallidos- en el metro de Londres y, tres d¨ªas despu¨¦s, se produjera una nueva masacre en el enclave tur¨ªstico egipcio de Sharm el Sheij. En Madrid se desplegaron mil agentes del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa en tareas de vigilancia, con el objetivo de peinar la ciudad e intentar detectar cualquier movimiento sospechoso. O quiz¨¢ m¨¢s bien con la intenci¨®n de calmar la ansiedad de los ciudadanos. Porque, ?hasta qu¨¦ punto es posible defender del terrorismo yihadista una gran ciudad? Un lugar como Madrid, donde se mueven a diario 900.000 viajeros en los trenes de cercan¨ªas, centenares de miles m¨¢s se desplazan por la red del metro, y en cuyas calles se concentra un flujo diario de no menos de 800.000 veh¨ªculos. Una capital repleta de sedes oficiales, edificios emblem¨¢ticos y museos famosos.
"En el Prado, nuestros dispositivos no han cambiado. Tenemos, como siempre, la alerta m¨¢xima", declara una portavoz del museo. Al contrario que el recinto de La Alhambra, cuyo patronato acaba de anunciar con cierta ingenuidad un refuerzo importante de los sistemas de seguridad, el Prado cuenta con un esc¨¢ner e impide a los visitantes acceder a sus salas con mochilas, bastones o paraguas.
"Todo est¨¢ vigilado. Los grandes almacenes, los estadios deportivos, los intercambiadores de autobuses y las estaciones de Renfe", confirma un comisario adscrito al dispositivo de alerta especial en la capital espa?ola. Un despliegue en el que participa tambi¨¦n de un modo u otro la polic¨ªa local y los cada vez m¨¢s numerosos agentes de la seguridad privada. Si no fuera por los 1.100 guardias privados que la patrullan, dif¨ªcilmente la red de metro madrile?a podr¨ªa estar a la altura de las exigencias de seguridad que requiere la capital. Pero es mucho lo que falta por hacer para impermeabilizar este transporte b¨¢sico. En su ¨²ltimo informe, la direcci¨®n del Metro de Madrid prev¨¦, entre otras cosas, "crear seis puestos nuevos de seguridad en la red, de los cuales dos ya est¨¢n operativos; situar dispositivos detectores de antiintrusi¨®n en los puntos de posible entrada a la red, como accesos, pozos de ventilaci¨®n, salidas de emergencia; instalar dispositivos de control en todas aquellas zonas consideradas como sombra, mejorando en gran medida la cobertura de seguridad".
A corto plazo, habr¨¢ que conformarse con lo que ya funciona y, sobre todo, con los 1.100 vigilantes que patrullan una red de m¨¢s de 266 kil¨®metros. Pero el despliegue de fuerzas no siempre es uniforme. El mi¨¦rcoles pasado, en la l¨ªnea de Ventas-Cuatro Caminos se ve¨ªan pocos agentes en vest¨ªbulos y andenes. Contra todo pron¨®stico, un grupo de guardias fornidos y j¨®venes manten¨ªa una animada conversaci¨®n en una de las bocas de acceso. El nivel 3 de alerta no parec¨ªa agobiarles. Tampoco los vigilantes privados que se ocupan de los controles de seguridad en la estaci¨®n de Atocha parec¨ªan especialmente alerta a mediod¨ªa del mi¨¦rcoles.
En el vest¨ªbulo de Atocha
En el vest¨ªbulo-jard¨ªn de la estaci¨®n, a espaldas de la zona de cercan¨ªas golpeada por el terror el 11 de marzo de 2004, centenares de viajeros agotaban los minutos de espera antes de coger sus trenes. El ambiente es tranquilo. Los altavoces anunciaban ¨²nicamente la salida o la llegada de un tren. Frente a la cristalera que separa los andenes de llegadas hab¨ªa s¨®lo un empleado de la empresa Segur. A la misma compa?¨ªa pertenecen los cinco vigilantes que controlaban en el piso superior el embarque de pasajeros. Dos j¨®venes empleadas con chalecos amarillos fluorescentes sobre el uniforme comprobaban minuciosamente los billetes de cada viajero, antes de que depositasen maletas y otros bultos en la cinta rodante del esc¨¢ner. El agente que supervisaba la imagen hablaba por el m¨®vil mientras cruzaban ante sus ojos bolsos y maletas. Tambi¨¦n aqu¨ª, en esta estaci¨®n tan ligada al terror en Madrid, el nivel de alerta 3 brillaba por su ausencia, al menos aparentemente.
"Nuestra presencia no siempre se nota", advierte el comisario madrile?o, que considera el trabajo de vigilancia antiterrorista enormemente complicado. "S¨ª, porque pensar mal es f¨¢cil. Y las ciudades son muy vulnerables. Sobre todo frente a terroristas que no se preocupan ni siquiera de su vida". Eso no significa que el despliegue preventivo no sea fundamental. "Aunque nunca llegas a saber lo que has evitado", dice. Nada escapa a la amenaza, ni redes de alcantarillado, ni suministros de agua, ni conducciones el¨¦ctricas o redes de telecomunicaciones. Hay que estar en todas partes, como una presencia discreta que no despierte alarmas.
"Cuando la gente nos ve en los intercambiadores de autobuses o en las estaciones de Renfe, uno nota una expresi¨®n interrogativa en sus ojos. ?Est¨¢s ah¨ª por seguridad nada m¨¢s o porque hay alguna alerta?, parecen preguntarte". El comisario viste de uniforme, ha rebasado apenas los 40 a?os, pero su experiencia es larga. "Nuestro dispositivo se basa en recabar informaci¨®n, en controlar los veh¨ªculos sospechosos, en aplicar una vigilancia generalizada de domicilios. Funcionamos a base de muchos datos, muchas veces aportados por la ciudadan¨ªa".
Llamadas de alerta
Los madrile?os colaboran, asegura este responsable policial. Cada d¨ªa se reciben llamadas de alerta. "Casi siempre avisos de gente que denuncia movimientos extra?os de alg¨²n vecino inmigrante que vuelve a malas horas, pero en el 100% de los casos son alarmas que no se confirman, claro". El comisario dice que los m¨¢s colaboradores son los j¨®venes. "La gente mayor no nos ve del todo como un servicio de seguridad, son desconfiados, y adem¨¢s temen hacer el rid¨ªculo". ?Qui¨¦n no ha tenido palpitaciones ante una mochila aparentemente abandonada en el vag¨®n de tren, o ante un bulto demasiado grande que sobresale de la papelera en la estaci¨®n de metro? "Es mejor denunciarlo, sin miedo", insiste el comisario. "Nosotros comprobamos todo, y todos los datos se canalizan hacia los servicios de informaci¨®n".
?Hasta cu¨¢ndo durar¨¢ esta alarma? Nadie tiene a¨²n una respuesta, pero el presidente del Colegio de Psic¨®logos de Madrid, Fernando Chac¨®n, cree que la tensi¨®n inherente a una alerta de este tipo no se puede mantener demasiado tiempo. "La alarma acaba por ceder con el tiempo; de lo contrario, terminan produci¨¦ndose desajustes psicol¨®gicos y f¨ªsicos en los ciudadanos. Es tal la tensi¨®n, que consumimos pronto nuestras energ¨ªas, y eso puede dar paso a una depresi¨®n". A Chac¨®n le parece que fue m¨¢s mesurada la reacci¨®n espa?ola tras el 11-M que la de Londres tras el 7-J y el 21-J. Por eso no le extra?an los c¨¢lculos de los especialistas que apuntan a masivas secuelas ps¨ªquicas en la poblaci¨®n de la capital brit¨¢nica. Al menos uno de cada cinco londinenses padecer¨¢, dicen, trastornos psicol¨®gicos. Son c¨¢lculos hechos despu¨¦s del demoledor impacto de los ataques del 21 de julio. "Es lo que m¨¢s tem¨ªamos en Madrid despu¨¦s del 11-M. Porque varios atentados seguidos multiplican el efecto de inseguridad que causa el ataque inicial", dice Chac¨®n. Bas¨¢ndose en su experiencia de aquellos d¨ªas terribles, este psic¨®logo aconseja "acotar la amenaza", poner una barrera a la inquietud indiscriminada que puede derivar en p¨¢nico y cobrarse un alto precio en la estabilidad mental y en la convivencia de los ciudadanos. "Una situaci¨®n as¨ª, de desconfianza hacia el otro, puede deteriorar la relaci¨®n con los dem¨¢s, especialmente con las personas de aspecto ¨¢rabe".
Mustaf¨¢ el M'Rabet, presidente de la Asociaci¨®n de Trabajadores Marroqu¨ªes en Espa?a (ATIME), cree que algunos de esos efectos negativos se han producido ya. "Un ejemplo claro de esta psicosis que est¨¢n sufriendo las ciudades es lo que ocurri¨® en la base de Getafe el s¨¢bado 23 de julio". El error de un conductor marroqu¨ª que buscaba insulina a la desesperada para un miembro de su familia termin¨® en los titulares de prensa como un intento de ataque a la base militar de esa localidad madrile?a. "Hablamos de esta situaci¨®n todo el d¨ªa. Tememos que esta psicosis termine por afectarnos a much¨ªsimos de nosotros", dice El M'Rabet. Al menos el error qued¨® s¨®lo en un susto, pese a que uno de los ocupantes del veh¨ªculo dej¨® caer una cartera que llevaba. No hab¨ªa en ella rastro de explosivos. Tan s¨®lo, al parecer, dos ejemplares del Cor¨¢n y dos mantas para la oraci¨®n.
Fanatismo religioso
Al catedr¨¢tico em¨¦rito de Psiquiatr¨ªa Social de la Universidad Complutense Francisco Alonso-Fern¨¢ndez, autor de varios libros sobre la psicolog¨ªa del terrorista fan¨¢tico, el Cor¨¢n le produce cierta inquietud. "Es un libro contradictorio, pero la pol¨ªtica respecto al infiel est¨¢ clara: conversi¨®n o exterminio. Fig¨²rese: si una religi¨®n de amor como el cristianismo se convirti¨® durante unos siglos en una religi¨®n enormemente cruenta, ?qu¨¦ se podr¨¢ esperar de la religi¨®n mahometana, que nace de un esp¨ªritu b¨¦lico? Veo que hay en ella un esp¨ªritu fundamentalista todav¨ªa m¨¢s cruento que en el cristianismo".
No significa esto que pueda hablarse de lucha de civilizaciones, porque, como subraya en un art¨ªculo reciente Fernando Reinares, experto en terrorismo internacional del Instituto Elcano, este terrorismo "plantea riesgos y amenazas a sociedades correspondientes a diferentes civilizaciones. En la actualidad est¨¢ dirigi¨¦ndose asimismo contra su propia poblaci¨®n de referencia". Reinares ha analizado minuciosamente los 187 atentados perpetrados en todo el mundo por distintos grupos de la yihad neosalafista en 2004. S¨®lo tres se produjeron en la Europa occidental, concretamente en Espa?a (los ataques del 11-M, el atentado frustrado contra la l¨ªnea del AVE Madrid-Sevilla y el suicidio de los terroristas de Legan¨¦s el 3 de abril). Fueron, sin embargo, los m¨¢s cruentos y los que despertaron mayor alarma, pese a la amplitud y difusi¨®n global de los ataques en los que participaron ¨¢rabes de muchas nacionalidades. Una verdadera multinacional terrorista.
"Ese ej¨¦rcito multinacional ha sido el gran logro de Osama bin Laden", apunta Alonso-Fern¨¢ndez. "Algo no conseguido nunca antes entre los ¨¢rabes". Una unidad de m¨¦todos y de objetivos, destinada a poner a nuestras sociedades contra las cuerdas. ?Qu¨¦ puede hacer el ciudadano de a pie en este contexto de amenaza incierta? "La gente tiene que saber que su colaboraci¨®n es fundamental", insiste el comisario de Madrid, aunque reconoce que el problema "nos desborda por completo. Desde la inmigraci¨®n que no podemos controlar hasta el hambre en los pa¨ªses de origen de esta gente". Un pron¨®stico inquietante. "Lo que est¨¢ claro", a?ade, "es que si no somos capaces de controlar la situaci¨®n, dentro de unos a?os tendremos nosotros tambi¨¦n, igual que en Londres, terroristas aut¨®ctonos". Y nuestras ciudades ser¨¢n todav¨ªa m¨¢s fr¨¢giles.
Informaci¨®n realizada con aportaciones de Sandro Pozzi (Nueva York), Vanessa Ler¨ªn (Mil¨¢n) y Octavi Mart¨ª (Par¨ªs).
Medidas contra el terror en Roma, Nueva York, Londres y Par¨ªs
MIENTRAS LA POLIC?A DE LONDRES desplegaba, seg¨²n su responsable, el comisario Ian Blair, "la mayor operaci¨®n antiterrorista desde la II Guerra Mundial", una sensaci¨®n de inquietud e inseguridad desconocida se apoderaba esta semana de sus habitantes. La advertencia policial, el jueves, era tan brutal como taxativa: al menos tres de los suicidas que vieron frustrado su prop¨®sito de hacer saltar por los aires varios vagones del metro y un autob¨²s el 21 de julio pasado podr¨ªan preparar nuevos golpes. Si algo as¨ª ocurriera, pocos dudan de que la severa legislaci¨®n antiterrorista brit¨¢nica se endurecer¨ªa m¨¢s. Pero la huella de lo ocurrido en la capital brit¨¢nica este mes de julio se ha dejado sentir en todo el mundo desarrollado. Muchos ojos se han vuelto con especial temor a Italia, uno de los principales aliados de Estados Unidos en la guerra de Irak, y hasta ahora respetado por el terrorismo yihadista. Roma, capital pol¨ªtica y ciudad santa del mundo cristiano, se prepara a defenderse. Las autoridades han renovado el plan de defensa civil, activo desde el ataque a las Torres Gemelas, que contempla la actuaci¨®n de las fuerzas del orden, bomberos y servicios de emergencia en caso de ataque con explosivos o bacteriol¨®gico, adem¨¢s del refuerzo del sistema sanitario en caso de atentado. Al nerviosismo ha contribuido la detenci¨®n en Ramadi (Irak) de un sujeto al que se hallaron fotograf¨ªas v¨ªa sat¨¦lite de la capital italiana. En todo el pa¨ªs, el aumento de efectivos comenz¨® tras los atentados en Londres. El Gobierno aprob¨® un paquete de medidas antiterroristas -base de una nueva ley- que prev¨¦ el aumento de dotaciones policiales. Lo esencial, con todo, de la nueva ley ser¨¢ el reforzamiento de los servicios de inteligencia y la creaci¨®n de un tribunal ¨²nico antiterrorista. Las comunicaciones estar¨¢n mucho m¨¢s vigiladas, ya que las tarjetas telef¨®nicas de prepago para m¨®viles ser¨¢n nominativas, el tabulado telef¨®nico se almacenar¨¢ durante seis a?os y el de Internet, durante dos.
Son normas no muy diferentes a las que se ha comprometido a aprobar tambi¨¦n el Gobierno franc¨¦s antes de las pr¨®ximas navidades. Esencialmente se trata de modificaciones legales que deber¨ªan permitir un mayor control telef¨®nico y de videovigilancia. En estos momentos, la instalaci¨®n de una c¨¢mara de vigilancia en un lugar p¨²blico requiere la autorizaci¨®n de un juez y del prefecto del departamento. La nueva ley generalizar¨¢ ese tipo de control y permitir¨¢ adem¨¢s que las grabaciones puedan ser almacenadas. Tambi¨¦n se pretende que los operadores telef¨®nicos guarden durante al menos un a?o las referencias de cada conexi¨®n telef¨®nica o contacto v¨ªa Internet, sin inmiscuirse sin embargo en sus contenidos. Entre los efectos inmediatos de esas modificaciones legales est¨¢ la posibilidad de instalar c¨¢maras en cada uno de los 4.000 autobuses parisienses.
El contexto antiterrorista franc¨¦s se caracteriza en este momento por la vigencia del llamado plan vigipirate en su fase alerta roja, la m¨¢xima de las cuatro que contempla. La alerta roja comporta controles aleatorios en el acceso a los trenes, patrullas en el interior de los trenes de gran velocidad, la restricci¨®n o prohibici¨®n de partes importantes del espacio a¨¦reo franc¨¦s y el almacenamiento de agua potable.
M¨¢s liviano ha sido el impacto de los atentados del 7-J y del 21-J en una ciudad como Nueva York, en alerta desde los ataques suicidas del 11-S de 2001. Desde ese d¨ªa, el c¨®digo naranja -el cuarto m¨¢s alto de una escala de cinco colores- sigue activado. Pero los atentados de Londres son un recordatorio de que la amenaza sigue latente y de las vulnerabilidades de su red de transportes. Por eso, la reacci¨®n inmediata fue reforzar la protecci¨®n en autobuses, red de metro y ferrocarriles, puentes y t¨²neles, a pesar de que la polic¨ªa (NYPD) no cuente con informes de inteligencia sobre posibles atentados. Y, como medida excepcional, se efect¨²an registros sorpresa en los accesos a las estaciones.
La NYPD, integrada por 39.110 agentes, no precisa cu¨¢ntos agentes est¨¢n asignados a su dispositivo antiterrorista y se limita a decir que "centenares" de agentes se han sumado a las patrullas que vigilaban la red de metro, para duplicar sus efectivos. Por su parte, la Autoridad de Transporte Metropolitano (MTA) cuenta con 723 agentes, que se coordinan con las patrullas uniformadas y de paisano de la NYPD. La MTA dispone a su vez de una unidad antiterrorista propia, que rastrea las plataformas y los t¨²neles en busca de explosivos.
En t¨¦rminos financieros, la reacci¨®n neoyorquina a los ataques del 7-J costar¨¢ a las arcas p¨²blicas locales 1,9 millones de d¨®lares semanales, el doble de lo que se gast¨® en alertas anteriores, como la que el verano pasado se activ¨® para los distritos financieros de Nueva York, Newark y Washington. Los neoyorquinos, entretanto, empiezan a mostrar signos psic¨®ticos. Los avisos a la NYPD en los que se alerta sobre paquetes o personas sospechosos se han doblado desde los atentados de Londres, hasta los 1.476 casos, frente a los 804 del mismo per¨ªodo de 2004. Tambi¨¦n se ha disparado el n¨²mero de amenazas de bomba, hasta las 149 llamadas. En este contexto, los actos delictivos en el metro, utilizado cada d¨ªa por 4,5 millones de personas, se han reducido un 22% desde el 7-J.
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