Un d¨ªa
Un d¨ªa, en la mesa polvorienta y atestada de una librer¨ªa de segunda mano de Londres, John Berger apareci¨® en mi vida. Era un libro naranja y descuajeringado, con la portada llena de dobleces y palabras ininteligibles y min¨²sculas escritas en bol¨ªgrafo. El interior tambi¨¦n estaba lleno de anotaciones en un idioma que desconoc¨ªa, pero por 50 peniques no se pueden pedir primeras ediciones y, adem¨¢s, siento siempre curiosidad, como Helene Hanff, por las anotaciones que alguien ha escrito en un libro antes de que llegue a m¨ª, as¨ª que, intrigada por el t¨ªtulo Ways of seeing (Maneras de ver), me lo llev¨¦ a casa. Empec¨¦ a leer en el largo recorrido en metro que me llevaba al lugar en las afueras de Londres, donde viv¨ªa entonces. Cuando baj¨¦ del vag¨®n, el mundo ya no era el mismo, yo ya no era la misma y mi punto de vista -ese que, con pueril desfachatez, yo cre¨ªa inamovible- se hab¨ªa hecho trizas. En 20 p¨¢ginas y 12 paradas de metro, el acto de ver hab¨ªa adquirido una brillantez y un sentido que me acercaba a un misterio que siempre se hab¨ªa mostrado esquivo conmigo: mirar es encontrar.
Nunca le he visto partir le?a, pero estoy segura de que en cada hachazo tambi¨¦n est¨¢ todo lo que hay que saber sobre el mundo.
Es imposible contestar a la pregunta ?qu¨¦ libro debo leer?, ?qu¨¦ es lo mejor?, ?por d¨®nde empezar? No hay nada que le represente totalmente
Ways of seeing fue un descubrimiento y una revelaci¨®n: como si por unos instantes el tel¨®n que hab¨ªa cubierto el mundo que me rodeaba se hubiera levantado y un magn¨ªfico maestro de ceremonias me estuviera mostrando las cosas -la pintura, los ¨¢rboles, las l¨¢grimas, la historia y el tenue pero poderoso v¨ªnculo que las une- por primera vez. Era tambi¨¦n la primera vez que un cr¨ªtico de arte no hablaba tan s¨®lo de pintura o escultura, sino que dec¨ªa cosas como: "Yo creo que uno mira las pinturas con la esperanza de descubrir un secreto, pero no un secreto sobre el arte, sino sobre la vida". Y desde que el libro se public¨® en 1974, generaciones de lectores han experimentado ese mismo sentido de revelaci¨®n, porque tras leer el libro ya nada puede mirarse del mismo modo.
A?os despu¨¦s, cuando le prest¨¦ Ways of seeing a un amigo, ¨¦ste me dijo que las anotaciones del libro estaban en island¨¦s. Nunca ech¨¦ tanto en falta no saber una palabra del idioma de Bj?rk. ?se es el efecto que los libros de Berger producen en la gente: uno alimenta la esperanza de entender el mundo y de relacionarse con ¨¦l aunque sea en island¨¦s. O precisamente en island¨¦s.
- 1. Un d¨ªa, John Berger dijo: "El momento en que empieza una pieza musical nos da la clave de la naturaleza de todo el arte". Ese d¨ªa, Tom Waits y Mar¨ªa Callas estaban cantando un dueto en una gasolinera abandonada, cerca de las barcas rotas que pueblan las orillas del encogido y seco mar de Aral. Sonaba como una canci¨®n de amor, aunque no lo era. Una manada de perros fam¨¦licos hac¨ªa el coro.
- 2. Un d¨ªa, John Berger encuentra a su madre en Lisboa, aunque su madre lleva a?os muerta. ?sta, cogi¨¦ndole del brazo, le recuerda que los muertos nunca permanecen donde se les entierra. As¨ª empieza el ¨²ltimo libro de Berger, que cuenta sus encuentros en diferentes personas fallecidas que han sido importantes en su vida.
En Cracovia encuentra a su profesor de dibujo. Ambos recuerdan el cuadro de Antonello de Messina del Cristo muerto sujetado por un ¨¢ngel. El profesor mira los dibujos que el alumno ha hecho: "No hay una brizna de piedad en las manos del ¨¢ngel, s¨®lo ternura. Has captado la ternura, pero no la gravedad, la gravedad de las primeras palabras impresas". La ternura y la gravedad nunca han sido tan inseparables como en los escritos de John Berger. En el mundo que describe, un perro hambriento es rey y un hombre sin techo posee toda la sabidur¨ªa de los arc¨¢ngeles . Y podemos mirar simult¨¢neamente una monta?a de despojos que crecen al lado de una autopista y una fotograf¨ªa de una vacas en la Alta Saboya y entender el fino e irrompible hilo que las une. Sin volvernos locos.
- 3. Un d¨ªa John Berger fue pintor. Le?ador. Cr¨ªtico de arte. Labriego. Soldado. Guionista. Poeta. Motorista. Dramaturgo. Actor. Ensayista. Conferenciante. Novelista. Alba?il. Amante. Marido. Padre.
Es imposible contestar a la pregunta ?qu¨¦ libro debo leer?, ?qu¨¦ es lo mejor?, ?por d¨®nde empezar? No hay nada que le represente totalmente. Y todo le representa.
Nunca le he visto partir le?a, pero estoy segura de que en cada hachazo tambi¨¦n est¨¢ todo lo que hay que saber sobre el mundo, todo lo que es necesario saber.
- 4. Un d¨ªa, John Berger escucha a John Coltrane tocando Every time we say goodbye. Pero la canci¨®n no es la banda sonora de amores perdidos, pasiones contrariadas. Es la m¨²sica que escuchan los que tienen que dejar sus hogares contra su voluntad, a causa de la guerra, del hambre, de las persecuciones. Es la m¨²sica que mece los cad¨¢veres de hombres, mujeres y ni?os que pueblan el estrecho de Gibraltar. Es la m¨²sica que se escucha en todos los campamentos de refugiados de ?frica. La m¨²sica que escucharon, a?os antes de que Coltrane naciera, el mill¨®n de armenios exterminados por el Gobierno turco. La m¨²sica que no puede ahogar el fragor de la guerra que ya ha empezado. Es una m¨²sica sin fin en un siglo de desapariciones. Los ojos azules de John Berger, como los de un hermoso b¨²ho, no parecen cerrarse nunca. La m¨²sica le mantiene despierto.
Y ¨¦l, a nosotros.
- 5. Un d¨ªa, John Berger escribi¨® una de las m¨¢s bellas historias de amor que se han escrito, Hacia la boda. Un hombre ama a una mujer que tiene sida. Y contra todo y contra todos, se casan. Las fangosas aguas del Po, donde se esconden las anguilas marrones, son el marco de esta historia que es una pel¨ªcula que a Roberto Rosellini le hubiera gustado dirigir. En P¨¢ginas de la herida leemos que "el amor quiere acortar toda distancia. Sin embargo, si el espacio y la separaci¨®n fueran eliminados, no existir¨ªan ni la persona amada ni la que ama".
- 6. Un d¨ªa, John Berger dijo en su primer libro, Un pintor de hoy, que el creador, sea en la disciplina que sea, rara vez sabe lo que est¨¢ haciendo, absorto como est¨¢ en las dificultades inmediatas que se le plantean y s¨®lo disponiendo de una vaga intuici¨®n de lo que hay mas all¨¢ de lo m¨¢s inmediato. Y esa "vaga intuici¨®n", esa niebla que hay que atravesar para llegar al lado de la claridad, es el proceso que contemplamos cuando admiramos una escultura de Giacometti o leemos un poema de Leopardi.
Toda la obra inmensa de Berger habla de esa traves¨ªa. Y ¨¦l atraviesa la niebla con una maleta que no le pertenece, cargada de todas las historias del mundo, ¨¢vido por entreg¨¢rnosla para que la hagamos nuestra. Tan generosamente.
Un pintor de hoy fue duramente criticada en el momento de su aparici¨®n. Un cr¨ªtico lleg¨® a decir que el libro merec¨ªa estar escrito por Goebbels. Nadie recuerda el nombre del cr¨ªtico. Hasta qu¨¦ punto alguien puede estar equivocado.
- 7. Un d¨ªa, John Berger comi¨® una sopa. Una sopa polaca szczawiowa de col y huevos y patatas y crema ¨¢cida y un mont¨®n de cosas m¨¢s que s¨®lo los polacos conocen. Una sopa milagrosa que calienta en invierno y refresca en verano. La sopa le lleva a recordar a un artesano del siglo XVII que defini¨® las siete fases por las que todos los procesos humanos pasan: la primera es lo agrio, la segunda la dulzura, la tercera la amargura, la cuarta la calidez, la quinta el amor, seguidas del sonido y el lenguaje. El lenguaje de Berger pasa por todos esos procesos y los contiene. Como una sopa incre¨ªblemente alimenticia de un caldero que nunca se acaba. Hambrientos, como estamos.
- 8. Un d¨ªa, John Berger, entre las cretonas gastadas del sal¨®n de t¨¦ de un hotel madrile?o, me habl¨® de La l¨ªnea vertical, una obra de teatro que escribi¨® junto a Simon McBurney, el fundador del teatro de la Complicit¨¦. La obra fue representada durante tres noches en dos estaciones de metro de Londres abandonadas, la primera en 1907, la segunda en 1994, el mismo a?o en que se descubri¨® una cueva con dibujos del paleol¨ªtico en Ardeche (Francia). Los espectadores segu¨ªan en penumbra a los tres narradores de la obra (John, Simon, la actriz Sandra Foe) a trav¨¦s de los t¨²neles, las escaleras, los elevadores en desuso, en un descenso a la m¨¦dula de la historia de la humanidad. En un momento dado, los espectadores son requeridos a acostarse en una monta?a de colchones. El brillo en los ojos de John contando c¨®mo esos colchones eran los colchones reales donde la gente se tumbaba en la II Guerra Mundial cuando se refugiaban en el metro, durante los ataques a¨¦reos. ?Te imaginas, esos colchones donde quiz¨¢ los padres de algunos espectadores o ellos mismos se hab¨ªan acurrucado, musitando canciones para ahuyentar el terror, para no o¨ªr las bombas cayendo?
Nada de eso podr¨¢ ser posible. Ya nadie va a sentirse seguro en el metro. "?Puedes verme en la oscuridad?, dime, ?puedes verme?".
- 9. Un d¨ªa, John Berger y su hermosa hija Katya (si hay una mujer en el mundo para quien ese adjetivo ha sido creado es para ella) leyeron en voz alta fragmentos de la correspondencia sobre Tiziano que hab¨ªan mantenido, a?os atr¨¢s.
Era un d¨ªa claro y caluroso, en alg¨²n lugar de la Toscana, con moscas y vino y salami y queso picante y sillas plegables y abanicos y risas de ni?os, al lado de una peque?a capilla roja y verde pintada por Sol Lewitt.
Mientras sus voces se elevaban por encima de las suaves colinas, hablando de ocres y amarillos, de h¨²medas esquinas venecianas, de la oscuridad que realza el brillo de unos ojos, algo parecido a la esperanza se abri¨® camino en el coraz¨®n de todos los presentes. Y hasta las moscas se dejaron llevar en un viaje simult¨¢neo, mas all¨¢ de aquellas suaves colinas y dentro, muy dentro, de nosotros mismos, a ese rinc¨®n donde luchan la desesperaci¨®n y la luz. S¨®lo la existencia de alguien como John Berger hace que el combate tenga sentido.
Historia de un exilio voluntario
John Berger naci¨® en Londres en 1926. Cr¨ªtico de arte, novelista y ensayista, en sus inicios se dedic¨® a la pintura.
Despu¨¦s de servir en el Ej¨¦rcito brit¨¢nico desde 1944 hasta 1946, se inscribi¨® en la Escuela de Arte de Chelsea, donde a partir de 1948 empez¨® a impartir clases de dibujo. Fue entonces cuando empez¨® a desarrollar su labor como cr¨ªtico de arte, ya muy influida por sus ideas marxistas. Su primera colecci¨®n de ensayos se titul¨® Permanent Red.
En 1958 Berger publica su primera novela, A painter of our time, que da inicio a una prolija etapa como novelista.
Disgustado con la vida en Gran Breta?a, decide mudarse a un pueblecito en los Alpes franceses, en la Alta Saboya, donde ha vivido desde entonces.
En 1971 realiza para la BBC la serie Ways of seeing, sobre la historia de las im¨¢genes, que ir¨¢ acompa?ada de un libro, Modos de ver (Gustavo Gili, 1980), que sentar¨¢ c¨¢tedra y analizar¨¢ el modo y las influencias que tenemos al contemplar las im¨¢genes.
En 1972 gana el Booker Prize por su novela G., una picaresca rom¨¢ntica enmarcada en la Europa de finales del siglo XIX. Adem¨¢s, entre sus obras m¨¢s destacadas est¨¢n King: una historia de la calle (Alfaguara, 2000); Mirar (Gustavo Gili, 2001), o El Tama?o de una bolsa (Taurus, 2004).
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