Radcliffe vive otra pesadilla
La brit¨¢nica, tras su fiasco en Atenas, acaba novena en los 10.000, dominados por las et¨ªopes
Paula Radcliffe regres¨® al escenario de sus pesadillas. Un a?o despu¨¦s de su dram¨¢tica derrota en los Juegos de Atenas, la atleta brit¨¢nica fue arrollada por las fondistas et¨ªopes. Ocuparon los tres primeros puestos en una demostraci¨®n incontestable de autoridad. Radcliffe, que achac¨® su fracaso en Atenas al infernal calor de la capital griega, no podr¨¢ encontrar una justificaci¨®n parecida. En Helsinki la noche se volvi¨® desagradable por fr¨ªa y ventosa, unas condiciones perfectas para la atleta inglesa que hace tres a?os ofreci¨® un recital bajo la lluvia en los Europeos de M¨²nich. Nada pudo hacer frente a las livianas et¨ªopes, encabezadas por Dibaba, que se impuso a la veterana Adere en la ¨²ltima vuelta.
Radcliffe domin¨® durante dos a?os la escena del fondo mundial con unas marcas asombrosas en el marat¨®n y en los 10.000 metros. Parec¨ªa terminado su tiempo de sufrimiento, de las constantes carreras donde su protagonismo se quebraba a ¨²ltima hora por su imposibilidad para ganar a las rivales que le parasitaban hasta los ¨²ltimos metros. Era la reina del esfuerzo, una atleta que produc¨ªa admiraci¨®n por su sacrificado estilo: una larga zancada, monocorde, coronada por un dram¨¢tico cabeceo. Hubo un periodo de dos a?os, donde Radcliffe encontr¨® la manera de acabar con sus desgracias. Romp¨ªa la carrera en las primeras vueltas y viajaba sola hasta la victoria. Nadie pod¨ªa seguir su alt¨ªsimo ritmo. Su sufrida estampa ocultaba un cicl¨®n.
Todo se quebr¨® en Atenas. Acudi¨® como una de las grandes estrellas de los Juegos, con una fanfarria medi¨¢tica que s¨®lo pudo contar su espectacular hundimiento en la marat¨®n. Agotada, entre v¨®mitos, a Radcliffe se le escap¨® el sue?o de la victoria. Ni tan siquiera consigui¨® una medalla. Es cierto que el calor resultaba insufrible y que no favorec¨ªa a una atleta inglesa, alta y pesada. En Helsinki ten¨ªa la oportunidad de medirse en un laboratorio muy diferente. Sin embargo, los resultados han sido los mismos. Hay momentos donde algo se pierde para siempre y no se recupera jam¨¢s. Radcliffe perdi¨® su estado m¨¢gico en Atenas y ahora est¨¢ condenada a repetir aquellas carreras donde todas se aprovechaban de su estilo generoso.
Lo intent¨® durante cinco kil¨®metros. Se coloc¨® en cabeza, imprimi¨® el ritmo m¨¢s r¨¢pido posible, trat¨® de sacar de rueda a sus rivales. Nada. Un grupo de ocho le segu¨ªa sin despegarse. Volvi¨® a intentarlo. Tampoco. Las et¨ªopes jugaban con ella. Estaban c¨®modas tras sus talones, mientras Radcliffe boqueaba en busca de ox¨ªgeno. Cabeceaba, mov¨ªa las piernas con toda la energ¨ªa que era capaz de despegar. Y nada. Era la misma mujer diesel que ced¨ªa ante las atletas de final poderoso. En este cap¨ªtulo, las et¨ªopes son perfectas. Aguantan las carreras m¨¢s veloces y sacan una punta de velocidad que nadie iguala. Radcliffe aguant¨® cinco kil¨®metros, fue superada durante los dos siguientes y tuvo el orgullo para regresar a la cabeza hasta ¨²ltima hora. Lo hizo con la certeza de su derrota. Cuando lleg¨® el momento de la decisi¨®n, Adere atac¨® y Dibaba sigui¨® su estela con facilidad. El resto fue historia. Dibaba aceler¨® en la recta y venci¨®. Detr¨¢s, muy lejos, Radcliffe se resign¨® a su papel de perdedora.
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