Amanece, que no es poco
ANTES DE PEREGRINAR a las tierras gallegas del Morrazo, desde hace ya bastantes a?os, cumplo uno de los ritos m¨¢s placenteros de la temporada: parada y m¨²sica en Robles de Laciana. En el norte de Le¨®n, entre valles, montes y bra?as tan queridos por los pioneros de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. All¨ª hacemos un alto, seducidos por las m¨²sicas y los m¨²sicos que durante dos d¨ªas y sus noches tienen cita con la pianista Rosa Torres-Pardo. Invitados por el pintor -y se?or de las moscas- Eduardo Arroyo e Isabel Azc¨¢rate, que sabe hacer honor a su apellido. Mientras seguimos esperando la aparici¨®n de la Iberia de Torres-Pardo, parece que llegar¨¢ en oto?o, el principal argumento musical este a?o, en esos auditorios y atrios abiertos a los prados de Laciana, fue la m¨²sica espa?ola. De la zarzuela a la vanguardia, haciendo una excursi¨®n por las tierras argentinas y porte?as de Ginastera o Piazzolla. Espa?a como soluci¨®n arm¨®nica. Como diversidad, nacional, plurinacional o exiliada, sin complejos ni deseos de cerrar ninguna puerta. Los m¨²sicos, cantantes y presentadores -cada a?o crecen y mejoran los que se apuntan a esta mezcla de ruralidad y vanguardia- de los encuentros en Robles demostraron que tambi¨¦n entre vacas, moscas, tractores, p¨¢jaros al anochecer y algunos lejanos motores es posible hacer imaginativos recorridos por patrias tan abiertas. Un camino que nos invitaba a reconocernos en espa?olidades tan diversas como las del gallego Soutullo paseando por un parral segoviano o el cosmopolita Joaqu¨ªn Nin mirando a Murcia. La Espa?a plural no suena tan mal, incluso muy bien.
Despu¨¦s de Laciana tomamos la v¨ªa gallega. Fue llegar y besar -es un decir- el santo. El Morrazo tiene sus romer¨ªas, sus santos, sus cruceiros, sus mariscos, sus playas, sus tr¨¢ficos y sus paisajes, eso s¨ª, en peligrosa v¨ªa de decons-trucci¨®n especulativa. El fe¨ªsmo avanza que es una barbaridad. Pero lo que no tienen en el Morrazo, ni en ning¨²n otro lugar del mundo, es el escenario de la plaza del Obradoiro. Lugar central de la civilizaci¨®n cristiana occidental, gran teatro de nuestro mundo y, s¨ª, lo tengo que decir, marco incomparable para deslumbrarse con el pasado que no quiere ser ef¨ªmero. ?Tambi¨¦n puede ser el Obradoiro el escenario del cambio?
Lo fue, all¨ª estuvimos, lo vimos y sentimos con estos paganos ojos que se han de comer los gusanos. Quiz¨¢ demasiado escenario para la sobriedad de los tiempos de cambio en Galicia. El nuevo presidente Touri?o tom¨® posesi¨®n de su cargo en una ma?ana que parec¨ªa de aquella Galicia tropical que cantaban Os Resentidos. En Galicia ya llueve menos. Y nos tocan menos la gaita. Lo cual, con todo respeto por los gaiteiros de a tres mil pesetas y cuatro mil soplidos de Fraga, permite pensar que los descendientes de Breog¨¢n no est¨¢n todo el d¨ªa soplando al viento. Me da la impresi¨®n de que Touri?o, en la cuidada y afeitada compa?¨ªa de Anxo Quintana, quer¨ªa encontrar una v¨ªa intermedia entre Siniestro Total y los gaiteiros de Fraga.
Aquella ma?ana, con abanicos al sol, con un discreto viento que actu¨® contra las poes¨ªas de Seoane y Pimentel -que como pudo ley¨® la actriz Mar¨ªa Pujalte-, con las m¨²sicas de Beethoven, el himno gallego con todas sus letras, el soplo de Suso Vaamonde, las pantallas gigantes, con la estructura moderna del escenario en blanco, los ¨¢rboles de quita y pon detr¨¢s del presidente e incluso con las vistas a lo Nacional Geographic que nos mostraban en la pantalla gigante, con todo eso, con un p¨²blico civil, el discurso de Touri?o, por continente y contenido, s¨ª parec¨ªa una estrofa de un pueblo que quiere letra y m¨²sicas distintas. Vimos pocas caras conocidas. Nos faltaron gallegos que nos habr¨ªa gustado ver. Poco Zara, poco Adolfo Dom¨ªnguez, e incluso poco Roberto Verino, perd¨®n por la publicidad. Poca polvo jet. No muchas gentes de letras. Casi ninguna de m¨²sicas. Me gust¨® ver c¨®mo ?lvarez Areces cantaba el himno gallego. La normalizadora presencia de Marcelino Iglesias o de Pasqual Maragall. ?Los dem¨¢s estar¨¢n de vacaciones? Encantado como un bosque, feliz con la fiesta del cambio -?amanece, que no es poco!- como tantos gallegos que nacen en Albacete o donde les d¨¦ la gana, estaba Jos¨¦ Luis Cuerda. Cada d¨ªa m¨¢s gallego, de lejos me pareci¨® reconocer a Suso de Toro. No pude llegar a ¨¦l. Una pena, quer¨ªa confirmar el rumor de que en el futuro cercano podr¨ªa ser el F¨¦lix de Az¨²a gallego. Seguiremos informando. En Galicia amanece, que no es poco.
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