A Dos Passos
La sequ¨ªa informativa del verano convierte en noticia de primera la otra sequ¨ªa, la pertinaz, el riesgo de incendios, siempre voraces, se multiplica, arde Portugal, arden Galicia, Catalu?a, Andaluc¨ªa, las llamas devoran hect¨¢reas de bosque y matorral y la visi¨®n del desierto creciente se convierte en pesadilla generalizada. La sequ¨ªa informativa del verano produce, tambi¨¦n, el afloramiento diario de paternales consejos para sobrevivir a las sucesivas olas de calor africano, el paisaje y la climatolog¨ªa se hermanan, los campos se queman y las ciudades requeman y consumen a sus habitantes. Madrid se cuece y sus vecinos se refugian en sus madrigueras como topos hasta que la noche viene a mitigar, someramente los rigores de la can¨ªcula.
En la penumbra de la habitaci¨®n, bajo el zumbido enga?oso del aire acondicionado, cualquier salida al exterior se antoja tan esforzada como in¨²til y el ¨²nico viaje apetecible es el que se efect¨²a sin moverse del sitio, sin m¨¢s ejercicio que el de pasar las p¨¢ginas de un libro de viajes. Viajes de entreguerras se llama el libro que el viajero inm¨®vil abre entre sus manos, el autor, el gu¨ªa, se llama John Dos Passos, yanqui de Chicago, con apellido portugu¨¦s, que sinti¨® -as¨ª se lee en el texto de solapa- una fascinaci¨®n inconmensurable por Espa?a y la cultura hisp¨¢nica, demostrada en cr¨®nicas y art¨ªculos viajeros entre 1916 y 1937.
El lector acompa?a al escritor de paseo por Madrid, en uno de los itinerarios que conforman el libro, que incluye, entre otros temas, un largo y ex¨®tico trayecto en el Orient Express y una excursi¨®n a pie tras las huellas de Don Quijote, El descubrimiento de Rocinante. Pero es tal la desgana, la galbana, de esta tarde de verano que el lector no piensa ir hoy m¨¢s all¨¢ de los contornos de Madrid que "igual que Washington, es una ciudad inventada" como se?ala John Rodrigo Dos Passos que conoci¨® el invento de primera mano en sus repetidas estad¨ªas madrile?as.
En esta ciudad, dos manzanas m¨¢s all¨¢ de donde el lector lee, hay un ins¨®lito y entra?able recordatorio de la presencia en Madrid del autor de Manhattan Transfer y El gran dinero, una peque?a y modesta cafeter¨ªa de barrio y de esquina que se llama desde hace d¨¦cadas, Dos Passos, en homenaje al que fuera fiel, aunque espor¨¢dico, cliente de un establecimiento que, por supuesto, se llamaba de otra forma.
No es una esquina cualquiera, en la encrucijada que forman las calles de San Bernardo, de los Reyes y del Pez, est¨¢n el Palacio de Justicia y el antiguo Conservatorio, hoy Escuela Superior de Canto, y hasta mediados del siglo pasado estuvo tambi¨¦n la Universidad, cuyos severos y nobles edificios ocupan hoy servicios auton¨®micos y docentes.
Las primeras palabras de Viajes de entreguerras sobre la ciudad de Madrid, figuran en el pr¨®logo de El descubrimiento de Rocinante: "El viajero estaba sentado en un banco de felpa amarilla, en el caf¨¦, El Oro del Rin, plaza de Santa Ana, Madrid". La plaza de Santa Ana, es el observatorio y mentidero favorito de Dos Passos en el Madrid de 1920: "Todos los senderos de grava de la plaza de Santa Ana estaban atestados de sillas de paja. En una esquina, una fila de siete m¨²sicos ciegos, con violines, un cello, guitarras y un cornet¨ªn lastimero, tocaba el Danubio Azul entre florituras y resuellos".
En sus cr¨®nicas madrile?as, el escritor norteamericano, descifra la melod¨ªa, la canci¨®n eterna de la vida pol¨ªtica madrile?a y espa?ola, que es la que se inspira en los caf¨¦s, se escribe en el Ateneo, se pronuncia en el Parlamento y nunca se ejecuta con arreglo a la partitura. Los caf¨¦s son para los madrile?os, "lo que era el ¨¢gora para los atenienses", deduce y acierta el escritor.
En 1916, Dos Passos ha escuchado despotricar a Valle- Incl¨¢n en un mes¨®n contra la europeizaci¨®n de Espa?a con tono apocal¨ªptico y melodram¨¢tico. En 1933, cuando regresa, esa "europeizaci¨®n" se vislumbra en el tel¨®n de fondo de la Rep¨²blica. Dos Passos ha venido esta vez con el encargo editorial de escribir un libro que no terminar¨ªa y que pensaba titular, La Rep¨²blica de los hombres honestos.En 1937 escribir¨ªa sus ¨²ltimas cr¨®nicas madrile?as, Madrid bajo sitio en la Gran V¨ªa de las bombas y los obuses.
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