Inc¨®gnitas espaciales
Con el regreso a la Tierra de los siete astronautas del transbordador Discovery, la NASA puede respirar tras casi dos semanas de trabajo fren¨¦tico, durante las que ha controlado las actividades en ¨®rbita, ha hecho estudios de riesgos contrarreloj y ha tenido que tomar decisiones sobre la seguridad de los astronautas. Ha sido la primera misi¨®n tras dos a?os y medio de par¨®n en la flotilla de transbordadores a ra¨ªz del accidente del Columbia, en 2003, y ha demostrado la alta capacidad tecnol¨®gica de la NASA, con el despliegue de c¨¢maras en todos los rincones de la nave y de la base espacial para filmar con gran detalle, en condiciones extremas, el lanzamiento. Sin embargo, en lugar de resolver inc¨®gnitas sobre la seguridad de los transbordadores para reanudar la construcci¨®n en ¨®rbita de la Estaci¨®n Espacial Internacional (ISS), el vuelo del Discovery ha abierto interrogantes de largo alcance.
El primero ser¨ªa hasta qu¨¦ punto es factible aumentar la seguridad de estas naves sumamente complejas y ya anticuadas, descontado que toda actividad espacial es muy arriesgada. Aunque todo parec¨ªa haber ido perfectamente en el lanzamiento, el 26 de julio, las nuevas c¨¢maras instaladas captaron el desprendimiento de trozos de gomaespuma de tama?o considerable mientras la nave se elevaba desde Florida. Se reproduc¨ªa as¨ª el problema que condujo al accidente del Columbia. La agencia espacial tom¨® una decisi¨®n fulminante: ning¨²n transbordador volver¨¢ a salir al espacio mientras no se entienda el problema y se arregle.
?Y ahora qu¨¦? La NASA no sabe cu¨¢ndo volver¨¢n a volar los transbordadores y no se puede dise?ar un nuevo calendario de montaje en ¨®rbita de la ISS. El plan del presidente Bush es que los transbordadores sean retirados de servicio en 2010, pero EE UU no tiene todav¨ªa un sistema de transporte espacial alternativo y es muy poco probable que pueda estar listo antes de cinco a?os. ?Aguantar¨¢n los transbordadores hasta 2010 como veh¨ªculos orbitales ¨²tiles? ?O ser¨¢ tan pesado y costoso su mantenimiento y servicio, en tierra y en el espacio, que se cuestione su continuidad? La propia existencia de la estaci¨®n orbital est¨¢ cada vez m¨¢s cuestionada, y no s¨®lo entre la comunidad cient¨ªfica, que siempre la ha considerado poco ¨²til y muy costosa: la inversi¨®n alcanza casi 81.000 millones de euros.
Los socios internacionales de la estaci¨®n, sobre todo Europa, Jap¨®n y Rusia, dependen del socio principal, EE UU, para cumplir sus planes de vuelos espaciales tripulados. ?Cu¨¢ndo podr¨¢ volar a la ISS el astronauta de la Agencia Europea del Espacio (ESA) que iba a viajar en el pr¨®ximo vuelo del Atlantis? ?Cu¨¢ndo podr¨¢ un transbordador poner en ¨®rbita el m¨®dulo europeo Columbus que lleva a?os preparado? ?Cu¨¢ndo ir¨¢ a la estaci¨®n la nueva nave de carga de la ESA? Jap¨®n tiene problemas parecidos a los de Europa, pero Rusia afronta una situaci¨®n diferente. Tambi¨¦n depende de la NASA para mantener su actividad en la estaci¨®n orbital, pero desarrolla un papel esencial, ya que desde el accidente del Columbia proporciona las ¨²nicas naves disponibles, las soyuz y las progress, para el transporte de astronautas y cargas. Y no va a continuar haci¨¦ndolo indefinidamente a no ser que cobre directamente por el servicio (hasta ahora lo hace para saldar deudas pasadas con la NASA).
La actividad espacial supone un constante reto tecnol¨®gico, pero para aprovecharlo plenamente hay que planear con mucho cuidado y visi¨®n muy amplia los objetivos, los riesgos, las capacidades y las inversiones que requiere. Presentar cada misi¨®n como un mero espect¨¢culo conduce a callejones sin salida e inc¨®gnitas nefastas.
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