Seis 'willis'

Ahora hay hasta cuatro teatros en la Gran V¨ªa madrile?a que hacen tintinear desde cada tarde sus hileras de bombillas a lo Broadway anunciando ballets, comedias musicales o compa?¨ªas de danza espa?ola. Es un renacer prometedor ante el que hay que sensibilizarse pues no es tarea f¨¢cil despu¨¦s de d¨¦cadas en que all¨ª s¨®lo hubo cines masificados. En el teatro hom¨®nimo, que se abre con la intenci¨®n de dedicarse en especial a la danza, se presenta hasta el domingo el Ballet Nacional de Moldavia en Giselle con la Orquesta Filarm¨®nica de aquel pa¨ªs.

En los moldavos todo es hoy modesto hasta lo pobre. No puede decirse, pues ser¨ªa injusto, que sean malos artistas o desalmados impostores: esto es lo que hay y lo que tienen, lo que pueden ofrecer, y el resultado se resiente de tales carencias: producci¨®n anticuada, plantilla irregular, escasez de personal esc¨¦nico, tanto, que s¨®lo hay seis willis. Nunca he visto tal rebaja en el n¨²mero de esp¨ªritus vengativos del segundo acto de la obra (al menos son seis, y respeta el canon de progresi¨®n num¨¦rica original, aunque no es suficiente consuelo). Los ¨²nicos alicientes llegan de la orquesta, algo reducida pero con empaste y un excelente viola, y de la mano de la bailarina principal, Nadiezda Schpassiova, una solista sensible, que maneja con solvencia su t¨¦cnica y que se atiene a una versi¨®n est¨¢ndar de corte moscovita: el estilo del Bolshoi est¨¢ m¨¢s que presente, dominando.