Precauci¨®n obligada
El primer ministro brit¨¢nico anunci¨® la semana pasada el final de la tolerancia con cualquier manifestaci¨®n del extremismo islamista. El Gobierno ha comenzado a poner en pr¨¢ctica el nuevo discurso, que Tony Blair pretende plasmar en una docena de reformas legales, con la detenci¨®n y anuncio de la pr¨®xima deportaci¨®n de 10 radicales isl¨¢micos considerados una amenaza para la seguridad nacional, entre ellos el jordano Abu Qutada, jefe espiritual de Al Qaeda en Europa e inspirador del 11-M. Londres ha prohibido tambi¨¦n el regreso a su territorio al im¨¢n sirio Omar Bakri Mohamed, que apoya y justifica el terrorismo islamista, una decisi¨®n elogiada por el Consejo Musulm¨¢n del Reino Unido.
El nuevo frente contra el terror apunta especialmente a sus inspiradores, con demasiada frecuencia acogidos a la hospitalidad de Londonist¨¢n. Pero no le va a resultar f¨¢cil al Gobierno laborista llevar a la pr¨¢ctica sus prop¨®sitos de expulsi¨®n de los predicadores incendiarios que incitan al exterminio. Las leyes antiterroristas brit¨¢nicas son muy severas (herencia del IRA), pero no tanto con la soflama que allana el camino a la bomba y cuya vinculaci¨®n directa es siempre dif¨ªcil de probar. Londres, adem¨¢s, tiene incorporada a su legislaci¨®n la Convenci¨®n Europea de Derechos Humanos, que prev¨¦ para los deportados garant¨ªas contra la tortura. Mientras las leyes no cambien, la decena de extremistas detenidos el jueves tiene el derecho de apelar ante los jueces su deportaci¨®n.
Organizaciones de derechos humanos critican la coartada que permitir¨¢ la expulsi¨®n de los detenidos a pa¨ªses isl¨¢micos, previa garant¨ªa de que no ser¨¢n sometidos a torturas. Que Londres haya llegado a un acuerdo de este tipo con Jordania y pretenda hacerlo con Argelia o L¨ªbano, alegan, es papel mojado dada la nula credibilidad en este terreno de los pa¨ªses de destino. Blair, en cualquier caso, no parece dispuesto a pararse en barras. Quiere dar a la seguridad nacional igual peso que la protecci¨®n de los derechos individuales para evitar que, como ha sucedido antes, los jueces rechacen la deportaci¨®n de extranjeros invocando las garant¨ªas europeas contra los malos tratos.
Los argumentos contra los incitadores no pueden ser discutidos. El extremismo doctrinal es el ox¨ªgeno que alienta atrocidades como las de julio en Londres. Las pr¨¦dicas incendiarias provocan miedo y resentimiento y constituyen un profundo elemento de ruptura social. Pero Blair tendr¨¢ que hilar muy fino, pese al decidido apoyo popular y a la promesa de usar las leyes con extrema precauci¨®n, para evitar que su legislaci¨®n antiterrorista acabe socavando libertades fundamentales en un pa¨ªs referente del sistema democr¨¢tico.
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