Tomar algo
Prefiero los antip¨¢ticos a los graciosos. El otro d¨ªa, en la puerta de mi casa, me encontr¨¦ con un antiguo conocido al que nunca he podido soportar. Es de esas personas que tienen la permanente necesidad de bromear mientras sonr¨ªen, para subrayar que su ocurrencia debe ser incluida urgentemente dentro de la categor¨ªa del humor buen¨ªsimo. Para ligar con una chica, por ejemplo, son capaces de preguntarle, como si nadie lo hubiera hecho antes, eso de: "Dime, preciosa, ?qu¨¦ planes tienes para el resto de tu vida?".
Como hac¨ªa tiempo que no nos ve¨ªamos, el hombre quiso invitarme a beber algo. Rehus¨¦ su ofrecimiento dici¨¦ndole, muy compungido, que hab¨ªa quedado con una amiga para tomar una copa. Al terminar mi excusa, pens¨¦: "Ahora me preguntar¨¢, sonriendo, si mi amiga tiene una amiga".
Al terminar, llam¨¦ a la amiga que me hab¨ªa imaginado en mi excusa. Elegirla hizo que me sintiera much¨ªsimo menos culpable
-Oye, ?y tu amiga no tendr¨¢ una amiga? Lo digo porque as¨ª podr¨ªamos ir a tomar algo los cuatro. Lo pasar¨ªamos muy bien. Conozco todos los bares de Espa?a.
Tras re¨ªrme sonoramente por su gracios¨ªsima ocurrencia, le dije que no insistiera. Logr¨¦ sac¨¢rmelo de encima en algunos minutos, cansado pero tambi¨¦n contento porque el hombre, como ya han adivinado ustedes, me hab¨ªa dado la idea para uno de mis c¨¢lculos.
El gracioso presum¨ªa, metaf¨®ricamente, de conocer todos los bares de Espa?a. Las matem¨¢ticas y las met¨¢foras, por suerte, pertenecen a ¨®rdenes de realidad bastante diferentes. Por tanto, ?cu¨¢nto tiempo necesitar¨ªamos para conocer, f¨ªsicamente, todos los bares de Espa?a? No es un c¨¢lculo especialmente complicado. Sub¨ª a casa y busqu¨¦ desesperadamente mi calculadora.
En nuestro pa¨ªs hay 280.000 bares. Si tomamos una copa cada noche en un local distinto, necesitar¨ªamos 767 a?os para visitarlos todos. Siete siglos y medio saliendo cada noche.
Al terminar de realizar mi c¨¢lculo, llam¨¦ por tel¨¦fono a la amiga que me hab¨ªa imaginado en mi excusa. Elegirla hizo que me sintiera much¨ªsimo menos culpable. Le propuse salir a tomar algo. Por suerte, la chica no ten¨ªa nada mejor que hacer esa noche. Quedamos en un bar que hay debajo de su casa, uno de los 280.000 que hay distribuidos por Espa?a. Tomamos varios gin-tonics de Bombay, y nos re¨ªmos como locos explic¨¢ndonos la vida. Fue de esas contad¨ªsimas ocasiones en las que todo cuadra, y las cosas, de repente, se llenan de sentido.
"Hay que repetirlo m¨¢s veces", me dijo ella cuando salimos algo bebidos del local. Y entonces, no s¨¦ si por la mala influencia del gracioso, o porque el alcohol hab¨ªa exterminado parte de mis neuronas, ca¨ª como un tonto en el t¨®pico y le dije, gui?¨¢ndole un ojo: "Tienes raz¨®n, guap¨ªsima, hay que repetir. ?Qu¨¦ planes tienes para los pr¨®ximos siete siglos y medio?". Al o¨ªrme decir eso, hizo un gesto desagradable y empez¨® sus rituales de despedida. Fui, por contagio, un maldito gracioso. Ella estuvo much¨ªsimo mejor. Simplemente fue antip¨¢tica.
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