No fue el verbo sino el porno
Los productores de esos numerosos reality-shows que se preparan para nuestro septiembre (el ¨²nico misterio: ?cu¨¢ntos ser¨¢n?) no se atreven a decirlo para no deslegitimarse, pero saben muy bien que las primeras telerrealidades voyeur, valga la redundancia, de este g¨¦nero apabullante no ocurrieron en las peque?as pantallas de la televisi¨®n, sino en las todav¨ªa m¨¢s peque?as de Internet; y no estaban rodeados 24 horas sobre 24 por ocultas y sofisticadas c¨¢maras, sino por primitivas y borrosas webcam, y los primeros h¨¦roes de los casting no eran v¨ªrgenes cat¨®dicos, sino que llevaban mucho tiempo follando por los plat¨®s. Y, lo m¨¢s importante, siempre fueron realitys de pago, con tarjeta Visa y factura discreta, porque el voyeurismo nunca fue gratis y por eso mismo es pecado.
La audiencia oler¨¢ el porno reprimido detr¨¢s del formato aunque no sepa de d¨®nde procede el tufo
En el principio de El Gran Hermano, La granja, La isla de los famosos y todas esas declinaciones de importaci¨®n con los que nuestra Telef¨®nica, como propietaria de Endemol, hizo su agosto planetario, no fue el verbo de los encerrados en el plat¨®. En el principio de las telerrealidades fue el porno propiamente dicho. Fueron los c¨¦lebres sitios X de la Red que, cansados de reproducir minipel¨ªculas gonzo y viendo que el negocio declinaba por culpa de los DVD con bonus del mismo follaje, decidieron pasar a la acci¨®n y enclaustraron durante meses en una casa real, que generalmente simulaba un colegio de se?oritas o plat¨®s por el mismo estilo fisg¨®n, a media docena de bellezas de los seis biotipos femeninos dominantes en el planeta X, a saber: rubia opulenta, rubia ani?ada, morena latina, mulata caribe?a, exotismo del sureste asi¨¢tico y pelirroja con pecas.
El intr¨ªngulis de la primera telerrealidad realmente existente era bastante complicado. Se trataba de seguir a las chicas por toda la casa haciendo clic con el rat¨®n del ordenador por las diversas pantallas en las que se divid¨ªa el voyeur porno fundacional y que reproduc¨ªan el plano del colegio, desde el ba?o y el dormitorio hasta la cocina y el living. Hasta aqu¨ª, nada muy distinto a la planimetr¨ªa del Gran Hermano y derivados. Pero hab¨ªa dos diferencias sustanciales respecto a estos herederos televisivos que nos invadir¨¢n en oto?o. La primera es que en lugar de ir semidesnudas y ocultar las intimidades impronunciables, en los realitys pioneros de la web siempre iban radicalmente desnudas, o cosas peores, y nunca cerraban las puertas de la intimidad. La segunda diferencia era meramente tecnol¨®gica. En el Peque?o Hermano de Internet se trataba de un porno interactivo e incluso se pod¨ªan dialogar guarradas online con las bellezas encerradas; mientras que en estos seudopornos de televisi¨®n generalista s¨®lo te limitas a mirar lo que los de Endemol quieren que mires y lo ¨²nico que permiten es intuir movimientos bajo el edred¨®n, el ya famoso edredoning.
En su evoluci¨®n darwiniana, los pornos de la web y seguramente para fidelizar m¨¢s la Visa de los voyeurs que no le temen al pecado mortal, introdujeron variaciones en el casting. No hab¨ªa mezcla de g¨¦neros a pesar de que se trataba de mezclar razas, lo cual le daba al reality X, pero no XX, una dimensi¨®n er¨®tica exclusivamente l¨¦sbica. Y un d¨ªa, los machos visitantes del colegio de se?oritas hicieron su irrupci¨®n en la casa. Y ocurrieron dos novedades. Se ve¨ªa follar con todo detalle, sin edredones, y lo m¨¢s revolucionario: los encerrados empezaron a charlar en el living durante largas horas de conexi¨®n, y no precisamente ADSL, con la web pecaminosa. Lo cual, en genial l¨®gica comercial, aumentaba al mismo tiempo las facturas de Telef¨®nica y las Visa. Si los actores del plat¨® tardaban m¨¢s en hacerlo, si alargaban los proleg¨®menos verbales hasta el infinito, entonces el negocio era el verbo.
?sta es la rigurosa y flem¨¢tica arqueolog¨ªa audiovisual del Gran Hermano y etc¨¦tera. Pues bien, nadie me quita de la cabeza que Juan de Mol, o uno de los empleados de esa f¨¢brica de realitys llamada Endemol y que, repito, es filial de nuestra santa Telef¨®nica, estaba pecaminosamente enganchado a esos sitios porno de Internet y plagi¨® descaradamente el formato. Eliminando, eso s¨ª, las webcam del ba?o y bajo los edredones.
Por eso mismo, en esos futuros encierros de septiembre con las c¨¢maras de televisi¨®n, todo sonar¨¢ a porno por los cuatro costados y por las cuatro paredes, aunque no existan expl¨ªcitos planos X o XX. Pero la audiencia global, que no es tonta y adem¨¢s es muy pecaminosa, como todos, oler¨¢ el porno reprimido y fundacional detr¨¢s del formato aunque no sepa con precisi¨®n de d¨®nde procede el tufo.
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