B-16 vuelve a casa
El Papa que inici¨® ayer en Alemania su primer viaje oficial es todav¨ªa un desconocido. Se sabe casi todo de Joseph Ratzinger, el te¨®logo renovador del Concilio Vaticano II que vir¨® hacia el conservadurismo a finales de los sesenta, el guardi¨¢n de la ortodoxia que manej¨® con pu?o de hierro y guante de seda la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, el amigo y colaborador de Juan Pablo II. Benedicto XVI, sin embargo, no ha publicado a¨²n ninguna enc¨ªclica, no ha expresado un proyecto para su pontificado ni ha modificado la Curia que hered¨® de su antecesor. Los primeros meses de Juan Pablo II fueron un torbellino de actividad. El arranque del nuevo papado ha sido todo lo contrario: un remanso de continuismo en un Vaticano que, inm¨®vil durante a?os debido a la enfermedad de Karol Wojtyla, parece anclado en la inercia.
La casualidad ha querido que el primer viaje de Benedicto XVI se desarrolle en su propio pa¨ªs, Alemania, seg¨²n un formato multitudinario que Juan Pablo II dise?¨® a la medida de sus peculiares caracter¨ªsticas personales: Ratzinger se enfrentar¨¢ el s¨¢bado, durante la vigilia, y el domingo, durante la misa, a una gigantesca concentraci¨®n de j¨®venes, un mill¨®n seg¨²n las previsiones del Obispado de Colonia, llegados de casi todos los pa¨ªses del mundo (incluyendo, como novedad, una delegaci¨®n de China) para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud. Wojtyla no necesitaba decir nada para electrizar a su audiencia: su persona era el mensaje. Ratzinger no transmite sensaciones de forma f¨ªsica, y ¨¦l lo sabe. Su medio siglo de carrera eclesi¨¢stica se ha basado en la palabra. Los discursos de estos d¨ªas deber¨ªan ofrecer pistas sobre sus prioridades y dar la medida de su capacidad para conectar con la multitud y con una realidad ajena al ambiente vaticano.
Se espera que Benedicto XVI (o B16, como se abrevia su nombre papal en las camisetas juveniles de Colonia) insista en la necesidad de redescubrir las ra¨ªces cristianas de Europa, una cuesti¨®n que le preocupa desde su ¨¦poca como cardenal. Tambi¨¦n resultan probables las menciones al ecumenismo y al di¨¢logo entre religiones: sus contactos con el protestantismo alem¨¢n son antiguos y s¨®lidos y en Colonia se reunir¨¢ con miembros de las comunidades jud¨ªa y musulmana.
La principal inc¨®gnita gira en torno a las posibles referencias a la moral sexual y a la relaci¨®n de la Iglesia con el Estado laico. El catolicismo alem¨¢n es mucho m¨¢s progresista que el legado por Wojtyla y no ve con malos ojos la plena comuni¨®n de los divorciados o una mayor participaci¨®n de la mujer en el rito. La Di¨®cesis de Colonia, la m¨¢s rica de Europa, ha encajado sin protestas la sentencia del Tribunal Constitucional que desaconseja los s¨ªmbolos religiosos en las aulas. Los obispos alemanes se parecen muy poco a los de otros pa¨ªses europeos. Hasta cierto punto, el pont¨ªfice alem¨¢n Ratzinger puede sentirse un extranjero en su tierra. Ser¨¢ interesante ver c¨®mo se maneja en un pa¨ªs que le acoge con los brazos abiertos, pero con un esp¨ªritu cr¨ªtico al que Benedicto XVI no est¨¢ habituado.
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