Gafas para las orejas
En una parte del Hollywood actual est¨¢n convencidos de que el secreto no est¨¢ en la masa, sino en el envoltorio de la pizza. All¨ª donde se agotan las ideas, la gran novedad no radica en mirar a los cl¨¢sicos ni en remover las neuronas a la caza y captura de ingeniosas primicias que ofrecer a los ni?os. El futuro, como casi todo en la existencia de la mayor¨ªa de la prole, est¨¢ en el centro comercial, en el merchandising y en la parafernalia que acompa?a a una jornada de divertimento vespertino. Para los ejecutivos que han creado Las aventuras de Sharkboy y Lavagirl en 3-D, lo esencial no era la historia que iban a contar a sus presumibles espectadores, sino el hecho de que a la entrada del cine les van a hacer entrega de unas supergafas fabricadas con cristales de colores y unas patillas de cart¨®n unidas por una gomilla de toda la vida. Unas lentes que deber¨¢n sufrir a lo largo de m¨¢s de una hora para poder ver en tres dimensiones una aburrid¨ªsima historia de ¨ªnfima calidad cuya mayor influencia viene ofrecida por los videojuegos de lucha, patad¨®n y tentetieso.
LAS AVENTURAS DE SHARKBOY Y LAVAGIRL EN 3-D
Direcci¨®n: Robert Rodr¨ªguez. Int¨¦rpretes: Taylor Lautner, Cayden Boyd, Taylor Dooley, Kristin Davis. G¨¦nero: infantil. EE UU, 2005. Duraci¨®n: 93 minutos.
"Rosa para las chicas, azul para los chicos", dice una de las protagonistas de la pel¨ªcula al entregar otras gafas m¨¢gicas a sus compa?eros de vuelo en un avi¨®n futurista. ?Pero todav¨ªa andamos con estas zarandajas sobre los colores masculinos y femeninos! Desde luego, con gestos como ¨¦ste queda anulado cualquier otro intento de modernizaci¨®n de la trama, por ejemplo, esa presentaci¨®n de la ni?a como una hero¨ªna m¨¢s, al nivel de los ni?os, y no como una princesa pasiva presta para ser salvada por el ¨¢gil y valiente pr¨ªncipe.
S¨®lo una semana despu¨¦s de estrenar en Espa?a Sin City, el ubicuo Robert Rodr¨ªguez regresa con este artefacto sin bater¨ªa en el que ha firmado nada menos que la direcci¨®n, el gui¨®n, la producci¨®n, el montaje, la fotograf¨ªa y la banda sonora. Desde luego, Rodr¨ªguez har¨ªa bien en diversificar m¨¢s sus pel¨ªculas y sus tareas, porque su prol¨ªfico car¨¢cter profesional est¨¢ hundiendo el poco cr¨¦dito que ten¨ªa. A la historia de Las aventuras..., sin ir m¨¢s lejos, le sobra buena parte de la violencia que ya le sobraba a Sin City. Las sobredosis de luchas de artes marciales que vemos cada d¨ªa en las pel¨ªculas no son, ni mucho menos, reflejo de que los gimnasios est¨¦n llenos de cr¨ªos practicando k¨¢rate o taekwondo, sino de que las habitaciones de las casas est¨¢n repletas de chavales en pleno ¨¦xtasis con los videojuegos de lucha de la playstation. Para ellos est¨¢ destinada esta pel¨ªcula que, para rematar la faena, ni siquiera contiene unos trabajados efectos especiales que hagan que las tres dimensiones sirvan para algo m¨¢s que para colocarse unas gafas y ponerse rojas las orejas. Cualquier atracci¨®n de medio pelo de un parque tem¨¢tico cualquiera contiene mejores efectos tridimensionales que la pen¨²ltima barrabasada de Robert Rodr¨ªguez.
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