Mirar el futuro a los ojos
Me lo solt¨® de repente mi sobrino Daniel, como una reflexi¨®n propia: en el fondo, la verdadera competencia de una empresa es su clientela. Nosotros, los profesionales lo haremos mejor que t¨² para que t¨², a tu vez, te concentres en tu propia profesi¨®n. Casi siempre gana la empresa: no te limpies los trajes, p¨¢sate por la tintorer¨ªa; no vayas a comer a casa, p¨¢sate por el restaurante; no te organices las vacaciones, p¨¢sate por la agencia de viajes...
Y lo mismo ocurre, claro, en las propias empresas: ?C¨®mo organizamos ahora el encuentro de todas las filiales? Busquemos una empresa... ?C¨®mo mejorar nuestra imagen? Busquemos una empresa... Quiz¨¢ no se controle tanto el resultado, quiz¨¢ sea un poco m¨¢s caro, quiz¨¢ no sea tan c¨®modo, ni tan privado, pero nos quitamos un buen peso de encima.
Algunos metros y varias generaciones tecnol¨®gicas separan los dos instrumentos fotogr¨¢ficos. Ambos est¨¢n afinados y cuidados con primor
Para inventar una nueva empresa nada como buscar un qu¨¦ para un qui¨¦n... Luego todo es seducir y sustituir. La competencia de una empresa con su clientela es m¨¢s trascendente que la competencia entre empresas. Una empresa puede sobrevivir con la competencia de otras empresas, pero ni siquiera arranca cuando no logra vencer la competencia de sus clientes. En general ganan las empresas, pero no siempre. Incluso es posible que el usuario se revuelva y venza gracias, eso s¨ª, a otra clase de empresas. Es lo que ha empezado a ocurrir con muchas nuevas tecnolog¨ªas. Con ellas el lema de la empresa cambia radicalmente de signo: ?h¨¢ztelo t¨² mismo! Con el m¨®vil no hay que estar pendiente de las cabinas; con una peque?a y casi perfecta c¨¢mara digital en la mano, uno detiene el tiempo como, cuando y cuantas veces desee...
El caballero de la foto mira serenamente preocupado la moderna c¨¢mara fotogr¨¢fica de Guerrero. Por el descarado desenfoque del fondo, se dir¨ªa que Guerrero no ha querido acercarse demasiado y ha usado una ¨®ptica larga. El clic a esa distancia es inaudible. Pero el fot¨®grafo ambulante conoce el rinc¨®n. En ¨¦l domina cada gesto, cada sonido, cada luz y cada sombra durante cada instante del d¨ªa. Imposible sorprenderle. El aire, de alg¨²n modo, le ha llevado una se?al imperceptible. Y ¨¦l ha tenido el tiempo justo de levantar las cejas y dejar que sus gafas oscuras resbalen un cent¨ªmetro nariz abajo. Las miradas de ambos fot¨®grafos se han encontrado a trav¨¦s del obturador. Ahora el caballero de la foto espera, palma sobre palma, un gui?o o gesto de disculpa, que ya ha decidido aceptar de antemano. ?l no podr¨ªa robar instant¨¢neas como ¨¦sta.
Algunos metros y varias generaciones tecnol¨®gicas separan los dos instrumentos fotogr¨¢ficos. Ambos est¨¢n afinados y cuidados con primor. Ambos son profesionales. Ambos son empresa de un solo empresario. Uno cumple con un servicio, el otro es un artista. No hay competencia posible entre ellos. Sus clientelas son disjuntas y felices. El fot¨®grafo ambulante exhibe a algunos de sus clientes en un costado de su viejo aparato y para ¨¦l es un orgullo que aparezcan en la foto del colega. Curiosamente, se dir¨ªa que son ni?as y que ninguna sonr¨ªe. Pero eso no significa que no sean clientes satisfechos. Durante mucho tiempo, no se sabe bien por qu¨¦, nadie sonre¨ªa a c¨¢mara. Quiz¨¢ fuera la imponente presencia de la m¨¢quina o quiz¨¢ fuera el respeto solemne que da mirar el futuro a los ojos. He visto fotograf¨ªas antiguas en las que aparecen m¨¢s de doscientas personas mirando a c¨¢mara sin una sola sonrisa.
Los fot¨®grafos ambulantes son empresarios que han sucumbido ante la competencia de su clientela. No los veremos m¨¢s. La c¨¢mara digital est¨¢ en el bolsillo de los que antes reclamaban sus servicios. Ahora se sonr¨ªe todo lo que la dentadura da de s¨ª. Todo lo que empieza acaba... o se transforma.
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