La batalla final del canciller Schr?der
El l¨ªder socialdem¨®crata acude a las elecciones criticado por su gesti¨®n econ¨®mica y cuestionado por su partido
Nadie apuesta un euro por la victoria del canciller alem¨¢n, el socialdem¨®crata Gerhard Schr?der, en las elecciones federales del pr¨®ximo 18 de septiembre, si el Tribunal Constitucional concede la necesaria venia. Schr?der es un luchador nato, curtido en muchos a?os de lucha pol¨ªtica, con una proverbial buena fortuna. Le ayuda el recuerdo de su victoria en las elecciones de 2002, cuando se encontraba, aunque no tanto como ahora, demosc¨®picamente muerto.
Se halla Schr?der enzarzado en lo que casi todos consideran la batalla final de su carrera pol¨ªtica. Tras siete a?os de Gobierno de coalici¨®n entre los socialdem¨®cratas (SPD) y Los Verdes, el balance resulta aterrador: Alemania es el pa¨ªs de la Uni¨®n Europea con menor crecimiento econ¨®mico; con cinco millones de parados se han batido todas las marcas de desempleo desde el final de la II Guerra Mundial; el alumno modelo europeo incumple un a?o tras otro el l¨ªmite del 3% de d¨¦ficit p¨²blico establecido por los criterios de Maastricht; el endeudamiento del sector p¨²blico ronda el bill¨®n y medio de euros y cada alem¨¢n nace con una deuda de 18.000; las cajas de seguridad social necesitan pedir un cr¨¦dito para poder pagar las rentas a los jubilados; todos los d¨ªas se destruyen unos 1.000 puestos de trabajo y unas 40.000 peque?as y medianas empresas quiebran cada a?o.
Con cinco millones de parados se han batido todas las marcas de desempleo desde 1945
Hasta la buena suerte parece haber abandonado a Schr?der. El que en su d¨ªa present¨® el canciller como gran taumaturgo capaz de solucionar el problema del paro, su amigo el jefe de personal de Volkswagen Peter Hartz, result¨® un completo fiasco. Hartz prometi¨® en agosto de 2002 un plan "con el que en los pr¨®ximos tres a?os bajaremos el paro en dos millones". Ocurri¨® lo contrario: el desempleo aument¨® hasta cinco millones. Por si fuera poco, el mismo Hartz, que dio el nombre a la reforma del mercado laboral, ha tenido que dimitir de su cargo de jefe de personal de Volkswagen al salir a relucir la corrupci¨®n que se hab¨ªa enquistado entre los ejecutivos y el comit¨¦ de empresa. Entre los detalles menos apetitosos se descubri¨® que Hartz y otros ejecutivos y dirigentes sindicales se dedicaban a fornicar con cargo a la tarjeta de cr¨¦dito de la empresa. Una prostituta brasile?a declar¨® en el sensacionalista Bild Zeitung que viaj¨® desde su puesto de trabajo en un local de Lisboa a un hotel de lujo de Par¨ªs para un encuentro amoroso pagado con el padre de la reforma del mercado laboral alem¨¢n y hombre de confianza de Schr?der.
No obstante, Schr?der a¨²n no ha tirado la toalla y conf¨ªa en conseguir dar la vuelta a la tortilla y repetir el triunfo de hace tres a?os. Y por si esto no ocurre, el canciller trata al menos de pulir su imagen para la historia como el l¨ªder socialdem¨®crata que fue capaz de poner en marcha las reformas sociales que Alemania necesita con urgencia para recuperar su papel de locomotora de la UE.
Schr?der lucha esta vez casi en solitario, rodeado de la indiferencia y el des¨¢nimo de su propio partido. Desde que lleg¨® al poder hace siete a?os, en el oto?o de 1998, el SPD ha sufrido un descalabro tras otro en casi todas las elecciones en los Estados federados. En muchos de ellos la socialdemocracia ha batido todas las marcas negativas desde el final de la II Guerra Mundial. El n¨²mero de afiliados al SPD cay¨® en picado: de 775.000 en 1998 a algo menos de 600.000 ahora. En el mismo periodo de tiempo los poderosos sindicatos alemanes, tradicional aliado de la socialdemocracia, han perdido 1,3 millones de afiliados: de 8.310.783 millones en 1998 a 7.013.037 el a?o pasado.
Esta desmovilizaci¨®n de la izquierda alemana responde en gran parte a la pol¨ªtica de recortes sociales puesta en marcha por el Gobierno de Schr?der con la llamada Agenda 2010, que prev¨¦ la reforma del mercado laboral, la sanidad y las jubilaciones. El ala izquierda del SPD se traga a Schr?der como el sapo obligado. El canciller es el ¨²nico l¨ªder socialdem¨®crata capaz de ganar votos y asegurar el mayor n¨²mero posible de puestos y esca?os en el futuro Parlamento Federal (Bundestag). A la izquierda del SPD se ha formado la llamada Alternativa Electoral para el Trabajo y la Justicia Social (WASG) con sindicalistas y socialdem¨®cratas disidentes encabezados por el antiguo aliado de Schr?der y hoy enemigo ac¨¦rrimo Oskar Lafontaine. ?stos no aceptan lo que califican de pol¨ªtica neoliberal de Schr?der. La WASG, aliada con los poscomunistas del Partido del Socialismo Democr¨¢tico (PDS), ha formado el Partido de la Izquierda, que amenaza con dar un tremendo bocado a los votos del SPD por la izquierda.
En la derecha de la socialdemocracia tampoco parece encontrar Schr?der el apoyo necesario para llevar adelante una campa?a electoral con fuerza y credibilidad. Los pesos pesados de su Gabinete, nada menos que el ministro del Interior, Otto Schily, el de Hacienda, Hans Eichel, y el de Econom¨ªa y Trabajo, Wolfgang Clement, parecen interesados en conservar sus cargos al precio que sea en un futuro Gobierno de gran coalici¨®n con los democristianos (CDU/CSU). Parece dif¨ªcil que se pueda socavar m¨¢s la lucha de Schr?der por una victoria que hoy d¨ªa parece demosc¨®picamente imposible. Al admitir de antemano la posibilidad de una gran coalici¨®n se reconoce que el SPD no puede ganar.
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