"Vi que no estaba sola, y dej¨¦ de beber"
Alcoh¨®licos An¨®nimos cumple medio siglo en Espa?a con casi 10.000 miembros
-Cog¨ª a mi mujer de la pechera. Y mi hijo, que entonces ten¨ªa 17 a?os, me dijo: "A ver a qui¨¦n vas a pegar, jod¨ªo borracho". Ella, como tantas veces, ten¨ªa esa mirada de terror, la misma de la protagonista de Te doy mis ojos.
Un tipo corpulento, de pelo cano, rememora su ¨²ltima borrachera, en la que los desplantes a su esposa estuvieron a punto de convertirse en algo m¨¢s grave. Acaba de presentarse. Como en las pel¨ªculas.
-Me llamo Antonio, soy alcoh¨®lico y hoy no he bebido.
-Hola, Antonio, -responden 10 voces.
Por la ventana entran gritos infantiles, ladridos y olor a calamares fritos. Esta escena puede estar repiti¨¦ndose ahora mismo hasta 497 veces. Es el n¨²mero de grupos de Alcoh¨®licos An¨®nimos (AA) que hay en Espa?a. Si se multiplica por 18 (los miembros que cada uno tiene de media), sale una cifra que roza las 10.000 personas. En 2005 est¨¢n de cumplea?os. Hace medio siglo un m¨¦dico de Madrid solicit¨® informaci¨®n a la sociedad de autoayuda, creada en Estados Unidos en 1935.
"Pens¨¦, 'son un hatajo de meapilas'. Pero quer¨ªa recuperar a mi familia. Y esto me cambi¨®"
Se sientan alrededor de una mesa, con una decena de folletos y vol¨²menes ordenados sobre ella. Carlos [su nombre es falso, como todos los citados, para respetar el anonimato que exigen], el moderador, abre un libro azul, su particular evangelio, y lee el "enunciado": "A A es una comunidad de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia..." Para entrar no se necesita carn¨¦, ni pagar cuotas, ni abstinencia, "el ¨²nico requisito", recita, "es el deseo de dejar la bebida". "?Alguna inquietud?, ?alguna alegr¨ªa?", pregunta al acabar.
Tres mujeres y siete hombres le miran en silencio. Desde la pared, tambi¨¦n mira Bill W., el hombre de negocios neoyorkino que fund¨® AA. Le rodean frases enmarcadas: Vive y deja vivir. Lo primero, primero. H¨¢galo con calma. Sentencias que cuelgan en las sedes de 100.000 grupos en 150 pa¨ªses. Aseguran tener m¨¢s de dos millones de miembros.
Carlos vuelve a abrir el libro, por la p¨¢gina 55, para releer los 12 pasos, el meollo del programa de AA. Empieza as¨ª: "Admitimos que ¨¦ramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se hab¨ªan vuelto ingobernables".
?l tiene 43 a?os. Hace 12, una madrugada, estaba en la Gran V¨ªa de Madrid, ciego de cerveza, whisky y coca¨ªna. Ya no era aquel adolescente que, cuando beb¨ªa, abandonaba sus complejos. Sino un profesor que se resguardaba en los rincones m¨¢s oscuros de los bares para vomitar demonios sobre un papel. No ten¨ªa trabajo e iba a perder a su esposa. Hab¨ªa intentado suicidarse. As¨ª que s¨®lo deseaba beber, beber hasta reventar. Entonces se acord¨® que le hab¨ªan hablado de AA. En la primera reuni¨®n vio a gente que sonre¨ªa. ?l llevaba a?os sin reir. Carlos es el primero en hablar.
-Mi verdadero cambio fue a los cuatro a?os de abstinencia, cuando me busqu¨¦ un padrino [un mentor], escrib¨ª mis resentimientos, mis miedos, y ped¨ª perd¨®n. Perdonar no es olvidar. Es librarse del dolor.
En los pasos de AA se dice que hay que realizar un inventario de los defectos, hacer una lista de las personas ofendidas, reparar el da?o causado, y llevar el mensaje de este "despertar espiritual" en el que se invoca a Dios, a otros. Un Dios, dicen, "tal y como nosotros lo concebimos".
-Gracias, Carlos, -corean.
Antonio, el hombret¨®n de pelo gris, le sigue. Tiene 55 a?os.
-Nadie me hablaba en casa. Estaba en la oficina de mi negocio, hasta las seis, hora en que me ten¨ªa que ir porque me hab¨ªan cortado la luz. Dej¨¦ de beber, as¨ª que sudaba tanto que empapaba el peri¨®dico.y se pegaba a la mesa. Un d¨ªa estaba abierto por la agenda. V¨ª el tel¨¦fono de AA y llam¨¦. O¨ª las primeras palabras amables en cinco d¨ªas.
De aquello hace 11 a?os.
-Como no dorm¨ªa, me le¨ª el libro en una noche, y pens¨¦, "¨¦stos son un hatajo de meapilas". Pero como lo ten¨ªa tan crudo, volv¨ª a ir, quer¨ªa recuperar a mi familia. Tard¨¦ cinco meses en bajarme de la burra, en pensar que ten¨ªa que dejar de beber por m¨ª. Este programa me cambi¨® y me mantiene sobrio.
Y hablar¨¢ Rub¨¦n, 58 a?os, el que siempre hu¨ªa, el que piensa que el alcoholismo es una enfermedad para obedientes, no para inteligentes. Y tambi¨¦n Sara, 38, que no pod¨ªa ni levantarse para dar de desayunar a sus hijos. Una noche, en una discoteca, coincidi¨® con un AA que sorb¨ªa kiwi con naranja. Seis a?os y ocho meses despu¨¦s, es lo que bebe ella. Luis, un ex militar suramericano, cuenta que toc¨® fondo en Madrid, despu¨¦s de haber perdido todo. Hay conceptos que se repiten. P¨¦rdida. Sufrimiento. Prepotencia. Cambio. Enfermedad. Hoy hace siete meses que Luis, de 29 a?os, dej¨® de beber.
Todos tienen dos edades, la del carn¨¦ de identidad y esa que les llena la boca al pronunciarla: el tiempo de abstinencia. El sello de su empe?o. Ellos no han abandonado. Viene mucha gente, dicen. Se queda muy poca. Alrededor de un 10%. No le funciona a todo el mundo. La m¨¢s joven, en ambas edades es Alicia. Cierra los ojos para escuchar. Es alta, rubia, y tiene 31 a?os. O cuatro meses y medio.
-Aqu¨ª v¨ª espejos. No me sent¨ª sola, sino acompa?ada, y dej¨¦ de beber. Creo que todo se puede recomponer.
Carlos alarga una bolsa de tela negra para que metan la mano y nadie sepa si ponen dinero o no. Es su ¨²nica forma de financiaci¨®n, aunque visiten instituciones y alcaldes: "La gente gasta la mayor parte del tiempo en pedir subvenciones. Nosotros, en contar lo que hacemos".
-Con el tema de Dios me cabre¨¦ much¨ªsimo, porque soy agn¨®stico. Pero creo que ese poder superior es la energ¨ªa que hay dentro de AA.
Jos¨¦ es enjuto y locuaz. Tiene 49 a?os. Se acerca, en edad, al perfil de los miembros: 48 a?os de media en los hombres, 47 en las mujeres, con una proporci¨®n de 13 a cinco. Suelen ser empleados (27%), profesionales (14%) o parados (14%). Casi la mitad se re¨²ne dos veces por semana y un 36% llevan entre uno y cinco a?os sin beber. Un 39% viene por presiones familiares o por s¨ªntomas o deterioro f¨ªsico (32,9%).
Mar¨ªa lleva las u?as cuidadosamente pintadas. Tiene 48 a?os, cuatro hijos y, parece, pocos problemas econ¨®micos. Hoy, con 30 meses de abstinencia, no se considera m¨¢s feliz, pero s¨ª m¨¢s fuerte.
-Pensaba que AA era para gente terminal, sin techo, ?como si yo no fuese terminal! Intent¨¦ dejar de beber muchas veces. En mi primera reuni¨®n, al ver a gente que contaba su experiencia, me infl¨¦ a llorar. He ayudado a montar un grupo. Tengo la sensaci¨®n de ser ¨²til.
Hace poco que Manolo descubri¨® que, cuando beb¨ªa, ech¨® a su mujer de casa, en plena noche, con su hija febril. Porque la ni?a le molestaba.
-Mis hijos ya no se sobresaltan cuando estoy de viaje. Hoy soy feliz, porque tengo problemas, y los afronto y creo que estoy en paz conmigo mismo. Me puedo mirar al espejo. Y cada ma?ana me digo, "?qu¨¦ vamos a hacer hoy, macho?, ?vamos a fastidiar el d¨ªa?"
Lo importante es no beber hoy. Ma?ana ser¨¢ otro d¨ªa. Tras el ¨²ltimo ritual, brazos enlazados, pidiendo valor, Carlos se despide:
-Felices 24 horas.
300 'franquicias an¨®nimas'
Fueron los primeros. Luego llegaron otros "an¨®nimos". Jugadores, Comilones, Cocain¨®manos, Sexoadictos, Deprimidos, Deudores, Adictos al Trabajo... tambi¨¦n siguen el programa de 12 pasos que inici¨® Alcoh¨®licos An¨®nimos en 1935. Carlos, uno de ellos, calcula que hay unas 300 organizaciones que usan su modelo, basado en la experiencia. Tachado de secta a veces. "Las sectas quitan la libertad y aqu¨ª no hay ni afiliaci¨®n, ni vinculaci¨®n a ning¨²n partido", responde Carlos, "y si nos acusan de generar dependencia, bendita dependencia".
"Debe valorarse desde una perspectiva hist¨®rica, surgi¨® en una ¨¦poca en la que los m¨¦dicos no mostraban inter¨¦s por el alcoholismo", manifiesta Antoni Gual, jefe de la Unidad de Alcoholog¨ªa del Hospital Cl¨ªnico de Barcelona. "AA dan una respuesta altruista y poseen un modelo organizacional ejemplar. Es un recurso m¨¢s en un proceso de tratamiento. Tampoco es el ¨²nico. Lo vemos como complementario en la fase de deshabituaci¨®n de la enfermedad". De la misma opini¨®n se muestra Enrique Garc¨ªa Bernardo, jefe de Psiquiatr¨ªa del hospital Gregorio Mara?¨®n de Madrid. "Nosotros lo ofertamos como parte de la terapia, compatible con otros sistemas. Lo que ayuda es el testimonio concreto de alguien que es como t¨². Te asignan a otra persona, a un padrino, y eso est¨¢ bien. Tiene un barniz ideol¨®gico-cristiano", dice, "?pero qu¨¦ grupo no lo tiene? Es un sistema que est¨¢ absolutamente asentado".
"Somos distintos de AA al cien por cien. No tenemos ning¨²n paso, ni damos gracias a Dios, ni pedimos perd¨®n a nadie y no observamos el anonimato", dice Pedro Garc¨ªa Dom¨ªnguez, secretario de la Federaci¨®n Nacional de Alcoh¨®licos Rehabilitados. "Nosotros hacemos terapia de grupo, no dejamos que participe nadie que est¨¦ bebiendo e integramos a los familiares en todos los grupos [en AA hay grupos cerrados y otros abiertos]".
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