Una Yerma quim¨¦rica
Si Yerma, la protagonista del poema tr¨¢gico hom¨®nimo de Federico Garc¨ªa Lorca, de 1934, acaba matando a su marido y, como dice ella misma, matando a su propio hijo, pues su estricto sentido del honor y de la casta le impide, sin marido, concebir hijo alguno, la Yerma de Salvador T¨¢vora, al frente de La Cuadra de Sevilla, acaba pariendo una hija de nombre Libertad que aparece simbolizada en una paloma blanca. De ah¨ª el t¨ªtulo del montaje que se estren¨® la noche del pasado s¨¢bado en el XIX Festival Castell de Peralada: Yerma, m¨¢ter.
No sabemos si el aguacero que cay¨® en el Ampurd¨¢n esa misma tarde, y que despej¨® poco antes de la ¨²ltima funci¨®n del festival gracias a la tramontana, tuvo algo que ver con este milagroso poder regenerativo de una mujer est¨¦ril que en un momento de la obra exclama desesperada: "?Por qu¨¦ estoy yo seca?". En cualquier caso, tanto la lluvia como la Luna llena que asomaba entre las nubes deshilachadas por el viento parec¨ªan formar parte de este espect¨¢culo que surge del dolor del flamenco y del R¨¦quiem de H¨¦ctor Berlioz.
T¨¢vora nos presenta una Yerma escindida en dos, la actriz Eva Rubio y la bailaora Lalo Tejada: maniatada con una camisa de fuerza y presidiendo el escenario desde lo alto de un toro hidr¨¢ulico que la balancea cual virgen durante la romer¨ªa del acto tercero. La primera, m¨¢s que decir el texto, lo declama en una modulaci¨®n deliberadamente pausada que la convierte en el eco de la conciencia, la voz de la divinidad. Abierta de piernas, la segunda empieza su zapateado sentada para acabar exhibiendo su dolor, algo impostado, por los rincones de este escenario que ambas comparten con la cantaora Ana Real, los m¨²sicos y, por supuesto, con los protagonistas masculinos del poema, Juan, el marido de Yerma (el bailaor Marco Vargas), y el pastor (el cantaor Manolo Vera), que encarna la posibilidad de fertilidad.
Frustraci¨®n e impotencia
Si Lorca traz¨® el desarrollo de un car¨¢cter m¨¢s que un argumento con esta protagonista marcada por su nombre, T¨¢vora parece querer desarrollar un sentimiento, el de frustraci¨®n e impotencia de una mujer que no puede tener hijos por razones sociales y religiosas. Este sentimiento, sin embargo, y, aunque expresado desde todos los resortes esc¨¦nicos posibles (la m¨²sica, el baile, el cante, la simbolog¨ªa que ti?e la media luna de rojo o enjaula a la paloma), se pierde en su b¨²squeda de la universalidad y no consigue llegar al espectador en forma de emoci¨®n. Yerma, m¨¢ter no cala, no conmueve. Es finalmente un aleccionador mensaje de reivindicaci¨®n de la libertad de la mujer antes que un sentir verdadero con el que el p¨²blico pueda identificarse. Si bien esta Yerma consigue la maternidad que tanto anhela, la hija en forma de paloma que pare nace de su propia alma, como ella misma nos dice, en otra acci¨®n simb¨®lica que como tal se queda en una quimera. Y las quimeras siguen perteneciendo, como sabemos, al mundo de la ficci¨®n.
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