Perseguido desde el principio
Armstrong siempre ha estado envuelto por las sospechas debido a su espectacular dominio
La ¨²ltima semana fue la de la paranoia. La ¨²ltima semana de su s¨¦ptimo Tour, Lance Armstrong la vivi¨® convencido de que no se podr¨ªa retirar tranquilo, de que algo ocurrir¨ªa que turbar¨ªa su consagraci¨®n, de que algo se coc¨ªa, de que no le dejar¨ªan acabar con la leyenda de la carrera. Los indicios que alimentaban sus sospechas se multiplicaban y los registros policiales, minuciosos, cotidianos, de su habitaci¨®n, del autob¨²s del equipo..., el uso de perros, de sus cualidades olfativas, no eran los menores. "Llegamos a pensar incluso que los mismos agentes que estaban para protegernos de un posible ataque terrorista se dedicaban a espiarnos", cuentan fuentes cercanas al estadounidense; "de todas maneras, aunque hubiera querido hacer algo, tener durmiendo en la habitaci¨®n de al lado siempre a dos polic¨ªas no parece que le habr¨ªa ayudado mucho. Pero sab¨ªamos que algo se fraguaba". No era una novedad. No ha habido Tour en el que no se haya visto implicado en una historia paralela.
El tejano vivi¨® la ¨²ltima semana de la carrera de este a?o seguro de que algo se coc¨ªa contra ¨¦l
Armstrong se sinti¨® mal amado por el Tour, por su mundillo, desde antes de su primera victoria. Era 1999, el primer a?o tras el esc¨¢ndalo Festina, que hab¨ªa convertido al ciclismo en el deporte m¨¢s sospechoso. Y, dentro de ese mundo de sospechas, no pod¨ªa haber nada m¨¢s sospechoso que el dominio sin contestaci¨®n en todos los terrenos, en todas las monta?as, de un norteamericano con pasado de clasic¨®mano que apenas dos a?os antes a¨²n se somet¨ªa a sesiones de quimioterapia para curarse de un c¨¢ncer de test¨ªculos. Onc¨®logos, fisi¨®logos, especialistas en dopaje..., debatieron abiertamente sin llegar a ninguna conclusi¨®n un¨¢nime. En aquel su primer Tour victorioso, aqu¨¦l en el que recurri¨® a la EPO seg¨²n parecen probar los an¨¢lisis efectuados a?os m¨¢s tarde en su orina congelada, ya dio positivo. En su orina se encontraron restos de corticoides, pero, como ¨¦l explic¨®, era por una pomada para el perineo cuyo uso no estaba prohibido.
En 2000 la acusaci¨®n lleg¨® un par de meses despu¨¦s del final del Tour en el que Armstrong invent¨® el molinillo. Se trataba de un producto derivado de la sangre bovina llamado Actovegin -seg¨²n los especialistas, no sirve para nada- y que unos periodistas hallaron en un basurero al que lo hab¨ªa arrojado, junto a otras cajas vac¨ªas, el m¨¦dico del US Postal. Los tribunales abrieron una investigaci¨®n que archivaron a?os despu¨¦s.
Pocos meses m¨¢s tarde, a comienzos del Tour de 2001, se supo de las relaciones profesionales y de amistad de Armstrong con un m¨¦dico poco recomendable, Michele Ferrari, de larga fama en Italia, donde era conocido como Il Mito, y que, a mediados de los a?os 90, hab¨ªa llegado a decir que una dosis de EPO bien controlada no era m¨¢s peligrosa que un zumo de naranja. Aquella noticia, publicada por el reportero brit¨¢nico David Walsh en The Sunday Times y confirmada a?os despu¨¦s ante el tribunal que le enjuici¨® por el ciclista italiano Filippo Simeoni, enturbi¨® la conquista del tercer Tour de Armstrong y fue el pre¨¢mbulo de un libro publicado en 2004 por el propio Walsh y el franc¨¦s Pierre Ballester: LA Confidencial. Con el libro, basado principalmente en las acusaciones de Emma O'Reilly, ex masajista de Armstrong, aumentaron las zonas de sombra que rodean al tejano, aunque en ¨¦l, a falta de pruebas, no se recojan m¨¢s que sospechas y convicciones morales y l¨®gicas. Apoy¨¢ndose en ¨¦l, la compa?¨ªa de seguros que deber¨ªa haber pagado a Armstrong cinco millones de d¨®lares por su sexto Tour congel¨® la bolsa e inici¨® una investigaci¨®n. Al poco tiempo, un ex ciclista que coincidi¨® con Armstrong en su juventud y un asistente personal al que no renov¨® el contrato le acusaron p¨²blicamente de m¨¢s hechos dudosos.
Tras todos estos antecedentes, a pocos ha extra?ado que la ¨²nica defensa de Armstrong ante la ¨²ltima acusaci¨®n haya sido un escueto comunicado en su p¨¢gina web. "Quiz¨¢s le est¨¦ dando demasiada poca importancia al asunto", dice una fuente de su equipo, el Discovery Channel, quien a?ade que el abogado de Armstrong ha pedido a todos sus miembros que guardaran silencio.
Como dice un viejo director, si se analizaran las orinas de Fausto Coppi y Jacques Anquetil se encontrar¨ªan anfetaminas por un tubo, producto que nunca negaron amar, y en las de Eddy Merckx y Bernard Hinault aparecer¨ªan anabolizantes y corticoides, los productos de la ¨¦poca, y en las de los ganadores de los 90 probablemente m¨¢s EPO, como en la de Armstrong, tambi¨¦n ciclista de su tiempo, y nada de ello acabar¨ªa con su mito porque a ellos tampoco se les oblig¨® a estar por encima de toda sospecha, porque tampoco financiaron la lucha antidopaje de la UCI o entraron en pol¨¦mica con la Agencia Mundial; porque tampoco ellos se despidieron del ciclismo desde el podio de los Campos El¨ªseos con una dedicatoria a los c¨ªnicos que no creen en los milagros.
En Estados Unidos siempre se recuerda que el presidente Nixon tuvo que dimitir por mentir a la naci¨®n y no por espiar a los dem¨®cratas en el edificio Watergate. A Armstrong nunca se le podr¨¢ sancionar por unos an¨¢lisis efectuados con fines cient¨ªficos, pero quiz¨¢s s¨ª por mentiroso, por una frase que ayer volvi¨® a repetir en su comunicado: "Nunca he recurrido a productos prohibidos para aumentar mi rendimiento".
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