Estambul, ciudad de sue?os y pesadillas
Estambul est¨¢ vibrando como nunca. Abajo, en la "pen¨ªnsula hist¨®rica", el palacio Topkapi -que durante siglos alberg¨® a los sultanes y a sus extensas cortes- llega a atraer hasta a 30.000 visitantes al d¨ªa. Cerca de all¨ª, la bizantina catedral de Sof¨ªa, del siglo VI, y las mezquitas del siglo XV se erigen a¨²n como impresionantes monumentos a las ¨¦pocas bizantina y otomana, respectivamente. Cada paso que damos nos lleva a alguna antigua ruina, museo, palacio, torre, acueducto, fuente o fortificaci¨®n. Pero la mayor¨ªa de los acontecimientos actuales tiene lugar al otro lado del Cuerno Dorado, en la "ciudad nueva" -donde tradicionalmente se establec¨ªan los ortodoxos, armenios, jud¨ªos y extranjeros del imperio- o incluso al otro lado del B¨®sforo, en el barrio asi¨¢tico, mayoritariamente residencial y en expansi¨®n.
El t¨²nel bajo el B¨®sforo ser¨¢ la primera conexi¨®n ferroviaria entre Europa y Asia
La polic¨ªa de Estambul inform¨® de un ascenso del 12,6% en los incidentes criminales en 2004
Despu¨¦s de 1999 se puso en marcha un plan barato y obligatorio de seguros contra terremotos
No hay locales vac¨ªos en Istiklal Caddesi, por donde tanto turcos como turistas extranjeros pasean, toman caf¨¦, miran escaparates, son atrapados por librer¨ªas, se suben al "tranv¨ªa tur¨ªstico", y se asoman a las verjas de iglesias escondidas y entre los muros de edificios consulares. Varios locales de la calle est¨¢n exponiendo las inquietantes creaciones mec¨¢nicas del difunto escultor afincado en Estocolmo Ilhan Koman. El Museo Pera, el m¨¢s reciente de Estambul, ha puesto a disposici¨®n del p¨²blico una exquisita colecci¨®n de arte en su mayor¨ªa orientalista. La estrella de la colecci¨®n es el lienzo m¨¢s valioso de Turqu¨ªa: el ambiguo retrato, realizado en 1906 por el intelectual otomano Osman Hamdi Bey, del "entrenador de tortugas" de palacio, una composici¨®n sorprendente en la que est¨¢n representadas las criaturas a su cargo. Fue comprado el a?o pasado por cinco millones de liras nuevas (m¨¢s de tres millones de euros).
Por fuera del Consulado General brit¨¢nico, un muro reconstruido y tres barreras de cemento son los ¨²nicos recuerdos de la explosi¨®n de noviembre de 2003, una de las cuatro bombas suicidas que acabaron con la vida de 57 personas, entre ellas el c¨®nsul, y causaron cientos de heridos. Enfrente, en el Mercado de Pescado, se vende pescado y tambi¨¦n mejillones, especias y cerveza. Los precios de los inmuebles est¨¢n en alza. En las estrechas calles, las residencias decimon¨®nicas de fachadas neocl¨¢sicas, puertas de madera tallada y rejas de hierro forjado en las ventanas, antes casi en ruinas, se arreglan ahora para la venta o el alquiler como apartamentos de moda. La llamada Calle Francesa, aunque su nombre verdadero es Cezayir Sokak, o Calle de Argelia, ha sido reformada en bloque. No es tanto una calle como una escalera, empinada y desigual, escondida en una ranura de un paisaje urbano denso, de edificios de cinco plantas, y ha sido transformada en una cascada de restaurantes diminutos, caf¨¦s y boutiques de dise?o.
Los pisos altos con vistas al B¨®sforo son los que alcanzan precios m¨¢s elevados, pero incluso en el cercano barrio, c¨¦ntrico pero m¨¢s pobre, de Tarlabasi van a reconstruirse 3.000 edificios a lo largo de los pr¨®ximos 5 a 10 a?os, seg¨²n las autoridades municipales. ?Son estos edificios rehabilitados de verdad? ?Est¨¢n sustituyendo edificios enteros detr¨¢s de fachadas simb¨®licas? ?Est¨¢n demoliendo m¨¢s de lo que est¨¢n restaurando? ?Se est¨¢n destruyendo restos arqueol¨®gicos fundamentales para construir aparcamientos subterr¨¢neos? Mientras los andamios de madera se montan y desmontan, todas estas preguntas llevan visos de seguir en pie.
Hay varios cientos de hoteles y no es raro que todas las habitaciones est¨¦n ocupadas. Los hu¨¦spedes vienen para asistir a conferencias, como la reciente convenci¨®n de la Uni¨®n Internacional de Arquitectos (UIA). Vienen a acontecimientos deportivos, como la final de f¨²tbol de la Liga de Campeones del 25 de mayo y el primer Gran Premio de F¨®rmula 1 celebrado en Estambul el 21 de agosto. Y vienen a hacer compras: joyas y recuerdos en las 65 calles del Gran Bazar del siglo XV, cuero y textiles en el animado barrio de Laleli, o a comprar productos de la ¨²ltima moda en las boutiques de Nisantasi y Tesvikiye. Las carreteras de circunvalaci¨®n, que nunca duermen, est¨¢n flanqueadas por grandes tiendas de descuentos. Y cada vez se construyen m¨¢s centros comerciales y complejos residenciales entre los rascacielos y las plazas del centro financiero de Estambul, en Levent.
Las deterioradas costas del Cuerno Dorado se han limpiado, y ahora tienen un museo industrial. Nuevas l¨ªneas de metro y de tranv¨ªa operan aqu¨ª y all¨¢, aunque no han tenido impacto alguno en los famosos atascos. Despu¨¦s de un intervalo que se ha prolongado durante d¨¦cadas, varios tramos de costa se han declarado seguros para el ba?o, aunque esto no evita que la burgues¨ªa de la ciudad llene todos los vuelos disponibles a Natalia y Bodrum. La vida nocturna se hace cada vez m¨¢s tarde y cada vez m¨¢s ruidosa, llenando las calles laterales de Istiklal y la plaza de Taksim, y derram¨¢ndose a lo largo del B¨®sforo. Ortakoy sol¨ªa ser sin¨®nimo de cenar pescado a la luz de las velas con vino local o raki. Durante el verano c¨¢lido y pegajoso se ha convertido ahora en una gigantesca discoteca al aire libre, donde se puede elegir entre men¨²s dise?ados por italianos o sushi, y camareros que te recomiendan mojitos o martinis de fruta fresca.
El Festival Internacional de Cine de Estambul atrajo este a?o a un total de 90.000 espectadores. El Festival Internacional de M¨²sica celebrado en junio vendi¨® unas 25.000 entradas, y el Festival Internacional de Jazz celebrado en julio, con actuaciones de Tori Amos y Dianne Reeves, unas 38.000. Lo siguiente ser¨¢ la Bienal, que comienza el 16 de septiembre. Cincuenta y un artistas expondr¨¢n y, adem¨¢s de los espectadores, se espera que asistan 3.000 periodistas extranjeros, cr¨ªticos y galeristas.
El Museo Moderno de Estambul, que abri¨® el a?o pasado, est¨¢ organizando una enorme retrospectiva de Fikret Mualla, el pintor figurativo residente en Par¨ªs, depresivo pero entusiasta, que falleci¨® en 1967. En el piso superior hay una impresionante y variada exposici¨®n permanente de arte turco contempor¨¢neo. La sede del Moderno es un antiguo almac¨¦n naviero rehabilitado al que se accede a trav¨¦s de un mediocre aparcamiento. Pero el balc¨®n de acero de su bar-restaurante te pone cara a cara con el B¨®sforo, con su constante ajetreo de petroleros y remolcadores, y alguno de los cruceros que atracan all¨ª.
Los almacenes adyacentes ser¨¢n convertidos en hoteles. Mientras, el puerto comercial m¨¢s importante de Estambul, Haydarpasa, claramente visible en la costa asi¨¢tica bajo una gigantesca bandera turca, va a ser completamente rehabilitado. La palaciega estaci¨®n de Haydarpasa, desde donde parten trenes hacia Ankara y el este -y desde donde sol¨ªan partir para Bagdad-, quedar¨¢ relegada cuando terminen, dentro de varios a?os, el t¨²nel bajo el B¨®sforo, la primera conexi¨®n ferroviaria entre Europa y Asia. Hay campa?as en marcha para evitar la construcci¨®n de m¨¢s edificios inmensos de oficinas, para entorpecer los planes de un tercer puente sobre el B¨®sforo y para salvar los caracter¨ªsticos transbordadores y barcos de vapor. La propuesta de un tercer aeropuerto para Estambul es tambi¨¦n objeto de controversia: el Aeropuerto Internacional de Ataturk acaba de ampliar su capacidad a 20 millones de pasajeros al a?o, mientras que el Aeropuerto Sabiha Gokcen, m¨¢s peque?o y situado al este de la ciudad, est¨¢ volviendo a la vida despu¨¦s de a?os de resultar superfluo.
En Estambul se encuentran casi todas las instituciones financieras de Turqu¨ªa, los medios de comunicaci¨®n nacionales y la industria publicitaria. Gran parte de la industria privada tambi¨¦n est¨¢ localizada en las provincias lim¨ªtrofes. Casi todas las compa?¨ªas nacionales y organizaciones empresariales tienen su sede en la ciudad. Todo esto no s¨®lo ha alimentado las artes y el entretenimiento, sino que tambi¨¦n ha atra¨ªdo una inmigraci¨®n intensa de otras ciudades y de las zonas rurales.
Hace 50 a?os, Estambul ten¨ªa una poblaci¨®n de poco m¨¢s de un mill¨®n de habitantes. En 1980 hab¨ªa crecido a 3 millones, y en 1990, a unos 6,7 millones. En 2000 ya contaba con m¨¢s de 9 millones de habitantes. Hoy en d¨ªa, tras la inclusi¨®n de toda la provincia de Estambul dentro de las fronteras municipales, puede hablarse de una poblaci¨®n urbana de 11,3 millones. La ciudad est¨¢ entre las 20 m¨¢s grandes del mundo, y la poblaci¨®n sigue creciendo a un ritmo anual de aproximadamente el 2,5%, una cifra que refleja la poblaci¨®n joven, la tasa de natalidad y, sobre todo, la inmigraci¨®n continuada.
Los bosques de alrededor han sido destruidos, y el suministro de agua y de electricidad, las carreteras, el servicio de recogida de basuras y otras infraestructuras funcionan bajo mucha presi¨®n. Algunos pol¨ªticos locales han propuesto seriamente introducir un impuesto que disuada a quienes emigran a la ciudad, y el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, sugiri¨® recientemente un "sistema de visados". Estas propuestas, sin embargo, probablemente no funcionar¨ªan, y suelen verse como divisorias y poco democr¨¢ticas.
La tasa de delitos, si bien no es muy alta, est¨¢ creciendo. La polic¨ªa de Estambul inform¨® de un ascenso del 12,6% en los incidentes criminales en 2004. A la cabeza de la lista est¨¢n los robos en los domicilios y los robos de autom¨®viles, pero a quienes m¨¢s se teme es a los carteristas y a los ladrones de bolsos. Las v¨ªctimas son asaltadas en calles llenas de gente a plena luz del d¨ªa, o arrastradas por ladrones que van en coche y tiran de ellas hasta que sueltan el bolso. La culpa a menudo recae sobre los inmigrantes del sureste. Seg¨²n la prensa, los carteristas ahora operan en bandas, utilizando a ni?os peque?os para que se hagan con monederos o tel¨¦fonos m¨®viles. La polic¨ªa dice que se ha producido un r¨¢pido aumento de ni?as peque?as involucradas en estos delitos. En Estambul se encuentra la mayor¨ªa de los 42.000 ni?os de la calle que hay en Turqu¨ªa: ahora que se ha reconocido el problema, se espera que esta cifra descienda. Las mafias est¨¢n implicadas no s¨®lo en actividades ilegales como el contrabando, la falsificaci¨®n, la usura y el tr¨¢fico de drogas y personas, sino tambi¨¦n en el negocio de los aparcamientos de autom¨®viles, los clubes de f¨²tbol, la vida nocturna y muchos otros terrenos.
La mayor¨ªa de los pobres de Estambul sufre en silencio. La ciudad tiene kil¨®metros de edificios de apartamentos pegados unos a otros lejos de las costas donde todav¨ªa pueden hallarse familias empobrecidas de hasta 15 hijos. Medio mill¨®n de mujeres de Estambul no saben leer ni escribir.
Ricos o pobres, los habitantes de Estambul comparten la obsesi¨®n por la vivienda. Para los ricos, ¨¦sta quiz¨¢ sea una mansi¨®n de m¨¢s de dos millones y medio de d¨®lares con vistas al faro del Castillo de la Dama, o un chalet o un piso integrado en una extensa urbanizaci¨®n vallada, con pistas de tenis, piscina, amplios aparcamientos y vigilancia a cargo de guardias de seguridad las 24 horas. Los pobres sol¨ªan construir sus viviendas gracias a un repentino estallido de solidaridad vecinal, necesario para acondicionar una casita de estilo rural -en el menor tiempo posible- sobre cualquier trozo de tierra disponible, independientemente de su titularidad pero sujeto a la aprobaci¨®n de la "mafia de la tierra". De esta forma surgieron barrios enteros llamados gecekondu ("construidos de noche"), cada uno de ellos creado para dar cobijo a los inmigrantes de una determinada provincia o regi¨®n. No era legal demoler las casas una vez que el tejado estaba puesto, y con el tiempo los pol¨ªticos sol¨ªan poner en marcha el suministro de agua, el alcantarillado y los t¨ªtulos de propiedad, a cambio de los votos de sus habitantes.
Estos asentamientos perviven en Estambul y en otras grandes ciudades, especialmente en lugares apartados y en cuestas pedregosas poco indicadas para el desarrollo urbano normal. Pero la mayor¨ªa de los gecekondu de Estambul han dado paso a edificios de apartamentos de varias plantas. Tan faltos de planificaci¨®n y de licencias como los anteriores, estos edificios han sido levantados por sus ocupantes, en colaboraci¨®n con peque?os constructores. Ahora es dif¨ªcil encontrar terreno vac¨ªo y, mientras que los primeros okupas se han hecho millonarios, los reci¨¦n llegados y las parejas j¨®venes de hoy son obligados a pagar alquileres.
La bajada en los tipos de inter¨¦s y la mayor disponibilidad de cr¨¦ditos bancarios est¨¢n facilitando que la gente compre sus viviendas. Que esto se est¨¦ facilitando no significa que sea f¨¢cil. El tipo de inter¨¦s m¨¢s bajo de los pr¨¦stamos para vivienda es a¨²n del 1,35% al mes, comparado con los nueve puntos de la inflaci¨®n anual. Los dep¨®sitos, las tasas y los pagos mensuales son demasiado altos para muchos ciudadanos corrientes, incluso si perciben ingresos regulares y pueden conseguir la aprobaci¨®n de los bancos. Mientras, los precios de la vivienda aumentaron alrededor de un 40% en la primera mitad de 2004.
Hab¨ªa largas colas a principios de julio, cuando la corporaci¨®n metropolitana de Estambul y el Departamento de Vivienda P¨²blica del Gobierno juntaron sus esfuerzos para ofrecer una primera tanda de 1.100 hogares (a¨²n sin construir) en la periferia de Estambul. Los precios empiezan desde tan s¨®lo 37.500 liras nuevas (unos 23.000 euros) por un piso de 75 metros cuadrados. Pero al igual que otros proyectos anteriores de construcci¨®n masiva de viviendas, en los que participaban bancos estatales o cooperativas, el plan es una gota en el oc¨¦ano.
Hay un barrio de clase media, ordenado, en la costa, donde algunos apartamentos pueden comprarse por cantidades a partir de unas 30.000 liras nuevas (19.000 euros), o alquilarse por 300 liras nuevas (unos 190 euros) al mes. Para llegar hasta all¨ª, hay que coger un minib¨²s Otokar (antes Deutz), de color amarillo claro, que sale de Topkapi. Sale en direcci¨®n oeste, pasando por el aeropuerto hacia Kucukcekmece y el embalse.
Aparece un pedacito de llano costero, algunos ¨¢rboles doblados y un edificio de pisos semidesierto, con los muros desportillados y la pintura desconchada. "Bienvenidos a Vacilar, la estrella ascendente de Estambul", declara un cartel municipal. Dentro de un m¨¢ximo de 30 a?os -y posiblemente ma?ana mismo-, Estambul ser¨¢ v¨ªctima de un gran terremoto. La Falla Norte de Anatolia, que ser¨¢ la responsable, pasa por debajo del mar de M¨¢rmara, muy cerca de la costa de Vacilar. La falla demostr¨® su potencial en 1999, cuando terremotos gemelos con epicentros situados a m¨¢s de 100 kil¨®metros al este causaron da?os en numerosos pueblos y ciudades y devastaron la ciudad de Adapazari. Unas 2.000 personas perdieron la vida, decenas de miles resultaron heridas y cientos de miles se quedaron sin casa. La mayor¨ªa de los muertos y heridos eran v¨ªctimas de edificios de muchas plantas construidos descuidadamente, con escasez de acero, juntas mal hechas y cemento mal mezclado sobre tierras blandas, de aluvi¨®n o encharcadas. En Vacilar, tambi¨¦n, muchos edificios se derrumbaron y la cifra oficial de muertos ascendi¨® a 273.
El mercado inmobiliario ha "incluido en el precio" el terremoto, pero la gente se resiente de la pobre reputaci¨®n del barrio. Incluso si tu casa est¨¢ bien construida, puedes morir en la oficina, en la escuela o en un viaducto de la autopista, dicen. La impotencia y el fatalismo van de la mano. Un plan obligatorio, y barato, de seguros contra terremotos se puso en marcha despu¨¦s de los terremotos de 1999. Pero s¨®lo 2,2 millones de los estimados 13 millones de hogares que hay en todo el pa¨ªs cuentan con un seguro. Es ir¨®nico que el lugar m¨¢s cercano a Vacilar sea Cennet, que significa Cielo. Es una met¨¢fora de toda la ciudad: los placeres y las ansiedades van juntos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.