El caso Segundo Diez
-Abogada Caplan, haga el favor de sacar a ese mono de la sala -orden¨® el juez.
-Ese mono es mi cliente, se?or¨ªa -respondi¨® Caplan.
-?C¨®mo? Pero cre¨ª que su cliente era el se?or... -el juez rebusc¨® entre sus papeles- ...el se?or Segundo D¨ªez, ?no es as¨ª?
-Segundo Diez, se?or¨ªa -le corrigi¨® Caplan-. Es el segundo gorila del experimento diez.
-?Protesto! -dijo el fiscal Krauthammer por encima del murmullo de la sala. Ese mono es que da miedo verlo, se?or¨ªa -respondi¨® el fiscal Krauthammer-. Solicito unos grilletes y...
-?No consentir¨¦ que esposen a mi cliente!
-...?y un bozal!
-?Ja! ?Supongo que el bozal ser¨¢ para el se?or fiscal, se?or¨ªa!
La sala estall¨® en una carcajada.
-?Silencio, se?ores! -martille¨® el juez-. ?Silencio, he dicho, o desalojo la sala ahora mismo!
Estaba yo en pleno desarrollo fetal cuando el doctor Balaban me introdujo c¨¦lulas humanas en el cerebro
-No se r¨ªan del fiscal -dijo el gorila-. Llevar bozal no es cosa de broma.
Las carcajadas cesaron de inmediato. El fiscal Krauthammer, que se dispon¨ªa a protestar, se qued¨® paralizado con la p en la boca y la consiguiente cara de panoli.
-Se?or¨ªa -dijo Caplan-, solicito permiso para que mi cliente exponga su caso por s¨ª mismo.
-Permiso concedido -atin¨® a decir el juez-. Adelante, se?or D¨ªez.
-Diez -corrigi¨® el gorila, y se puso en pie antes de proseguir-. Yo, se?or, nac¨ª en La Jolla, California, aunque mi estirpe es africana, como la suya de usted.
-Muy bien, se?or Diez -dijo la abogada Caplan mientras tend¨ªa un pl¨¢tano a su cliente-. Prosiga.
-Estaba yo en pleno desarrollo fetal cuando el doctor Balaban, aqu¨ª presente, me introdujo c¨¦lulas humanas en el cerebro, para ver si eran capaces de colonizar mis l¨®bulos frontales.
-?Y lo eran? -pregunt¨® el juez al ver que el gorila se callaba y empezaba a parpadear pesadamente.
-Lo siento, se?or¨ªa -dijo Caplan-, es la hora de la siesta de mi cliente.
Vale, vamos a hacer aqu¨ª un corte de publicidad y promociones. ?Qu¨¦ les va pareciendo la pel¨ªcula? Floja, ?no? Absurda, ?verdad? ?Ja! Los primeros experimentos de trasplante de c¨¦lulas humanas al cerebro de un mono se publicaron en 2001 (Science, 293:1820). No sali¨® nada parecido a Segundo Diez, pero ?se atrever¨ªa usted a descartar algo as¨ª en el futuro? El a?o pasado, 22 cient¨ªficos, fil¨®sofos y juristas -entre ellos Mark Greene, Daniel Dennett y Ruth Faden- formaron un grupo de trabajo para analizar las implicaciones morales de ese tipo de investigaci¨®n. El grupo acaba de publicar sus conclusiones (Science, 309:385), y la primera es que no hay consenso: algunos miembros del comit¨¦ se oponen a toda experimentaci¨®n con monos, o no ven raz¨®n para trasplantarles c¨¦lulas humanas, y menos en el cerebro. Pero otros aducen que estas investigaciones ser¨¢n muy valiosa para aprender a manejar las c¨¦lulas precursoras del cerebro humano, con la esperanza de usarlas despu¨¦s para tratar a pacientes neurol¨®gicos. Estos argumentos son muy s¨®lidos, y es probable que se acaben imponiendo.
"Un posible resultado de estos trasplantes", escriben los expertos en Science, "es que la criatura resultante desarrolle capacidades cognitivas que alteren su estatus moral. El desaf¨ªo es comprender las capacidades mentales de los monos transplantados y tratarlos de un modo apropiado a su estatus moral".
Por el momento, Segundo Diez sigue durmiendo.
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