De pel¨ªcula
Necesitaba el Festival de Salzburgo un ¨¦xito como el que ha obtenido con La traviata. No acababa de encontrar una continuidad desde el relevo de Mortier por Ruzicka y el prestigio se resent¨ªa hasta el punto de la no renovaci¨®n del contrato del director art¨ªstico despu¨¦s de 2006. Ruzicka ten¨ªa una salida feliz con la escenificaci¨®n de las 22 ¨®peras de Mozart en la pr¨®xima edici¨®n, pero quer¨ªa adem¨¢s un triunfo de resonancias medi¨¢ticas que a?adir a los de prestigio con la recuperaci¨®n de la m¨²sica degenerada, o perseguida por el nazismo, la atenci¨®n a los compositores de la segunda modernidad, o la invitaci¨®n a figuras relevantes de la literatura como, durante estos d¨ªas, Elfriede Jelinek, John M. Coetzee o Ant¨®nio Lobo Antunes para hablar, leer, representar o discutir sobre sus creaciones. La redenci¨®n ten¨ªa que venir de Verdi y quiz¨¢s La traviata era el ¨²nico t¨ªtulo posible.
Se contaba, por otra parte, con una pareja protagonista joven y con glamour. Ella, la soprano rusa Anna Netrebko, adem¨¢s de tener unas bellas piernas y saber moverse en escena con frescura, hab¨ªa sido la gran triunfadora vocal del festival en 2002 como Do?a Anna en Don Giovanni. ?l, el tenor mexicano Rolando Villaz¨®n, lleva una carrera fulgurante, con lo que no era descabellado proponerle su deb¨² en el festival. Las casas discogr¨¢ficas, las tiendas de moda, las revistas del coraz¨®n se pusieron en marcha para contar historias, reales o inventadas, de los nuevos divos de ¨®pera del siglo XXI. Divos que, al menos f¨ªsicamente, encajan m¨¢s con las estrellas de Hollywood. Y si se contaba como bar¨ªtono con el elegante gal¨¢n Thomas Hampson, mejor que mejor. La operaci¨®n no pod¨ªa fracasar.
Y no fracas¨®. En primer lugar, porque los tres protagonistas vocales cantan muy bien. Y segundo, porque Rucizka ha aprendido mucho y sabe que hoy no se puede prescindir de una puesta en escena impactante y l¨²cida. As¨ª que recurri¨® a Willy Decker, que deslumbr¨® la edici¨®n anterior con La ciudad muerta, de Korngold, y acert¨® de pleno. No habr¨ªa sido lo mismo este espect¨¢culo sin una lectura tan teatral y sin una escenograf¨ªa tan poderosa.
Decker y su escen¨®grafo Gussmann plantean la ¨®pera como una historia de amor y muerte, con el paso del tiempo como determinante, con el inconsciente como factor clave. Es una lectura dram¨¢tica, expresionista, desasosegante. Netrebko y Villaz¨®n est¨¢n inmensos en esta situaci¨®n. La direcci¨®n musical de Carlo Rizzi al frente de la Filarm¨®nica de Viena es, sencillamente, cumplidora.
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