Mickey Mouse no era comunista
Walter Elias Disney naci¨® casi con el siglo XX, en 1901, en Chicago. Aunque puede que no fuera as¨ª exactamente. Se cuenta que, a pesar de ser un producto t¨ªpicamente norteamericano, la procedencia de Walt era espa?ola, de alg¨²n lugar de Almer¨ªa. Un dato que no ha podido ser comprobado, pero que alimenta la leyenda de un hombre que llen¨® de vivos colores la imaginaci¨®n de millones de personas del siglo XX. Sus dibujos (que quiz¨¢s tampoco eran suyos) son todo un descubrimiento, una alegor¨ªa de la luz que puede a¨²n disfrutarse en sus series o sus pel¨ªculas. Empez¨® de ni?o repartiendo peri¨®dicos, como buen self-made-man americano, y la idea de que quiz¨¢s no era norteamericano, sino el hijo ileg¨ªtimo de Jos¨¦ Guirao -un hombre casado- e Isabel Zamora, que emigr¨® a Am¨¦rica con la criatura, nacida en Moj¨¢car, para darla en adopci¨®n a los Disney... lo persigui¨® y tortur¨® toda la vida. Hasta el punto de aceptar -seg¨²n cont¨® Marc Eliot en un libro- la propuesta de John Edgar Hoover, responsable del FBI en 1940, para convertirse en informador a cambio de que ¨¦l averiguase su origen verdadero. Disney consinti¨® la designaci¨®n de mil amores. Ser esp¨ªa de comunistas en Hollywood no le pareci¨® nada mal. Ten¨ªa fama de ser ultraconservador. Incluso fund¨® la Alianza Motion Pictures para la Preservaci¨®n de los Ideales Americanos.
La idea de que quiz¨¢s no era norteamericano, sino el hijo ileg¨ªtimo de Isabel Zamora dado en adopci¨®n a los Disney, lo tortur¨® toda la vida
Disneylandia, un universo cerrado y exclusivo, donde lo artificial y as¨¦ptico es preferible a lo natural (sucio y salvaje)
Walt sent¨ªa debilidad por lo id¨ªlico, lo familiar, lo correcto, lo americano; de modo que no tuvo ning¨²n empacho en participar en la caza de brujas que se llev¨® a cabo por entonces en la meca del cine, y que puso al Comit¨¦ de Actividades Antiamericanas del Congreso al rojo vivo mediante un interminable desfile de testigos amistosos que pasaron por el rodillo de aquella infame ley a montones de colegas, acus¨¢ndolos graciosamente de comunistas y antiamericanos y, de paso, arruinando sus carreras para siempre. Charles Chaplin, uno de los acusados, se vio obligado a abandonar el pa¨ªs, pero Walt se consol¨® diciendo que Estados Unidos estar¨ªa mejor sin aquel "peque?o comunista".
El Comit¨¦ tambi¨¦n le sirvi¨® a Disney para hacer una personal regulaci¨®n de empleo en sus estudios, abarrotados de dibujantes con propensi¨®n a la huelga, a la bronca laboral y al sindicato y un poco hartos de los m¨ªseros sueldos que les pagaba su patr¨®n. Una de sus dibujantes, que sufri¨® represalias despu¨¦s de participar en una huelga en 1941, confes¨® que "la Disney se ha negado a reconocer el talento ingente que produjeron sus trabajadores en horas sin fin y a bajo precio. Merecemos que se nos reconozca en la pantalla cada vez que se reestrenen aquellas pel¨ªculas".
Cierto: lo mejor de la Disney eran, y son, sus dibujantes. Walt Disney, a pesar de estudiar Bellas Artes desde muy joven y de dedicar sus ratos libres, mientras luchaba en Francia en la I Guerra Mundial, a dibujar caricaturas... nunca fue demasiado buen dibujante que digamos. Ni siquiera, seg¨²n parece, fue el creador del rat¨®n Mickey Mouse. Si bien se le ocurri¨® la idea del personaje, ser¨ªa Ub Iwerks, un amigo de su juventud, quien le diera forma definitiva, rehaciendo los bocetos del jefe. Tampoco fue el autor del Pato Donald o Pluto, ni de muchos de sus famosos personajes. Walt era m¨¢s bien un talento estimulando el talento de sus dibujantes e introduciendo novedades como el sonido, el tecnicolor y las c¨¢maras multiplanos en sus pel¨ªculas animadas.
De 1926 a 1928, Walt realiz¨® una serie de dibujos, Oswaldo el conejo, para Universal Pictures. Steamboat Willie (Willie el Vapor, 1928), producida por su propia compa?¨ªa, introdujo la aparici¨®n estelar de su primer personaje famoso, el rat¨®n Mickey, adem¨¢s del innovador comienzo del cine sonoro en los dibujos animados. M¨¢s tarde realizar¨ªa su serie de Sinfon¨ªas tontas -ignoramos si el t¨ªtulo carec¨ªa de iron¨ªa-, cuyo primer episodio ser¨ªa La danza del esqueleto (1929). Insert¨® el color en ?rboles y flores (1932); sac¨® de alg¨²n sitio al Pato Donald en 1934 y dio un salto hacia el largometraje con Blancanieves y los siete enanitos (1937), el primero de dibujos animados de la historia, al que siguieron Pinocho (1940), Fantas¨ªa (1941) y Bambi (1942). La carrera del mago de la fantas¨ªa hab¨ªa despegado con fuerza hacia el estrellato. Ya no habr¨ªa marcha atr¨¢s. El cielo era el l¨ªmite.
La compa?¨ªa produjo incluso documentales como El desierto vivo (1953) o Los secretos de la vida (1956), y a comienzos de los a?os cincuenta se atrevi¨® hasta con pel¨ªculas de aventuras con actores reales, como La isla del tesoro (1950), Robin Hood (1951), El extra?o caso de Wilby (1959), Un sabio en las nubes (1961) y Mary Poppins (1964), adem¨¢s de Peter Pan (1953) y Merl¨ªn el encantador (1963). Walt Disney se hab¨ªa convertido ya en una factor¨ªa, una marca de f¨¢brica, s¨ªmbolo de buenas intenciones, ideales decentes y americanos que, bas¨¢ndose sobre todo en el imaginario popular y en los cuentos cl¨¢sicos, te?¨ªa de formas redondeadas, dulzoner¨ªa y color las historias m¨¢s terribles y desdichadas, a menudo acompa?adas de composiciones musicales muy al gusto de la ¨¦poca.
A pesar de que Walt ten¨ªa un olfato incre¨ªble para detectar los gustos del momento, su pel¨ªcula Los tres cerditos, de los a?os treinta, no gust¨® en un principio, o por lo menos no complaci¨® excesivamente a la distribuidora. A pesar de ello, tuvo ¨¦xito. Aquellos cerditos de formas torneadas y pulidas le transmit¨ªan al espectador exactamente lo que deb¨ªan, y el malvado Lobo era un prodigio cuya visi¨®n, encantadoramente terror¨ªfica, no dejaba a nadie indiferente.
Lo cierto es que una, cuando era ni?a, sent¨ªa una extra?a debilidad por los personajes "malos" de la factor¨ªa Disney. Ten¨ªa la inquietante sensaci¨®n de que sin ellos jam¨¢s habr¨ªa ninguna historia importante que contar. (Una idea que, bien pensado, es atroz, pero quiz¨¢s muy sensata... aunque s¨®lo sea narrativamente).
En 1955, Walt Disney Productions inaugur¨® un parque gigantesco, Disneylandia, en Anaheim, California. En ¨¦l, la reconstrucci¨®n hist¨®rica y la imaginer¨ªa infantil cobraron cuerpo con minucioso detalle. Las atracciones eran impresionantes y al poco lo convirtieron en un foco tur¨ªstico de primer orden. (En vista del ¨¦xito, pronto abri¨® sus puertas Disneyworld, cerca de Orlando, Florida, en 1971, y m¨¢s recientemente, Eurodisney, en las proximidades de Par¨ªs).
S¨ª, Walt tambi¨¦n fue el inventor del primer gran parque tem¨¢tico de la Tierra. Disneyland es un modelo que se ha reproducido a escala mundial con tal fortuna que todo tipo de turismo se plantea hoy d¨ªa en los t¨¦rminos de un parque tem¨¢tico; cualquier lugar del planeta susceptible de recibir visitas tur¨ªsticas se organiza a la manera del viejo Disneyland: como un universo cerrado y exclusivo, donde lo artificial y as¨¦ptico es preferible a lo natural (sucio y salvaje), un microcosmos ordenado e inofensivo, subyugador, enfocado a fabricar un tiempo ilusorio interminable. A la medida de la familia y del tipo de vida americanos en los que Walt Disney cre¨ªa con toda su alma.
Y es que la familia tuvo una gran importancia en la vida de Walt. Su hermano Roy Disney fue el b¨¢culo sobre el que se apoy¨® siempre, adem¨¢s de su socio, y se lo consinti¨® todo, por ejemplo que cambiara en 1925 el nombre Disney Brother's Studios por el de Walt Disney Studio, a pesar de haber fundado juntos la empresa.
La ¨²nica vez que Roy le fall¨® a su hermano fue cuando ¨¦l y Walt viv¨ªan juntos como dos solteros de la ¨¦poca. Un d¨ªa Roy se enfad¨® por una menudencia y se fue de casa, dejando al pobre Walt solo. Walt era un incompetente que no sab¨ªa ni hacerse la cama, as¨ª que opt¨® por casarse tres meses despu¨¦s del abandono de su hermano. Pidi¨® en matrimonio a una de sus empleadas, Lillian Bounds, que estuvo encantada de aceptar la oferta, pill¨¢ndola al vuelo. (Normalmente, el jefe no sol¨ªa ser tan generoso con sus empleados).
Roy proteg¨ªa a Walt cuando ¨¦ste era un ni?o con tendencia a hacer enfadar a su padre, y sigui¨® ampar¨¢ndolo hasta el d¨ªa de su muerte: ¨¦l fue la ¨²ltima persona que estuvo a su lado antes de que expirara por culpa de un c¨¢ncer de pulm¨®n. Walt Disney fumaba como un carretero, tambi¨¦n beb¨ªa y tomaba pastillas para dormir. Era un insomne irredento. Quiz¨¢s porque no dejaba de pensar, como ¨¦l mismo confes¨® en una ocasi¨®n, que "resulta pat¨¦tico que le recuerden a uno por haber creado un rat¨®n".
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