Euskadi, cien a?os de soledad
Da la impresi¨®n, leyendo m¨¢s de cuarenta a?os despu¨¦s las dos primeras partes de esta trilog¨ªa monumental, Verdes valles, colinas rojas, de que Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923) ten¨ªa ya toda su obra en germen en la cabeza desde el principio. Pues cuando recibi¨® de una tacada el Premio Nadal y el de la Cr¨ªtica en 1961, aprovech¨® el escaso dinero recibido para terminar de construir la casa que estaba edificando con sus propias manos en el pueblo bilba¨ªno de Getxo (entonces Guecho) y a la que en principio bautiz¨® con el nombre extranjero de "Walden" en homenaje al socialista ut¨®pico norteamericano Henri David Thoreau, para marcar las distancias con el nacionalismo, y en donde sigue viviendo todav¨ªa en compa?¨ªa de alguno de sus hijos, pues en su origen es un vasco "de la madera" y del mar. Y digo lo que antecede porque los escenarios, personajes y hasta alguno de los episodios est¨¢n o incluidos o mencionados y hasta insertos -aun de pasada- en esta gran novela, ¨¦pica, desmesurada y m¨ªtica que a mi leal saber y entender es la mejor novela vasca que este peque?o pa¨ªs ha producido a lo largo de su historia, que ha sido siempre ¨¢grafa y verbal, y m¨¢s tendente a la canci¨®n popular y al texto religioso (sus primeras manifestaciones, en el XVII) que a los relatos y la narraci¨®n pura que otra cosa.
VERDES VALLES, COLINAS ROJAS (2. Los cuerpos desnudos)
Ramiro Pinilla
Tusquets. Barcelona, 2005
784 p¨¢ginas. 25 euros
Seg¨²n la mitolog¨ªa -muy
bien- creada por Ramiro Pinilla, el pueblo vasco vino del mar, y desembarc¨® en lo que luego fueron 48 caser¨ªos originarios, de los que localiz¨® 12 en la costa de Getxo, junto al perdido roble originario donde los vascos se reun¨ªan para gobernarse. De ah¨ª surgen una cincuentena o m¨¢s de personajes pertenecientes a diversas familias y caser¨ªos que se entremezclan, se cruzan, se enfrentan y se agitan como en un complicado rompecabezas dando lugar a situaciones que desembocar¨¢n en el combate, la lucha, el triunfo y la destrucci¨®n final en la que -me temo- todo va a concluir, tras el paso devastador de la Guerra Civil, al que est¨¢n destinadas las trescientas ¨²ltimas p¨¢ginas de este segundo volumen, que recorren toda la aventura de la toma por Franco del "cintur¨®n rojo" de Bilbao en la voz de Roque Altube, el t¨ªo del "cojito" Asier Altube, que fue el primer novio de la militante socialista Isidora, muerta tras las primeras aventuras sociales que protagoniz¨® junto a ¨¦l, en las luchas entre capitalistas y socialistas descritas en el tomo anterior. Pues la divisi¨®n natural entre vascos de la "madera" y los del "hierro" es como la escisi¨®n natural entre los vascos y los maketos, los de dentro y los de fuera, pues la naturaleza ha creado la divisi¨®n entre los "verdes valles" y las "colinas rojas", que crucificar¨¢n entre todos al Pa¨ªs Vasco.
As¨ª las cosas, hab¨ªa que haber visto en su momento que los restos del naufragio que in¨²tilmente van a recoger Sebas y los suyos en Las ciegas hormigas suceden en los acantilados de La Galea, donde aparece tambi¨¦n con t¨¦cnicas "faulknerianas" el falso crimen que resuelve despu¨¦s Asier Altube en En el tiempo de los a?os verdes (novela estimable que su autor ha dejado de apreciar), o que el tema genesiaco de don Abd¨®n, central en El salto (Premio Ciudad de Bilbao), ya aparec¨ªa en Seno -finalista del Planeta-, donde el due?o del caser¨ªo Arrig¨²naga enloquece buscando un heredero nacido de una mujer de su familia en un d¨ªa determinado. Todo va encajando en estas historias dispersas que el tiempo unir¨¢ despu¨¦s. Pues desde el principio, el soplo ¨¦pico que anima estas p¨¢ginas, se basa en la aparici¨®n de elementos "milagrosos" o hipot¨¦ticos, como el parto de una mujer desconocida que dice haber sido fecundada por un ¨¢ngel, sin intervenci¨®n humana, por lo que su producto ser¨¢ divino. O como cuando en la playa aparece un gran bloque, un paralelep¨ªpedo de material liso e intransportable (no se le puede subir a la monta?a adjunta, por mucho esfuerzo de los bueyes empleados, y se cruzan apuestas entre sus propietarios, aun sin haber dilucidado si el bloque es de quien lo ve primero o de quien lo ha llevado hasta all¨ª). Es una historia interminable que termina con el bloque -reclamado por la Iglesia por ser el ara de San Pedro- transformado en un bar, donde se consume txakol¨ª, se cruzan apuestas y se edifica en su torno una venta, que ser¨¢ la base donde se edifique el imperio del Mal. Pues antes el gran misterio est¨¢ en el desembarco de una mujer desconocida, llamada "Ella" -acompa?ada de otra misteriosa, llamada "Magda" o "Madia"-, que al tener un hijo bastardo con Camilo Baskardo, el noble que lidera la comunidad, desencadena el triunfo del mal sobre todo el pa¨ªs. Es el elemento "maketo" o exterior a la comunidad, la que representa el "Mal", seg¨²n el maestro don Manuel Goenaga -nacionalista moderado y novio eterno de la maestra se?orita Mercedes, con quien se compromete varias veces sin llegar a casarse-, cuyo disc¨ªpulo com¨²n ser¨¢ el sobrino de Roque Altube, el joven Asier Altube, el antiguo "cojito" que ya ha dejado de serlo, que se ir¨¢ inclinando hacia el socialismo, pues es el ¨²ltimo interlocutor v¨¢lido que queda frente al nacionalismo imperante en toda la comunidad (y ambos, t¨ªo y sobrino, fallecer¨¢n el mismo a?o).
Pues la lectura tanto del mapa (que no es el perfecto de Juan Benet) como de las dos estirpes de personajes -los Altube y los Baskardo, junto con sus fechas de nacimiento y muerte- ilustran a la perfecci¨®n la lectura de esta complej¨ªsima novela (y donde he olvidado al repasar el primer tomo el episodio sorprendente del env¨ªo exterior a un Altube de un reba?o de llamas peruanas, que siembran la destrucci¨®n en el caser¨ªo/palacio de Camilo Baskardo y su esposa Cristina Oiaind¨ªa, los dos l¨ªderes de la comunidad, el primero de la industrializaci¨®n y la segunda del nacionalismo cat¨®lico m¨¢s dogm¨¢tico, lo que da lugar a una verdadera cacer¨ªa final para terminar con ellas, pero sus consecuencias se perpet¨²an), pues orientan su lectura y la iluminan siempre.
No hay tantas sorpresas
m¨¢s o menos disparatadas en esta segunda parte, que empieza cuando vuelve de Ceil¨¢n un hijo legal Baskardo (Mois¨¦s) donde ha descubierto extra?as filosof¨ªas orientales que le hacen descubrir el poder de la desnudez y de las drogas. Transforma su caser¨ªo en una verdadera comuna hippie, con ayuda de sus hermanos Josafat y Fabiola, con la consecuencia final de la muerte del primero y el parto de la segunda, que conoce el amor en la playa en brazos de Roque Altube, que tiene un poder¨ªo genesiaco indudable, pues est¨¢ casado con la Madia misteriosa a la que ha dado ocho hijos m¨¢s. Con Fabiola tendr¨¢ una hija, Flora, que casada con un deportista dar¨¢ a luz un hijo, "Oc¨¦ano", que desaparecer¨¢ en el mar, huyendo de la Guerra Civil, como una restituci¨®n al origen de todo. Hay m¨¢s disputas en torno al "ara" de La Venta, los intentos de creaci¨®n de unos primeros "sindicatos" (a imagen de los de Isidora) por parte de Roque Altube, que ser¨¢n infiltrados por los falsos creados por los nacionalistas, pero todo desembocar¨¢ en la larga descripci¨®n que hace el viejo Roque de la batalla en torno a Bilbao verdaderamente memorable.
Bien, nos queda la tercera y ¨²ltima parte de esta trilog¨ªa monumental, met¨¢fora de todo un siglo de la vida en Euskadi, como si lo fuera desde toda la eternidad, pues empezando desde el final del XVIII va a llegar hasta las postrimer¨ªas del XIX, que es cuando aparece ETA, una palabra fundamental en la historia reciente de Euskadi. Y aqu¨ª volver¨¦ a los dos modelos que impulsaron la obra de Ramiro Pinilla, primero Faulkner (Mientras agonizo) y muy pronto despu¨¦s Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, y sobre todo su gran novela -redonda, m¨ªtica, ¨¦pica, realista y fant¨¢stica- que es Cien a?os de soledad. Conociendo el socialismo y el nacionalismo de Ramiro Pinilla, a trozos, a pu?etazos, ha escrito el final de Euskadi -a la estirpe de Ella le va a nacer al final un ni?o monstruoso, con la cola de cerdo, pues cien a?os de soledad desembocan en un monstruo, pues ETA es la met¨¢stasis del Pa¨ªs Vasco, su verdadero c¨¢ncer final, del que por ejemplo va a fallecer, Asier Altube, nuestro interlocutor final, ya lo veremos-.
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