Fiesta oto?al
Pas¨® hace muchos a?os, pero lo recuerdo como si fuera ayer: un futur¨®logo de pacotilla dictaminaba con absoluta seguridad, ante las c¨¢maras de televisi¨®n, que el siguiente campeonato mundial de f¨²tbol lo ganar¨ªa la selecci¨®n de Hungr¨ªa. A¨²n no hab¨ªan llegado a los medios de comunicaci¨®n prodigios como Aram¨ªs Fuster o Rappel, pero aquel tipo no tuvo el m¨¢s m¨ªnimo reparo en adelantar el nombre del campe¨®n de unos mundiales. Por cierto, si recuerdan, la selecci¨®n de Hungr¨ªa jam¨¢s los ha ganado. ?Se le caer¨ªa la cara de verg¨¹enza al pitoniso tras el yerro? Bueno, he descrito la escena, pero he obviado un peque?o detalle: que cuando el individuo emiti¨® su pron¨®stico a¨²n faltaban un par de a?os para la celebraci¨®n de los mundiales. O, por contemplar el asunto de otro modo, es dudoso que dos a?os despu¨¦s muchos espectadores se acordaran como yo de la estafa. De hecho, mi propio testimonio viene enturbiado por el tiempo: as¨ª como recuerdo la escena, no recuerdo el nombre del idiota.
?Qu¨¦ tiene que ver todo esto con la Aste Nagusia? Pues que el meteor¨®logo es una persona seria y nada lo relaciona con los estafadores que viven de predecir toda clase de eventos personales o colectivos, pero hay que reconocer que a veces los meteor¨®logos no aciertan mucho m¨¢s que esos envidiables agoreros de la tele. Y la verdad es que las fiestas de este a?o han venido pasadas por agua. Incluso escribo estas l¨ªneas con un preocupante atisbo de resfriado, producto de la salida nocturna de ayer, que realic¨¦ en irresponsables mangas de camisa.
La lluvia, de uno u otro modo, no nos ha abandonado, y lo cierto es que en muchas de las noches festivas ha hecho fresco, si bien la constancia del fen¨®meno s¨®lo se les habr¨¢ hecho recurrente a los abstemios ya que, como se sabe, la ingesta de alcohol desencadena, junto a algunos desarreglos org¨¢nicos, una acci¨®n calefactora que a veces es muy de agradecer.
Y recuerdo a los meteor¨®logos, un poco as¨ª, en general, porque recuerdo a m¨¢s de uno en particular, cuando el pasado mes de junio auguraba un agosto seco y de mucho calor, un agosto canicular, t¨®rrido, asfixiante y bochornoso, un mes en el que, vaya, toda clase de insectos iban a caer fulminados sobre el asfalto debido a las alt¨ªsimas temperaturas que ¨ªbamos a padecer, no s¨¦ si en otros sitios, pero s¨ª desde luego a orillas del Cant¨¢brico.
Lo cierto es que nadie va a poder pedirles cuentas y que, adem¨¢s, hacerlo resultar¨ªa completamente in¨²til. Hay que presumir la buena voluntad de las gentes que se dedican a estas cosas y recordar su total disposici¨®n a reconocer que, a veces, se equivocan. Pero no dejan de verse estas cosas con algo de fastidio despu¨¦s de haber atravesado una noche muy fresquita, con lluvia intermitente y la improbable protecci¨®n de una camisa, sobre todo si se recuerda al mismo tiempo la voz de un meteor¨®logo, proclamando por la radio y haciendo gala de una absoluta convicci¨®n: "?Agosto? S¨ª, viene un agosto seco y caluroso, muy caluroso, sin duda alguna".
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