Una ventana al Adri¨¢tico
El turismo vuelve a las playas y ciudades hist¨®ricas de Montenegro
La primera impresi¨®n cuando uno pone el pie en este peque?o pa¨ªs de los Balcanes es de sorpresa; sorpresa por no haber visto antes la variedad de sus playas en los folletos de las agencias de turno; sorpresa por no haber sido bombardeados en programas de televisi¨®n con las im¨¢genes de sus ciudades amuralladas, patrimonio de la humanidad; parques naturales, lagos glaciales, docenas de ca?ones entre los que se incluye el m¨¢s largo y profundo de Europa, monasterios imposibles excavados en la roca, el ¨²nico fiordo del Mediterr¨¢neo...
La falta de informaci¨®n a menudo acompa?a a los lugares fuera del circuito tur¨ªstico que dicta la industria. Esto hace que, de vez en cuando, uno se encuentre en ese estado tan grato para el viajero como es el de descubrir un lugar por primera vez con la mirada fresca y los sentidos alerta, ser un explorador y un peque?o pionero en lugar de una sombrilla m¨¢s en la playa de moda.
No es que los locales no sepan de los secretos de Montenegro; al contrario, miles de serbios se acercan en masa en julio y agosto buscando el mar que no tienen y cambiando de paso la fisonom¨ªa de este peque?o pa¨ªs. Al viajero que se adelante o se atrase al furor estival, Montenegro le recompensar¨¢ con ese regalo que es sentirse ¨²nico en un pa¨ªs diferente.
Con menos de 700.000 habitantes, Montenegro es tan peque?o que ni siquiera es un pa¨ªs por s¨ª mismo, sino una rep¨²blica que, unida a Serbia, constituye la Federaci¨®n de Serbia y Montenegro. Esta uni¨®n quiz¨¢ no sea por mucho tiempo, ya que el pr¨®ximo a?o est¨¢ planeado un refer¨¦ndum para decidir sobre la independencia de Montenegro y su futura adhesi¨®n a la Uni¨®n Europea.
De momento, los montenegrinos ya han adoptado el euro como moneda (en Serbia se utiliza el dinar), y miran al futuro con el optimismo de un pa¨ªs que se sabe poseedor de una oferta tur¨ªstica espectacular, comparable a la de su vecino Croacia, con el que comparte sus costas y el mirador afortunado de uno de los mares m¨¢s transparentes del planeta: el Adri¨¢tico.
El origen del nombre
En Montenegro nunca se plantea uno esa disquisici¨®n vacacional de playa o monta?a. Aqu¨ª no hay elecci¨®n: son las dos, y punto. Las carreteras de una playa a otra a lo largo de la costa suben y bajan, se retuercen abrazando la cintura de escarpadas monta?as, en una de las cuales, Lovcen, con su frondosa vegetaci¨®n de pinos negros, est¨¢ el origen del nombre del pa¨ªs.
Si al transitar por estas carreteras de monta?a circula un viejo cami¨®n delante de usted, como parece ser siempre el caso, no se ofusque; las vistas compensan de sobra la lentitud del tr¨¢fico: la ciudad amurallada de Budva, las playas doradas de Petrovac y quiz¨¢ la imagen emblem¨¢tica de Montenegro, la min¨²scula pen¨ªnsula de Sveti Stefan. Este capricho natural sobre el que se construy¨® un pueblo de pescadores en el siglo XV fue transformado en 1960 en complejo hotelero de lujo. En las mismas casas de piedra que siglos atr¨¢s ocuparan familias y aparejos de pesca, Sof¨ªa Loren y Doris Day, entre otras estrellas, bebieron champa?a. Y broncearon sus cuerpos en sus id¨ªlicas terrazas.
Despu¨¦s de a?os de decadencia en los noventa, motivada por la situaci¨®n pol¨ªtica de la regi¨®n, hoy un grupo hotelero est¨¢ a punto de devolver su esplendor a este pueblo de calles de piedra unido a tierra s¨®lo por una estrech¨ªsima playa por la que el mismo Tito se pase¨® en m¨¢s de una ocasi¨®n.
Y es que, si bien Montenegro sali¨® pr¨¢cticamente ileso de los zarpazos de la guerra reciente que destrozaron Yugoslavia, el conflicto s¨ª hiri¨® de muerte a la principal fuente de ingresos del pa¨ªs: el turismo. Hoy, esa industria, m¨¢s de 10 a?os despu¨¦s, se recupera tanto en los servicios como en las instalaciones. La guerra aparece en la memoria lejana, s¨®lo despertada por los extranjeros que, quiz¨¢ por la influencia de los medios de comunicaci¨®n, no parecemos capaces de disociar a¨²n hoy los Balcanes de la palabra conflicto.
La fortaleza de Kotor
Sin duda, una de las joyas de Montenegro es la ciudad de Kotor. Su nombre y sus fortificaciones bien podr¨ªan haber sido sacados de la ¨²ltima entrega de El se?or de los anillos. Una muralla de m¨¢s de 10 metros de ancho y 20 de alto protege las casas, iglesias y palacios de piedra. Como no pod¨ªa ser de otro modo, la ciudad est¨¢ situada entre el mar y la monta?a. Paredes arriscadas fijan el l¨ªmite del trazado urbano, pero no de la muralla, que, como si fuese la cresta de un animal prehist¨®rico, contin¨²a su recorrido vertical hasta alcanzar los 200 metros coronando la cima. Buenas piernas y tiempo de sobra son necesarios para llegar hasta all¨ª. Tiempo no s¨®lo para realizar el trekking, sino tambi¨¦n para, una vez arriba, disfrutar con una de las vistas m¨¢s espectaculares de Montenegro: la bah¨ªa de Kotor, el fiordo m¨¢s septentrional de Europa.
Nada mejor tras el descenso que repostar en uno de los caf¨¦s de la ciudad vieja con un buen plato de chevapi, carne sazonada a la parrilla, o una deliciosa riblja corba, sopa de pescado; un licor de espliego y un baklava, dulce pastel de hojaldre y frutos secos.
De noche, Kotor se olvida de su pasado medieval y se desborda con bares, terrazas y clubes. Llama la atenci¨®n que todas las sillas de las terrazas est¨¦n alineadas mirando al centro de la calle. Aqu¨ª no se viene a hablar, sino a ver y ser visto. Es hora de sentarse y disfrutar del espect¨¢culo. Si adem¨¢s resuenan los ¨²ltimos ¨¦xitos nacionales con el turbo-folk, mezcla de folclor serbio y tecno, habr¨¢ disfrutado, o padecido, una noche al m¨¢s puro estilo kotor.
Perast, la marinera
A pocos kil¨®metros de Kotor se encuentra la silenciosa ciudad de Perast. La que en la distancia se vislumbra como otra pintoresca aldea de pescadores revela su pasado a trav¨¦s de iglesias, museos y palacios barrocos construidos cuando formaba parte de la rep¨²blica marinera de Venecia. En Perast se respira mar; un museo mar¨ªtimo con antiguos mapas, timones, escafandras, y una ilustre academia naval en la que se forj¨® la reputaci¨®n de los perastinos como aguerridos lobos de mar, dan fe de ello. Dos diminutas islas, una natural y la otra construida sobre restos de barcos naufragados, contemplan la ciudad. Sobre ellas, el monasterio de San Jorge y la iglesia de Nuestra Se?ora de la Roca, respectivamente, se levantan como una aparici¨®n en medio de la bah¨ªa.
La popular Budva, con sus tiendas de moda, estilosos caf¨¦s y una oferta gastron¨®mica que incluye desde un restaurante chino hasta una cantina mexicana, es lo mas parecido a un lugar de veraneo dentro de Montenegro. Pero para quien prefiera el perfume de los pinos y las botas de monte al aroma del mar y las sandalias, el parque nacional de Durmitor, con sus 27 cumbres por encima de los 2.200 metros, sus 18 lagos glaciales, sus cinco ca?ones y sus cientos de kil¨®metros de senderos salpicados por manantiales y cuevas, supone una alternativa perfecta.
Caminando a la orilla del r¨ªo Tara en medio de un silencio sobrecogedor y flanqueado por unas paredes de 1.300 metros de altura que forman el ca?¨®n m¨¢s profundo y m¨¢s largo de Europa, es dif¨ªcil resistir la tentaci¨®n de calcular su enormidad gritando a pleno pulm¨®n. Resista las ganas y no rompa el silencio. Las colonias de nutrias que habitan en la orilla del r¨ªo se lo agradecer¨¢n. Ded¨ªquese mejor a contemplar los pinos que crecen en la pared del ca?¨®n en ¨¢ngulos imposibles y deje que sean los saltos de agua que desde el monte se precipitan al r¨ªo los que a?adan los efectos de sonido.
GU?A PR?CTICA
C¨®mo viajar- La agencia barcelonesa Touristforum (902 021 210; www.touristforum.net) organiza viajes de una semana por la costa de Montenegro, con posibilidad de ampliar la estancia con dos noches en Dubrovnik (Croacia). El precio, desde 600 euros por persona, incluye los vuelos de ida y vuelta a Dubrovnik; entrega y recogida en el aeropuerto de un coche de alquiler para siete d¨ªas, con kilometraje ilimitado, seguros y franquicia, y siete noches de alojamiento, con desayunos. Excursiones: la bah¨ªa de Boka Kotorska, el lago Skadar, el parque nacional Durmitor, el monasterio ortodoxo de Ostrog, el ca?¨®n del r¨ªo Tara, y Cetinje, la capital hist¨®rica de Montenegro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.