Des¨¢nimo portugu¨¦s
Hace tiempo que los portugueses andan desanimados. El ver arder, por tercer verano consecutivo, sus bosques ha reforzado estos d¨ªas una introspecci¨®n interna en un pa¨ªs profundamente deprimido y que no parece poder salir de su malestar. Se le amontonan los problemas y carece, cuando m¨¢s lo necesitar¨ªa, de proyecto de pa¨ªs. La separaci¨®n entre la clase pol¨ªtica y la ciudadan¨ªa alimenta este pesimismo.
Los incendios, afortundamente apagados -en parte gracias a una ejemplar colaboraci¨®n europea-, han puesto de forma desgraciada el foco sobre un campo abandonado por los j¨®venes, sobre la desintegraci¨®n acelerada del mundo rural, y sobre la falta de ordenamiento territorial. Portugal ha cambiado profundamente, para bien, aunque en el camino se olvid¨® de ese mundo rural. Pero el proceso de modernizaci¨®n y de crecimiento econ¨®mico con la democratizaci¨®n y la entrada en la hoy Uni¨®n Europea ha sido a todas luces positivo, como en Espa?a.
Desde hace un quinquenio, ha entrado en una senda en la que no acaba de encontrarse. La econom¨ªa, a la baja desde 2000, entr¨® en recesi¨®n a finales de 2002, y desde entonces no remonta. Ante el encarecimiento del precio del petr¨®leo, ni siquiera se podr¨¢ cumplir la t¨ªmida previsi¨®n del Banco de Portugal de un crecimiento del 0,5% del PIB este a?o. Mientras, crece el desempleo, del 4,1% en 2001 al 7,2% en la actualidad. Las recetas que han aplicado los diversos Gobiernos no han hecho sino engordar el Estado -hasta un 6,8% del PIB, casi el doble de lo permitido por la pertenencia al euro-, y los impuestos a los ciudadanos.
La depresi¨®n tiende a devorar a sus dirigentes, y la crisis de gobernabilidad la alimenta. Antonio Guterres tir¨® la toalla. Durao Barroso se march¨® a Bruselas, y su sucesor, Pedro Santana Lopes, cay¨® en el caos administrativo. La victoria de Jos¨¦ S¨®crates ha despertado esperanzas, pero tambi¨¦n el joven socialista ha sufrido en carne propia los ¨²ltimos acontecimientos y, previsiblemente, pagar¨¢ un precio, aumentado en las zonas devastadas por el fuego, en las municipales de octubre. Tan profunda parece la crisis pol¨ªtica, que Mario Soares, a sus 80 a?os, que lo ha sido todo en Portugal, se ha propugnado como candidato a las elecciones presidenciales de enero, y la derecha mira a Anibal Cavaco Silva como posible contrincante. Son s¨ªmbolos del pasado, y su candidatura es reflejo de que la nueva generaci¨®n no ha llenado plenamente el hueco.
Portugal, sin embargo, se recuperar¨¢. Si hace unos a?os logr¨® ponerse en forma para entrar en el euro, puede hacerlo de nuevo y afrontar los nuevos desaf¨ªos con el esfuerzo de todos y mediando un gran consenso nacional. Aunque los niveles de confianza de los agentes econ¨®micos tienden a empeorar, las empresas est¨¢n haciendo grandes pasos en su reestructuraci¨®n. La sociedad civil comienza a despertar y a movilizarse. Es de esperar que logre provocar un cambio en la forma de gobernar y un empuje para las inaplazables, y duras, reformas estructurales que Portugal no puede demorar m¨¢s. Pero, ante todo, lo que los portugueses deben recuperar, y hay motivos para ello, es ilusi¨®n.
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