Scorsese documenta la ascensi¨®n de Dylan
La extensa pel¨ªcula 'No direction home', que se estrena en televisi¨®n a finales de septiembre, viene precedida por un disco doble con versiones in¨¦ditas de poderosas canciones dylanianas de los primeros a?os sesenta, con un rock excitante y visionario.
Los foros de los dylan¨®filos echan humo. Seguir a Bob Dylan es una tarea fascinante que se complica cuando, como ahora, urge asimilar (y discutir) toda una avalancha de productos con su nombre. En octubre, llega The Bob Dylan scrapbook, 1956-1966, tomo de lujo que re¨²ne fotograf¨ªas, documentos y manuscritos. La edici¨®n de bolsillo del primer volumen de su autobiograf¨ªa, Chronicles, tiene como gancho, en algunos establecimientos, el regalo de un CD con piezas in¨¦ditas. No es la ¨²nica trampa perversa de la promoci¨®n dylaniana: el 30 de agosto sale un codiciado disco en directo, Dylan: Live at the Gaslight 1962, aunque, para esc¨¢ndalo de muchos, se vender¨¢ exclusivamente en las 4.400 cafeter¨ªas estadounidenses de la multinacional Starbucks.
Pero ese mismo d¨ªa tambi¨¦n se publica -en este caso, s¨ª estar¨¢ disponible en las tiendas de discos- lo que se anuncia como la banda sonora de No direction home, el documental de Martin Scorsese que se centra en los extraordinarios primeros a?os de vida p¨²blica de Dylan, el f¨¦rtil periodo que va desde 1961, cuando es un mocoso que comienza a llamar la atenci¨®n en Manhattan, hasta 1966, cuando se retira a las monta?as, dispuesto a ejercer de mod¨¦lico padre de familia y olvidar toda la locura anterior.
Pocas carreras tan cegadoras, tan mete¨®ricas como la de aquel muchachito jud¨ªo de Minnesota (Duluth, 1941) que lleg¨® a Nueva York derramando, seamos ben¨¦volos, historias fantasiosas sobre su pasado. Voraz, Dylan metaboliz¨® suficientes lecciones -musicales, vitales- para ponerse al frente de los cultivadores urbanos de la m¨²sica folk, guiando a sus practicantes hacia una canci¨®n que se coincidi¨® en llamar "de protesta", de inmensa resonancia en los politizados a?os sesenta. No contento con abanderar esa revoluci¨®n, en los meses que transcurrieron entre marzo de 1965 y mayo de 1966 materializ¨® cuatro rotundos LP -Bringing it all back home, Highway 61 revisited y el doble Blonde on blonde- donde forjaba un rock mercurial que, de rebote, trasform¨® a los juveniles conjuntos de la ¨¦poca, de los Beatles a los Stones, en grupos adultos, liberados espiritual y literariamente. M¨¢s asombrado que vanidoso, Dylan comentaba aquellos d¨ªas que se hab¨ªa cargado "todo ese rollo del Tin Pan Alley", aquel sistema que diferenciaba entre cantantes y compositores, con una exigencia impl¨ªcita de pulcritud interpretativa y accesibilidad universal.
Por alguna raz¨®n misteriosa, y para pavor de un Dylan que no se consideraba ni profeta ni l¨ªder, sus letras opacas y su voz peculiar conectaron con millones de oyentes, que creyeron intuir all¨ª las soluciones a los dilemas de su edad y de su momento social.
Uno de ellos fue Mart¨ªn Scorsese. Aunque musicalmente se identificaba m¨¢s con los sonidos negros, el cineasta termin¨® sumergi¨¦ndose en el universo de Dylan, tan rico en sugerencias y pistas. De gu¨ªa, tuvo a uno excepcional: Robbie Robertson, integrante del grupo dylaniano por antonomasia, The Band. Cuando Scorsese pudo tratar a Dylan, comprob¨® que pod¨ªa ser tan caprichoso como cualquier ¨ªdolo de Hollywood.
En 1976, estaba en San Francisco, cubriendo la magna despedida de The Band, y Bob prohibi¨® que las c¨¢maras le rodaran. Por un motivo mezquino: iba a estrenar su propia pel¨ªcula, Renaldo & Clara, y su entorno le sugiri¨® que no era positivo, en t¨¦rminos de mercadotecnia, aparecer al mismo tiempo en otro largometraje, aunque se tratara de un homenaje colectivo. S¨®lo la invocaci¨®n de su larga amistad con The Band logr¨® que cediera. Afortunadamente para todos: Renaldo & Clara se revel¨® como una patata pretenciosa mientras que El ¨²ltimo vals es el paradigma por el cual se miden todas las pel¨ªculas de conciertos.
Veinticinco a?os despu¨¦s, Scorsese se alegr¨® de verificar que Dylan hab¨ªa cambiado. En vez de huir de las c¨¢maras, valora la importancia de ser documentado: incluso, sus representantes han ido adquiriendo discretamente grabaciones, filmaciones o fotos dylanianas con vista a elaborar proyectos retrospectivos.
Tambi¨¦n Scorsese muestra ahora m¨¢s flexibilidad que cuando se enfrentaba a cara de perro con la industria del cine: encabeza un equipo especializado en documentales musicales, que en 2003 conmemor¨® el A?o del Blues con Martin Scorsese presents the blues, serie de siete pel¨ªculas que financi¨® PBS, la televisi¨®n p¨²blica estadounidense.
Dylan se qued¨® impresionado con el cap¨ªtulo de esa serie que dirigi¨® el propio Scorsese. Feel like going home se articula sobre un doble viaje: primero, a las orillas del Mississipi, donde el blues se manifest¨® hace un siglo; luego, a pesar de su fr¨¢gil salud, el realizador se traslad¨® a Mali en busca de las ra¨ªces africanas. Bob prometi¨® su apoyo total al "amigo Marty" para su primera biograf¨ªa audiovisual.
No direction home ha unido a siete productoras, incluyendo a la BBC y PBS, que estrenan la pel¨ªcula -dividida en dos partes- el 26 y el 27 de septiembre. Dylan habla sin tapujos sobre sus a?os m¨¢s productivos y sus palabras tienen el eco de los testimonios de docenas de compa?eros de viaje, desde Joan Baez a Allen Ginsberg. Se recuperan descartes de Don't look back, pedazo de "cinema verit¨¦" captado por D. A. Pennebaker en 1965, con un artista inspirado y altivo, consciente de su habilidad para desatar terremotos. Todo adobado con unas 130 canciones, tanto las suyas como las de cantantes que rechaz¨® instintivamente -Bing Crosby- o que le proporcionaron un modelo, como Woody Guthrie.
Para calentar el ambiente, el pr¨®ximo martes, Sony BMG edita el soundtrack de No direction home, que no es estrictamente la banda sonora del documental: por ejemplo, no recoge el significativo It's all over now baby blue que le vemos desgranar en el escenario de Newport, en 1965, sino una toma alternativa hecha meses antes en un estudio. El doble CD debe entenderse como una colecci¨®n de rarezas (de los 28 temas, s¨®lo dos hab¨ªan sido publicados legalmente) que se abre con, se supone, la primera canci¨®n original que Dylan pas¨® a cinta, When I got troubles, registrada por un amigo del colegio all¨¢ por 1959. Pocas de esas grabaciones ser¨¢n una sorpresa para los dylan¨®logos -estamos ante el artista m¨¢s pirateado de la historia- pero se agradece tenerlas con el mejor sonido posible, contextualizadas por un librito de 60 p¨¢ginas con ensayos escritos por veteranos de la d¨¦cada prodigiosa, como el teclista Al Kooper o Andrew Loog Oldham, carism¨¢tico manager de los primeros Rolling Stones.
El elemento dram¨¢tico en No direction home -que Paramount comercializar¨¢ en Espa?a como un doble DVD a partir del 16 de noviembre- est¨¢ servido por la confrontaci¨®n entre el artista reci¨¦n electrificado y el n¨²cleo duro del folk comprometido. Hoy, cuesta calibrar la profundidad de las pasiones que despert¨® aquella decisi¨®n est¨¦tica de reinventar el rock de su adolescencia. Scorsese ha recuperado las filmaciones de Dylan en el Newport Folk Festival de 1963, 1964 y 1965; ese ¨²ltimo a?o, actu¨® con guitarra de palo pero tambi¨¦n con la Paul Butterfield Blues Band, algo que levant¨® enorme indignaci¨®n entre un sector (el patriarca Pete Seeger amenaz¨® con usar un hacha para cortar los cables que alimentaban aquel "ruido infernal", como si as¨ª pudiera atajar el cisma).
En 1965 y 1966, Dylan facturaba un rock tan excitante como visionario, aunque muchos de sus fieles se consideraron obligados a silbarle y, en un revelador incidente en Manchester, aplaudir cuando alguien le grit¨® "?Judas!". Los hallazgos musicales de aquella ¨¦poca turbulenta ya est¨¢n canonizados: Like a rolling stone suele ser votada como la obra cumbre del rock (y ya puede leerse todo un libro consagrado a su g¨¦nesis, Like a rolling stone: Bob Dylan at the crossroads, de Greil Marcus). Pero, a partir de ese momento, la carrera de Dylan se ha desarrollado bajo el signo de la discordia: sus discos tienen la rara "virtud" de encrespar autom¨¢ticamente a parte de su audiencia. Aunque todos se sentir¨¢n magnetizados por No direction home, cr¨®nica de una odisea personal que cambiar¨ªa el modo en que percibimos el mundo.
Los amargos misterios de The Band
No es nada casual que el 27 de septiembre, coincidiendo por el pase por televisi¨®n de No direction home, se publique A musical history (EMI), la m¨¢s ambiciosa antolog¨ªa de The Band: Robbie Robertson, cabecilla oficioso del quinteto,
es ¨ªntimo de Martin Scorsese; sobrevivieron juntos a los a?os de la coca¨ªna y todav¨ªa colaboran cuando hay que poner a punto una banda sonora. Huele
a oportunismo pero est¨¢ justificado: las andanzas de The Band se entrecruzaron con las de Dylan. Tres de ellos militaron en el grupo que le arrop¨® en su tumultuosa apertura al rock. Sigui¨¦ndole, se retiraron a Woodstock. All¨ª destilaron juntos las embriagadoras Cintas del s¨®tano, un denso cap¨ªtulo del cancionero dylaniano. The Band acompa?ar¨ªa a Dylan en Wight (1969) o en su gira de 1974 pero ya entonces eran iconos, hirsutos multiinstrumentistas que ejemplarizaban la vuelta a la simplicidad rural tras los excesos psicod¨¦licos. The Band, con su sonido robusto y sus historias ancestrales, retrataban en sepia una Am¨¦rica m¨ªtica que se iba desvaneciendo. Recopilado por Robbie, A musical history consiste en un DVD m¨¢s cinco compactos que suman unas cien carnosas grabaciones, muchas con Dylan: desde sus primeras sesiones, detr¨¢s del rudo rockero Ronnie Hawkins, a su despedida oficial en 1976, en un evento cargado de estrellas que Scorsese film¨® (ejemplarmente, a pesar de los excesos qu¨ªmicos de los implicados) como The last waltz. En aquel concierto se escenific¨® un suicidio ritual: Robertson deseaba acabar con The Band para dedicarse al cine, donde Scorsese le pronosticaba un gran futuro.
No fue as¨ª. Sus ex frustrados compa?eros reaparecieron en 1983, una versi¨®n de The Band que se fue debilitando con las muertes tr¨¢gicas de Richard Manuel y
Rick Danko.
Nada de esa segunda etapa ha sido recogido en A musical history: como si fuera una de sus canciones cl¨¢sicas, el rencor impone su ley.
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