La gre?a jacobina
Se cumpli¨® un aniversario de la muerte de Federico Garc¨ªa Lorca (19-VIII-1936: no esa cifra redonda v¨¢lida como percha para la actualidad del pasado), y habr¨¢ que esperar -quien pueda- a 2006, a los 70 a?os del crimen. Cada vez se comenta m¨¢s nuestra guerra civil y quiz¨¢ convenga recordar algo. Primero, hab¨ªa pasado un mes: no fue un crimen de "primeros momentos", sino premeditado, consultado. De la comandancia de Granada al general de Sevilla -?Queipo de Llano!-, quiz¨¢ de ¨¦ste a Franco para confirmar; y de Franco atr¨¢s hasta el barranco de V¨ªznar. Se estaba cumpliendo la segunda parte del golpe: el exterminio que era su plan, como la "soluci¨®n final" de Hitler con los jud¨ªos: matar a todos. La orden se transmiti¨® con un breve comentario: "?Que le den caf¨¦!". Quiz¨¢ necesitaban un eufemismo para su brutalidad, para no decir la palabra fat¨ªdica. "Caf¨¦" se empleaba como anagrama de "compa?eros, arriba falange espa?ola", y el color verde era "viva el rey de Espa?a", y los se?oritos a?ad¨ªan una pluma verde a su sombrero verde, que con el finillo bigote alfonsino y unos guantes amarillos de cabritilla, con unas llaves de coche en la mano que dejaban caer ostensiblemente en la mesa de Bakanik (ya no existe, calle de los H¨¦roes del Diez de Agosto; ya no existe, calle de Salustiano Ol¨®zaga), ped¨ªan perd¨®n por su olor a gasolina y dec¨ªan "he coronado perdices a cien".
No todos mataban, ni a todos les parec¨ªa justo lo de Lorca, pero a?ad¨ªan que era cosa de homosexuales. Mandaron escribir un par de libros en Par¨ªs y en Madrid para explicar esa tesis. Sobre todo ello vino la censura: nombre prohibido, obra prohibida. Cuando trat¨¦ de recuperar mi bachillerato robado me pidieron una cr¨ªtica de teatro, la hice de Yerma, y me expulsaron (no sin dolor del profesor de literatura). Se intent¨® laborar una trama despu¨¦s de rojos contra rojos; luego, la de falta de calidad del poeta, su lubricidad equivocada. M¨¢s tarde se le empez¨® a adoptar: nombre ya mundial, se dec¨ªa que su ¨¦xito en el mundo s¨®lo se deb¨ªa a la ejecuci¨®n. Al fin, se le acept¨®. Como a Machado. Ridruejo, de quien todo el mundo celebra su conversi¨®n, escribi¨® el pr¨®logo de un libro de poemas de don Antonio y puso un t¨ªtulo: El poeta rescatado; Marquer¨ªe dijo que no pudo ser rojo "por asco de la gre?a jacobina". Otros tiempos.
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