Benditas piscinas
Tengo dos planes para el domingo que viene. Puedo ir al bautizo del hijo de mi primo, o bien pasar el d¨ªa con unos amigos en la piscina. Si opto por el bautizo me sentir¨¦ bien, porque mi primo es un buen chaval, pero no podr¨¦ evitar pensar, cuando est¨¦ en la iglesia, en mis amigos lanz¨¢ndose alegremente desde el trampol¨ªn. Si me voy con ellos lo pasar¨¦ mejor, pero me sentir¨¦ irremediablemente culpable.
Como todav¨ªa no lo tengo decidido, me tumbo en el sof¨¢ y empiezo a pensar en la ceremonia bautismal. Es algo muy raro, ciertamente, pero todo el mundo tiene derecho a ser extra?o si lo desea. Entonces pienso en la cabeza del hijo de mi primo, casi sin pelo, recibiendo un cuarto de litro de agua bendita. Como tengo que escribir estas cosas durante todo el verano, decido ponerme inmediatamente a calcular.
Sin levantarme del sof¨¢, aplaudo como un tonto pensando que cada a?o podr¨ªan llenarse dos piscinas con agua de pila bautismal
Seg¨²n datos de la Conferencia Episcopal, cada a?o se bautizan en nuestro pa¨ªs 280.000 ni?os. Si multiplicamos esa cifra con 0,25 litros obtenemos el volumen total de agua bendita utilizada al a?o en los bautizos: nada menos que 70.000 litros.
Finalizado el c¨¢lculo, y enfermo por unir conceptos, decido pensar en la piscina de mis amigos. En ella caben 35.000 litros de agua. Sin levantarme del sof¨¢, aplaudo como un tonto pensando que cada a?o podr¨ªan llenarse dos piscinas con agua de la pila bautismal. Me hace gracia imaginar una piscina situada en el centro de Madrid que podr¨ªa llamarse Piscina San Juan, en claro homenaje al bautista. De esta manera, los ni?os ya no tendr¨ªan que llorar mientras el cura los sujeta entre sus manos. Simplemente nadar¨ªan en la piscina, agarrados a un flotador, mientras sus padres les dicen: "Te llamar¨¢s Pablo, mi vida", o "Te llamar¨¢s Eva, mi amor".
Pero no solamente los ni?os saldr¨ªan beneficiados por la puesta en marcha de mi propuesta. Los adultos conversos, por ejemplo, tambi¨¦n tendr¨ªan ocasi¨®n de bautizarse de una forma amena y divertida. Acudir¨ªan a la Piscina San Juan y, situados en el trampol¨ªn, gritar¨ªan: "Me llamar¨¦ Jos¨¦ Ram¨®n", y se lanzar¨ªan en un triple salto mortal hasta caer, fresquitos, en la bendita agua de la piscina.
Me levanto del sof¨¢, contento, y decido ir a comer algo en la cocina. Mientras lo hago, pienso que he de tomar urgentemente una decisi¨®n: bautizo o piscina, Juan Carlos, acl¨¢rate ya. Como en la realidad no pueden unirse conceptos tan f¨¢cilmente como en el interior de nuestro cr¨¢neo, pienso que es una l¨¢stima no fusionar ambos planes en uno, y acudir con mis amigos, mi primo y su hijo a la Piscina San Juan. As¨ª pues, he de tomar una decisi¨®n sin fantasear demasiado. O bautizo o piscina, la realidad no mezcla.
Estoy a punto de tomar una decisi¨®n cuando suena el tel¨¦fono. Es mi amiga Sandra. Su abuelo, de 92 a?os, se encuentra muy mal y lo han ingresado urgentemente en el hospital. Tengo tan mala suerte que preveo el resultado. Ni piscina ni bautizo. El domingo que viene me tocar¨¢ ir de entierro.
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