El pensamiento es un peligro
Esta foto borrosa es, comparada con el discurso de Blair y de sus responsables policiales, un modelo de claridad. Se trata del cuerpo de ese chico brasile?o, Menezes, al que la polic¨ªa de Londres introdujo desapasionadamente siete balas en la cabeza por llevar abrigo, por colarse en el metro sin pagar y por huir cuando le dieron el alto. Luego result¨® que iba sin abrigo, que pag¨® y que corri¨® para no perder el tren. Lo raro, con todo, no es que mintieran, porque la mentira ya est¨¢ incorporada a nuestros valores democr¨¢ticos, lo raro es que una poblaci¨®n adulta aceptara, sin rasgarse excesivamente las vestiduras, que el hecho de no pagar en el metro, de llevar abrigo, o de huir de unos tipos mal encarados que te dan el alto, pueda justificar siete balazos.
-?Es cierto que usted vaci¨® su pistola sobre la cabeza de este chico mientras sus compa?eros lo ten¨ªan completamente inmovilizado contra el suelo de un vag¨®n de metro?
-S¨ª, pero es que llevaba abrigo.
-No me diga usted m¨¢s. Menudo peligro. ?Y es verdad que se carg¨® tambi¨¦n a este anciano?
-Claro, pero es que se hab¨ªa colado en el metro sin pagar.
-Qu¨¦ cabr¨®n. ?Y s¨®lo le metieron siete balas?
-S¨®lo siete, porque queremos defender nuestro modo de vida, nuestra forma de ser, nuestro derecho a la libertad y todo eso.
Sab¨ªamos que Kafka era el autor que mejor hab¨ªa contado el siglo XX, pero no imagin¨¢bamos que al escribir El proceso, por citar una de sus obras, estuviera haciendo una descripci¨®n costumbrista del XXI.
La foto (movida, desenfocada, turbia) es la met¨¢fora perfecta del discurso movido, desenfocado y turbio de Ian Blair, el jefe de Scotland Yard, una instituci¨®n cuyo trabajo consiste en averiguar cosas, pero que en este caso ech¨® tierra sobre el crimen e intent¨® comprar el silencio de los padres con una cantidad que da verg¨¹enza reproducir. Pero no pasa nada. Estamos defendiendo una forma de vivir, unos valores, una libertad duradera y todo lo dem¨¢s. De acuerdo, vale, lo admitimos: parece que el chico no llevaba abrigo, pero ?y si lo hubiera llevado? ?Qu¨¦ dir¨ªan los contribuyentes si el chico hubiera llevado abrigo y lo hubi¨¦ramos dejado escapar? Tampoco se col¨® sin pagar, est¨¢ comprobado. Pero ?y si se hubiera colado? Si se hubiera colado, los mismos que nos reprochan haberlo cosido a tiros nos echar¨ªan en cara lo contrario. Es muy f¨¢cil ver los toros desde la barrera. S¨®lo ¨¦ramos 200 o 300 agentes para controlar a un cr¨ªo con una fuerza sobrehumana, comparable a la de ese ser mitol¨®gico al que la dotaci¨®n entera de un cuartel de Roquetas, en Espa?a, no pudo reducir sino rompi¨¦ndole el estern¨®n y envi¨¢ndolo al otro barrio.
Dicen que los disparos iban dirigidos a la cabeza por miedo a que, si los dirig¨ªan al cuerpo, estallara el artefacto imaginario que no ocultaba debajo del abrigo inexistente. Pero tampoco eso es verdad. Se dispara a la cabeza cuando se tiene p¨¢nico al pensamiento. Y es que el pensamiento es una bomba de efecto retardado que est¨¢ dando al traste con todas las mentiras de Blair, de Bush, de Aznar. Hay que acabar con el pensamiento, y por eso rara vez disparamos a las piernas.
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