Nueva Orleans
Nueva Orleans le debe su leyenda al r¨ªo que ahora acaba de sepultarla. Por el Misisip¨ª entraban antiguamente los esclavos fugados de las plantaciones de algod¨®n y tambi¨¦n los piratas, los tah¨²res con chaleco de terciopelo y toda clase de aventureros. Pero tambi¨¦n lleg¨® la m¨²sica que se encarn¨® en el alma de la ciudad.
Dicen que a principios de siglo hab¨ªa bandas rivales de negros y de blancos que, cuando se encontraban en un cruce, se enzarzaban en batallas musicales tan encarnizadas que se pod¨ªan escuchar a una distancia de diez millas. Cada cuadrilla iba detr¨¢s de su rey, por la calle del Canal y las calles Basin, Franklin, Bienville, Saint Louis... soplando a muerte hasta reventar las trompetas. Eran los tiempos de Buddy Bolden en los que, seg¨²n cuenta la leyenda, la m¨²sica ca¨ªa sobre uno desde cualquier parte. Toda la ciudad enguatada de agua y de niebla sonora. Un milagro de ac¨²stica.
En los garitos de la calle Bourbon, que el hurac¨¢n Katrina ha convertido ahora en una ci¨¦naga de caimanes, un negro llamado Louis Armstrong escupi¨® el alma del siglo XX, interpretando sus sue?os con una trompeta. Ahora la m¨²sica est¨¢ ya completamente dentro del agua como la primera vez que son¨®. Todo se lo ha llevado el r¨ªo: las mansiones de Saint Charles Avenue con columnas y mecedora en el porche; el parque Lincoln; las canastas de basket que los chavales colgaban en cualquier patio de ladrillos rojos; el embarcadero; la catedral de San Luis; los largos crep¨²sculos; las casitas de colores del French Quartier y sus balcones colgantes; el p¨®quer; los entierros en carruajes con cochero y toda una charanga tocando detr¨¢s; las barcazas para turistas que sub¨ªan hac¨ªa las plantaciones de algod¨®n levantando una cascada de agua con las palas de popa...
En todas las historias de los deltas hay un inmenso aluvi¨®n de materiales derrotados y en Nueva Orleans la corriente tambi¨¦n arrastraba lo suyo, pero algunas noches tocadas por el azar todav¨ªa se pod¨ªa encontrar all¨ª el diamante en bruto que un d¨ªa hizo brillar a esta urbe babil¨®nica. Una noche, hace ahora tres a?os, durante una actuaci¨®n en el Preservation Hall, asist¨ª a uno de esos momentos estelares: la trompeta se hab¨ªa agazapado para tomar impulso y en el hueco, se produjo de pronto una apoteosis. Fue un redoble de pepitas de oro sobre los platillos de la bater¨ªa que abri¨® una fisura fin¨ªsima, por la que entr¨® de nuevo, solt¨¢ndose hacia delante como una serpentina, el hilo de metal de la trompeta. Cuando salimos del local, una voz muy gastada continuaba componiendo c¨ªrculos en el aire, Hear me talkin' to ya...
Dec¨ªa BB King que el blues es cuando un hombre ha perdido a una mujer y era todo lo que ten¨ªa. Aunque yo creo que tambi¨¦n las ciudades que lo han perdido todo merecen un blues. En la oscuridad cada cual cose sus propios lamentos como puede, pero ahora todo el delta del Misisip¨ª hierve con la misma derrota: puentes de hormig¨®n reventados, casas de madera flotando r¨ªo abajo, miles de desaparecidos... Cierro los ojos y sigo oyendo aquel vozarr¨®n brutal capaz de tumbar un muro, una noche de septiembre, en Nueva Orleans, Hear me talkin' to ya...
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