Guerra en el fr¨ªo polar de Teruel
Tras haber conquistado la zona norte, Franco pens¨® que ya hab¨ªa llegado el momento de volver sobre Madrid, de modo que prepar¨® una nueva gran ofensiva contra la capital de Espa?a. La nueva fuerza de que dispon¨ªa ahora compensaba la ventaja que ten¨ªa la Rep¨²blica de controlar las l¨ªneas internas. (...)
El sector amenazado por los nacionales en el frente de Guadalajara estaba defendido por el IV Cuerpo de Ej¨¦rcito republicano, que mandaba ahora Cipriano Mera. ?ste contaba con el auxilio de sus correligionarios anarquistas que, como hab¨ªan hecho en la batalla de Brihuega, cruzaban las l¨ªneas y se internaban en territorio enemigo para enterarse de los movimientos de las tropas. En esta ocasi¨®n, la informaci¨®n que consiguieron fue a¨²n m¨¢s valiosa. Algunas fuentes franquistas afirmaron tiempo despu¨¦s que el propio Mera hab¨ªa cruzado las l¨ªneas disfrazado de pastor y hab¨ªa llegado al cuartel general de los nacionales, donde consigui¨® acceso a sus planes operativos. En realidad, como cuenta el propio Mera, la misi¨®n de espionaje fue propuesta y llevada a cabo por un joven anarquista llamado Dolda, que no lleg¨® hasta el cuartel general de los nacionales. Fueron miembros de la CNT que viv¨ªan, ocultando su identidad, en la zona nacional de Arag¨®n los que le avisaron de que se estaba produciendo una gran concentraci¨®n de tropas desde Zaragoza hasta Calatayud. Durante su regreso, v¨ªa Medinaceli, Dolda pudo acabar de confirmar su corazonada de que los nacionales se estaban preparando para la mayor ofensiva desencadenada hasta entonces y que ¨¦sta iba a tener lugar en el sector de Guadalajara. Dolda, de regreso a sus l¨ªneas el 30 de noviembre, inform¨® a Mera, y ¨¦ste, a su vez, traslad¨® la informaci¨®n al general Miaja.
De noche, se mezclan en las casas soldados de ambos bandos de forma inadvertida, que se matan, a la luz del alba, a golpes de bayoneta. Stalingrado no va a ser mucho peor
Ante aquellos datos, a Rojo no le qued¨® m¨¢s remedio que aparcar la ofensiva que estaba preparando para llevar a cabo en Extremadura -el famoso Plan P- que consist¨ªa en penetrar por el frente franquista al sur del Guadiana, alcanzar la frontera portuguesa y enfrentarse con las tropas de Queipo de Llano, partiendo en dos la zona nacional. Para desbaratar la operaci¨®n franquista sobre Madrid, hizo dos propuestas de las cuales el Gobierno consider¨® como mejor un ataque preventivo contra Teruel, que constitu¨ªa un saliente o lagrim¨®n sobre la zona republicana y que, adem¨¢s, apuntaba peligrosamente hacia la costa mediterr¨¢nea. Se especulaba con que, ante el desaf¨ªo republicano, Franco acudiera a la cita como en Brunete y no como en Belchite. Ante la limitada disponibilidad de medios republicanos y la urgencia del caso, el general Rojo se propuso llevar a cabo en Teruel una batalla "ofensivo-defensiva", con la que trataba de conseguir una "destrucci¨®n limitada del adversario" u obtener una "determinada ventaja de ulterior explotaci¨®n". (...)
Las fuerzas nacionales que defend¨ªan Teruel constitu¨ªan la 52? Divisi¨®n, que, con los voluntarios franquistas de la ciudad, no llegar¨ªan a los 10.000 efectivos. Mandaba estas tropas el coronel Domingo Rey d'Harcourt, quien hab¨ªa establecido una l¨ªnea defensiva de trincheras y alambradas en el exterior de la plaza, apoyada en los cerros que, como La Muela, dominan Teruel. El plan de ataque del general Rojo consist¨ªa en cercar la ciudad con una maniobra de envolvimiento en la que las divisiones 11? y 25?, del XXII Cuerpo de Ej¨¦rcito, atacaran desde el noreste hacia los pueblos de Caud¨¦ y Concud, mientras que las divisiones 34? y 64?, del XVIII Cuerpo de Ej¨¦rcito, atacar¨ªan desde el suroeste hacia el Pico del Zorro y La Muela de Teruel, y las divisiones 40? y 68?, del XX Cuerpo de Ej¨¦rcito, avanzar¨ªan sobre el puerto de Escand¨®n y el V¨¦rtice Castellar, respectivamente. Si la maniobra sal¨ªa bien, Teruel quedar¨ªa encerrada como dentro de una gran bolsa, aislada del territorio que ocupaban los nacionales. A continuaci¨®n, las tropas republicanas de los cuerpos de ej¨¦rcito XVIII y XXII establecer¨ªan una l¨ªnea de defensa para repeler los inevitables contraataques de los franquistas, mientras que se encargaba al XX que entrara en la ciudad de Teruel apoy¨¢ndose en los tanques.
Miguel Hern¨¢ndez
En la ma?ana del d¨ªa 15 de diciembre, en un clima siberiano, la 11? Divisi¨®n de L¨ªster, en la que combate el poeta Miguel Hern¨¢ndez, consigue romper el frente de los nacionales en las estribaciones del Mulet¨®n y a las 10 de la ma?ana se apodera de Concud. Por su parte, la 25, que ha atacado desde la zona de Villalba Baja, toma San Blas, junto al Turia. La sorpresa para los nacionales es total, en parte porque no esperan que con aquel fr¨ªo g¨¦lido la Rep¨²blica se lance al ataque, pero, sobre todo, porque las dos divisiones republicanas no llevan a cabo ninguna preparaci¨®n artillera del campo enemigo. Pero los ataques son muchas veces in¨²tiles. El 7 de diciembre, la 3? Compa?¨ªa de Tanques del capit¨¢n Gubanov hace cinco intentos de lanzar un ataque, pero la infanter¨ªa no le sigue. El Regimiento Internacional de Tanques, compuesto principalmente por voluntarios sovi¨¦ticos, combate en los sectores m¨¢s peligrosos del frente. El capit¨¢n Tsaplin se comporta como un h¨¦roe. Han alcanzado su tanque y le han destrozado una oruga a s¨®lo 50 metros de las trincheras enemigas. Durante ocho horas "resiste en su tanque los feroces ataques del enemigo. Cuando agota sus municiones, inutiliza el tanque, salta y escapa".
L¨ªnea defensiva
El d¨ªa 20 enlazan con las divisiones del XVIII Cuerpo de Ej¨¦rcito, que han sobrepasado El Campillo y han tomado La Muela de Teruel a media tarde del d¨ªa 18, para establecer una l¨ªnea defensiva que va desde Peralejo hasta m¨¢s all¨¢ de Bezas a la altura del kil¨®metro 179 de la carretera de Teruel a Zaragoza. La 40, que ha tenido que tomar en dura lucha el puerto de Escand¨®n, m¨¢ximo punto de penetraci¨®n del frente nacional hacia el este, ha llegado a las afueras de Teruel el d¨ªa 19. Ese mismo d¨ªa llegan Prieto, Rojo y todo el Estado Mayor, que, con un grupo de periodistas y corresponsales extranjeros -entre los que se cuentan Hemingway, Matthews y Capa- aguardan el momento de comunicar al mundo que la Rep¨²blica ha reconquistado la primera capital de provincia.
Los generales franquistas quedan desconcertados ante este ataque. "Noticias alarmantes", escribe Von Richthofen. "Los rojos han roto el frente junto a Teruel". 14. Franco tiene que decidir entre seguir con su plan de atacar Madrid, como le aconsejan que haga sus asesores alemanes e italianos, o acudir al capote de Rojo. Se decide por esto ¨²ltimo en medio del disgusto de los mandos nacionales, que no desear¨ªan cambiar Teruel por la gran ofensiva que se hab¨ªa planeado. "El General¨ªsimo", informa la Legi¨®n C¨®ndor a Berl¨ªn, "decidi¨® desde el principio, por razones de prestigio de una especial naturaleza pol¨ªtica, y al coste de renunciar al ataque sobre Madrid pasando por Guadalajara que se hab¨ªa dispuesto, restablecer el frente alrededor de Teruel para dejarlo tal como estaba el d¨ªa 15 de diciembre". A Franco lo que le ocurre es que no puede soportar la idea de que los republicanos tomen una capital de provincia. Hay que reconquistarla a toda costa. Su primera intenci¨®n es enviar all¨ª, de inmediato, a la Legi¨®n C¨®ndor, pero Von Richthofen es cauto: "La situaci¨®n meteorol¨®gica es muy seria", escribe en su diario.
Para taponar de momento la brecha, Franco env¨ªa a Aranda a Teruel con tres divisiones y ordena a D¨¢vila que desplace la 81? desde el Alto Tajo. El d¨ªa 20 emite una directiva por la que se organiza un ej¨¦rcito para socorrer Teruel, que, al mando de D¨¢vila, estar¨¢ integrado por el Cuerpo de Ej¨¦rcito de Galicia, que deber¨¢ actuar al norte del Turia, y por el Cuerpo de Ej¨¦rcito de Castilla, reforzado con dos divisiones navarras, que deber¨¢ atacar al sur del mismo r¨ªo. Estas fuerzas contar¨¢n con el m¨¢ximo apoyo artillero y de aviaci¨®n, es decir, con la artiller¨ªa italiana del CTV y con la Legi¨®n C¨®ndor, que se encontrar¨¢n con graves problemas a causa del mal tiempo. Durante casi una semana, los aviones no podr¨¢n despegar de sus aer¨®dromos por la mala visibilidad, el hielo de las pistas y la congelaci¨®n de los motores. S¨®lo se pueden enviar a la brecha las bater¨ªas antia¨¦reas de la Legi¨®n C¨®ndor.
El d¨ªa 21 se lucha ya en las calles de Teruel y los republicanos de la 68? Divisi¨®n, con sus carros de combate T-26, ocupan en seguida el Ensanche y la plaza de toros. Las instant¨¢neas de la entrada de los tanques republicanos en Teruel dan la vuelta al mundo. Las fuerzas de Rey d'Harcourt, que se han replegado hacia el centro de la ciudad, se hacen fuertes en los edificios que rodean la plaza de San Juan: la iglesia del mismo nombre, la Comandancia militar, el Gobierno civil, el Banco de Espa?a, la Diputaci¨®n, la delegaci¨®n de Hacienda, el hospital de la Asunci¨®n, el Casino... El coronel Barba se defiende en el Seminario, el convento de Santa Clara y las iglesias de Santiago y Santa Teresa. Los infantes republicanos suben las escarpas de acceso a la ciudad protegidos por una cortina de fuego de ametralladoras: "Se distingu¨ªa a los dinamiteros corriendo por las primeras calles y los fogonazos de sus granadas al estallar dentro de las casas. Hab¨ªa llegado el gran momento: uno de esos momentos dram¨¢ticos de la historia y del periodismo", escribe el periodista norteamericano Herbert Matthews.
Episodio terrible
La toma de Teruel constituye uno de los episodios m¨¢s terribles de la guerra civil espa?ola: hay que combatir en las calles, llenas de escombros, y desalojar casa por casa con bombas de mano y esgrima de fusil. Se abren grandes boquetes en las paredes y en los suelos de las casas, a trav¨¦s de los que se hace fuego de fusil ametrallador y se lanzan granadas de mano contra los emboscados que, en muchos casos, est¨¢n mezclados con la poblaci¨®n civil: "De pronto vimos que de una ventana alguien asomaba a un beb¨¦, gritando que no dispar¨¢ramos, que en la casa s¨®lo hab¨ªa civiles. Y dejamos de disparar al ver a la criatura". Los republicanos, que siguen las instrucciones dadas personalmente por Prieto de extremar la protecci¨®n de los civiles en la toma de la ciudad, van enviando a las mujeres y ni?os que desalojan de los s¨®tanos de las casas a la plaza del Torico, aunque tambi¨¦n muchos de ellos, asumiendo el riesgo de ser fusilados, se entregan al saqueo. Luego, por las noches, se mezclan en las casas, inadvertidamente, soldados de ambos bandos que acaban mat¨¢ndose, a la luz del alba, a golpes de bayoneta. Stalingrado no va a ser mucho peor.
A partir del d¨ªa 22 la artiller¨ªa republicana, que dispara a cero, machaca los focos de resistencia, aunque m¨¢s tarde tiene que minar -con la colaboraci¨®n de Belarmino Tom¨¢s [l¨ªder minero asturiano], que se encuentra en Teruel- los principales edificios que ocupan Rey d'Harcourt y Barba con sus hombres, como la Comandancia, el Banco de Espa?a, el Casino, el convento de Santa Clara y el edificio del Gobierno civil. Cuando ¨¦ste es ocupado, "una parte de sus defensores se pas¨® al edificio pareda?o, Hotel de Arag¨®n, donde se les persigui¨® entabl¨¢ndose, como en Santa Clara, una lucha cruel¨ªsima. En el Gobierno civil se hicieron algunos prisioneros y se retiraron muchos cad¨¢veres. La mayor¨ªa y, desde luego, los ni?os hab¨ªan muerto de hambre". El gran fot¨®grafo Robert Capa s¨®lo escribe un art¨ªculo sobre la guerra civil espa?ola y precisamente lo hace durante aquellos d¨ªas en Teruel. Sus palabras sobre la toma del Gobierno civil estremecen: "M¨¢s de cincuenta personas, mujeres y ni?os, en su mayor¨ªa cegados por la luz, nos mostraron sus rostros cadav¨¦ricos, manchados de sangre y mugre. Llevaban quince d¨ªas en el subsuelo, viviendo en un terror continuo, alimentados de restos de comida de la guarnici¨®n y de algunas sardinas que les tiraban diariamente. Muy pocos tuvieron fuerzas para levantarse; hubo que ayudarlos a salir. Es imposible describir una escena tan penosa".
Teruel a¨²n no est¨¢ totalmente ocupado por las tropas leales, pero las autoridades republicanas comienzan a lanzar las campanas al vuelo. En Nochebuena llegan los ascensos y los premios: Hern¨¢ndez Saravia es ascendido a general y al general Rojo se le otorga la Placa Laureada de Madrid. Los esposos Haldane han invitado a Teruel al c¨¦lebre cantante Paul Robeson, que durante toda la noche canta espirituales para los soldados del British. Los comunistas se atribuyen la victoria y reclaman recompensas para sus combatientes, a quienes "aureolaban con toda suerte de nimbos y resplandores". A Prieto le entra un inusitado ataque de optimismo y bromea diciendo que ahora ya es ministro de Defensa y de Ataque.
Las terribles condiciones clim¨¢ticas no permitir¨¢n a los nacionales lanzar un contraataque hasta el d¨ªa 29, con una tormenta de obuses de artiller¨ªa como no se hab¨ªa visto hasta entonces. Aquel d¨ªa la visibilidad es mayor, las tormentas de nieve han remitido y las fuerzas a¨¦reas de los nacionales est¨¢n en condiciones de emplear todo su potencial. Sobre las posiciones republicanas caen m¨¢s de cien toneladas de bombas y las patrullas de Moscas no se atreven a hacer frente a las escuadrillas de Fiat que escoltan a los pesados bombarderos. Su acci¨®n, combinada con la m¨¢xima cadencia de tiro de la artiller¨ªa, dura dos horas seguidas. En cuanto termina la tormenta de fuego, 10 divisiones nacionales se lanzan en direcci¨®n sureste para tratar de recuperar el saliente, pero, a pesar del aplastante bombardeo, las l¨ªneas republicanas no ceden. La Legi¨®n C¨®ndor reconoce que el efecto de sus bombas no ha sido "muy grande". El Cuerpo de Ej¨¦rcito de Galicia s¨®lo ha conquistado de 300 a 400 metros de terreno, mientras que el Cuerpo de Ej¨¦rcito de Castilla "sigue en su posici¨®n inicial".
Al d¨ªa siguiente, el tiempo mejora y la artiller¨ªa de los nacionales retumba de nuevo. Los Heinkel 51 de la Legi¨®n C¨®ndor atacan "las l¨ªneas de trinchera y las posiciones de reserva", mientras los precisos ca?ones de 88 mil¨ªmetros de sus bater¨ªas antia¨¦reas se concentran en los puntos clave. "Como ya comprobamos en Asturias, cuando los cazas ametrallan las trincheras y las bater¨ªas antia¨¦reas las castigan, el enemigo no puede combatir".
Ventisca cegadora
Durante el d¨ªa 31 la ventisca no deja ver nada a pocos metros y en la noche de San Silvestre se alcanzan las temperaturas m¨¢s bajas del siglo, alrededor de los 20 grados bajo cero. Adem¨¢s, hay que picar trabajosamente el hielo de las alas de los aviones. Los carros de combate y todos los veh¨ªculos parecen estatuas glaciales. Los combatientes que recurren al caf¨¦, al co?ac o al aguardiente para combatir el fr¨ªo, morir¨¢n helados si llegan a dormirse. Las bajas por congelaciones se disparan. Ese mismo d¨ªa de fin de a?o las dos divisiones navarras que mandan los coroneles Garc¨ªa Vali?o y Mu?oz Grandes conquistan La Muela de Teruel. El general Rojo se pone en contacto con Prieto por teletipo para darle novedades y ¨¦ste le contesta con malhumor: "He podido apreciar que apenas se ha combatido. Es de temer que, avanzada la jornada, no haya esperanza de reaccionar con el rigor indispensable tras la ola de p¨¢nico que ha envuelto a las tropas". Walter lo califica de "un d¨ªa dif¨ªcil, lleno de p¨¢nico, en que las fuerzas republicanas han huido del frente y abandonado Teruel. Se ha debido, sobre todo, a que los agentes fascistas han sembrado el p¨¢nico en nuestras unidades".
A caballo del a?o nuevo, el mayor Andr¨¦s Nieto, jefe de la 40? Divisi¨®n, nombrado comandante militar de la plaza, da, inexplicablemente, ¨®rdenes a sus tropas de que abandonen la ciudad. Los sitiados o no se percatan o no se atreven a salir de sus protecciones y contraatacar. "Por varias horas Teruel no fue de nadie", dice Zugazagoitia. El d¨ªa 1 de enero de 1938 el general Rojo informa a Prieto de la p¨¦rdida de San Blas y tiene que echar mano de su constante recurso: ordena a Modesto que acuda al frente con su V Cuerpo de Ej¨¦rcito para impedir que los nacionales sigan avanzando hacia la ciudad. Las tormentas de nieve y las ventiscas convierten en un infierno las posiciones y hacen imposible el movimiento de las tropas porque, recortadas sus siluetas en la nieve, disparar contra ellas es como tirar a las perdices. Las condiciones meteorol¨®gicas son tan malas, que la Legi¨®n C¨®ndor no consigue despegar. Los alemanes critican a la artiller¨ªa italiana, que dispara tras consultar los mapas en vez de observar la trayectoria de los obuses, de modo que no consiguen dar en el blanco "nunca, durante todo el ataque".
Antony Beevor
'La guerra civil espa?ola". Editorial Cr¨ªtica. El autor, que fue un oficial del ej¨¦rcito brit¨¢nico, se ha especializado en temas militares hist¨®ricos del siglo XX. Esta nueva visi¨®n del conflicto espa?ol es una s¨ªntesis general que aspira a reemplazar las obras cl¨¢sicas sobre el tema, gracias a las investigaciones y documentos procedentes de archivos rusos y alemanes que se han podido consultar tras la ca¨ªda del bloque sovi¨¦tico. Otras obras suyas son 'Stalingrado', 'La batalla de Creta', 'Berl¨ªn. La ca¨ªda. 1945', 'Par¨ªs despu¨¦s de la liberaci¨®n: 1944-1949' y 'El misterio de Olga Chejova', todas ellas publicadas por la editorial Cr¨ªtica.
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