'Chillout' en el cortijo
La trayectoria de Cathy Claret es m¨¢s que llamativa: una paya francesa rubia que se agitana en Espa?a hasta ser considerada una cal¨¦ m¨¢s. Es la creadora de una m¨²sica sensual, que se ha puesto de moda y contrasta con su biograf¨ªa dura y n¨®mada.
Cathy Claret y su espl¨¦ndida banda, con el gran Pedro Burruezo como refuerzo, est¨¢n contratados esa noche para actuar en el Pocket Club, la discoteca del hotel Omm, un moderno establecimiento barcelon¨¦s. Ha atra¨ªdo un p¨²blico heterog¨¦neo. Est¨¢n los enterados, que acuden regularmente a estas exquisitas sesiones ¨ªntimas del Pocket Club, y los hu¨¦spedes for¨¢neos del hotel que han o¨ªdo la palabra magn¨¦tica (?flamenco!). Y tambi¨¦n aparecen algunos gitanos.
Los gitanos consideran a la Claret una figura suya y se materializan en el Omm, desafiando las miradas reprobadoras de los empleados ante unas vestimentas, unos medallones y unas patillas poco habituales en lugar tan fashion. Unas gitanas se ocupan de Teresita, la ni?a de Cathy, que dormita hasta que mam¨¢ canta la nana a ella dedicada, La Teresita mira la luna. Ya en el camerino, Cathy se asombra: "?C¨®mo que no puedo traer a mi hija a un local nocturno? ?Ser¨ªa mejor que la dejara en casa, al cuidado de una extra?a?".
Hasta hace unos meses, Cathy no ten¨ªa problema de canguros. Viv¨ªa en un peque?o piso en Gr¨¤cia, barrio abundante en vecinos dispuestos a echar una mano a "la gitana rubia". Pero decidi¨® "emigrar al campo". En realidad, se ha ido a Las Planas, un distrito boscoso de Barcelona donde se alzaron clandestinamente muchas casitas como la que ahora habitan Cathy, su mar¨ªo y su ni?a. Ya legalizadas, estas construcciones desperdigadas est¨¢n al borde de carreteras imposibles, donde se pierden hasta los taxis con GPS."Un barrendero andaluz hizo esta casa y ahora es mi cortijo", comenta orgullosa. "Es la primera vez que tengo algo m¨ªo. Nunca cre¨ª que me concedieran una hipoteca, pero el hombre del banco result¨® ser un fan m¨ªo; desde aqu¨ª le mando mi agradecimiento". La modesta propiedad asciende por la ladera de la monta?a, donde cultiva tomates, hierbabuena y calabacines; tambi¨¦n mantiene un gallinero, "con un gallo al que llamamos Jos¨¦ el Negro". Ins¨®lito final de trayecto para una francesita ("no me llames gabacha, suena a insulto") que ha sido artista de multinacional, que ha compuesto himnos como Bollor¨¦ y que incluso tuvo un recibimiento "como si fuera Madonna" cuando aterriz¨® en Jap¨®n: "Me segu¨ªan por los pasillos, chillaban en cuanto sal¨ªa del ascensor, me ped¨ªan que firmara aut¨®grafos hasta en la ropa".
"Yo era una persona diferente entonces", se sonroja Cathy. Ella fue lanzada discogr¨¢ficamente como una lolita pop, ese tipo de artista femenina por el que parece haber una insaciable demanda en Francia y en la tierra del sol naciente. El tono susurrante de Cathy encajaba en ese estereotipo, pero ella nunca estuvo por la labor: "No me gusta mostrarme sexy, al menos no de una forma vulgar".
Cathy rechazaba la artificial inocencia p¨ªcara de aquellas lolitas musicales que inspiraron a Serge Gainsbourg y a tantos otros menoreros. Se suced¨ªan los equ¨ªvocos: "Alguien me dijo que yo enga?aba. Que parec¨ªa muy dulce, pero era m¨¢s rebelde que los punkis". Ocurre que sus primeros a?os hab¨ªan sido, por simplificar, un drama. Un drama en el que todav¨ªa le duele explorar.
Nacida en N?mes en 1963, sus padres se separaron cuando ella era una cr¨ªa y, junto a su hermana menor, qued¨® a cargo de un padre con gran cultura y con graves problemas mentales, "pero es que mi madre estaba peor y muri¨® cuando yo ten¨ªa 16 a?os". Cuando se le ocurri¨® echar la cuenta, calcul¨® que su infancia y su juventud transcurrieron entre m¨¢s de 30 lugares, con una estancia incluso en EE UU; all¨ª, su padre agredi¨® a un polic¨ªa y fueron deportados a B¨¦lgica. Aprendi¨® a dormir en el coche, a sobrevivir cuando su progenitor desaparec¨ªa (o era encarcelado), a embaucar a las autoridades que se interesaban m¨¢s de la cuenta por la extra?a familia. En contra de la evidencia, explica que nunca se sinti¨® guapa: "Era muy arisca. Mi hermana C¨¦line y yo fing¨ªamos que ten¨ªamos una familia normal. Sal¨ªamos del colegio y nos sub¨ªamos a un autob¨²s que supuestamente nos llevaba a casa. S¨®lo que no ten¨ªamos casa y no quer¨ªamos que nadie se enterara. Ella aspiraba a salir de aquello y se puso a estudiar filosof¨ªa con 13 a?os. Ahora es una profesora muy valorada, una eminencia. Yo prefer¨ª la bohemia".
Haciendo la vendimia en el sur de Francia, todav¨ªa menor de edad, se abrieron los cielos y cay¨® un racimo de rayos de sol. "Compart¨ªa el dormitorio con unas gitanas muy bullangueras que pon¨ªan casetes que se hab¨ªan tra¨ªdo desde Espa?a. Casetes de Remedios Amaya y Pata Negra. No s¨¦ si el cansancio era tan brutal que me puse hipersensible, los primeros d¨ªas en la vendimia te duelen hasta los cabellos. Y aquella m¨²sica funcionaba como un b¨¢lsamo. Yo era una loca de grupos como Mano Negra, pero no ten¨ªa mucha cultura musical. Bueno, ten¨ªa una cultura musical muy exc¨¦ntrica: sab¨ªa m¨¢s de Lucio Dalla o Pino Daniele que de la chanson".
Despu¨¦s de aquella revelaci¨®n, a Cathy le nacieron las primeras canciones. Grabadas en una cinta casera viajaron hasta las oficinas de Virgin. Su pretensi¨®n era que alguien las grabara, igual que ahora ("si Marianne Faithfull o Remedios Amaya se dedicaran a cantar mis cosas, yo me retiraba, fijo"). Virgin busc¨® durante semanas a aquella chica trashumante, hasta que pudieron ponerle un contrato de grabaci¨®n delante. Firm¨®, claro, aunque exigiendo que fueran Rafael y Raimundo Amador, entonces Pata Negra, los encargados de arroparla. "En directo, ¨¦ramos una banda muy chocante: Rafaelillo al caj¨®n, Raimundo con la guitarra, yo cantando y con el bajo".
Naci¨® as¨ª una profunda amistad entre los dos fieras del barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas y la angelical francesa. Cathy compuso lo que ha sido el mayor ¨¦xito de Raimundo Amador en solitario, Bollor¨¦, simp¨¢tica oda a un papel de fumar made in France. "Les gustaba tanto que, cada vez que volv¨ªa de Francia, les tra¨ªa cajas y cajas de librillos. Hasta que me pillaron en la frontera con un cargamento y los aduaneros se quedaron boquiabiertos. Pas¨¦ mucha verg¨¹enza; s¨®lo se me ocurri¨® contarles que yo era una escultora y que iba a usarlo en una obra de vanguardia. Les debi¨® sonar tan raro que me dejaron pasar".
Durante un tiempo, Cathy vivi¨® una doble vida. Pod¨ªa lanzar discos que obten¨ªan buena acogida en Jap¨®n -"all¨ª hay hasta imitadoras con peluca que hacen todo mi repertorio"- y volver a Espa?a a subsistir con lo m¨ªnimo. Tampoco requer¨ªa grandes ingresos; se hab¨ªa adaptado al frugal modo de vida de los gitanos menos afortunados. "Pasaba del hotel de lujo, de cinco estrellas, a la chabola sin muchos traumas. Para m¨ª, una sonrisa de alguien que tiene la cara sucia vale m¨¢s que una reverencia falsa. Recuerdo que los periodistas japoneses que ven¨ªan a Espa?a exclusivamente a entrevistarme, al ver mi casa se quedaban cortados y me dec¨ªan: 'Esto es tu? taller de trabajo, ?verdad?'. 'S¨ª, claro [risas]".
"Igual estaba predestinada", piensa en voz alta: "Vengo de la Camarga, y aquello, con las marismas y los toros, se parece a la Baja Andaluc¨ªa". Termin¨® bajo la protecci¨®n de varias familias cal¨¦s, incluyendo la rama de los Amador establecida en Barcelona: "No, no es f¨¢cil que te adopten, pero eso ocurri¨®. Yo creo que los gitanos respetan el arte y les gust¨® el m¨ªo, aunque sea tan chiquit¨ªn". Peca de modesta; algunas de las coplillas de Cathy se han difundido de boca en boca y ahora suenan en fiestas flamencas como si fueran canciones ancestrales. El cari?o de los flamencos se nota a la hora de grabar: "Yo no convoco a nadie, pero ellos empiezan a rondar por el estudio, y monstruos como Sorderita o Tomasito terminan dejando su marca. ?Y sin pedir royalties!". A otro nivel, los patriarcas han tenido gestos, han tomado decisiones que revelan que Cathy cuenta con su m¨¢xima confianza. "Los gitanos catalanes son menos tradicionalistas que los andaluces. Nunca me impusieron sus normas morales, me refiero al sexo. No fui una chica promiscua, pero todos sab¨ªan que, a la hora de casarme, ya no era virgen. Nos casamos de coraz¨®n, sin papeles ni ritos".
Cuando Cathy present¨® a su futuro marido, Michel Albini Tokovich, alias El Titi, lo hizo con ansiedad. "?l es gitano sinti, nacido en la Lombard¨ªa, medio italiano, medio yugoslavo. Hay media docena de naciones gitanas en Europa, cada una con sus reglas y sus desconfianzas. Al Titi lo tuve escondido un tiempo, demasiada novedad para mi familia espa?ola. Pero se gan¨® el respeto de los mayores, est¨¢ metido en asociaciones que reivindican la cultura manouche. Las chicas fueron m¨¢s reticentes; admiran otro ideal de belleza y mi hombre tiene un look m¨¢s rockero. Es delgado, sin grasa, muy chulo. M¨¢s Johnny Thunders que Manzanita, que en gloria est¨¦n".
No debe extra?ar que su trayectoria haya sido tan irregular, con vac¨ªos discogr¨¢ficos de hasta diez a?os, aunque nunca estuvo quieta del todo: impuls¨® aventuras tan hermosas como la Bel Canto Orchestra, de Pascal Comelade, de donde le qued¨® el gusto por los instrumentos de juguete. ?Se sent¨ªa frustrada? "Cuando no tienes ni un duro, no piensas en hacer discos y giras. Y yo soy demasiado altiva, t¨ªmida o perezosa para pedir ayuda". Pero siempre ha habido gente dispuesta a echarle una mano. En 2001 grab¨® La chica del viento, coproducido por Kiko Veneno, "que es muy intelectual, analiza much¨ªsimo mis letras y mis melod¨ªas". Deber¨ªa haber servido para ampliar su p¨²blico? "Pero la casa, Zanfon¨ªa, cerr¨®, y el disco apenas se distribuy¨®". M¨¢s recientemente, fue fichada por la independiente puntera de Madrid, Subterfuge: "Carlos [Gal¨¢n, director] me vio actuando y le gust¨®. No me parezco a ning¨²n otro artista de la compa?¨ªa, y eso es bueno. Adem¨¢s, est¨¢ la Teresita? Necesito tomarme la profesi¨®n m¨¢s en serio. Aunque todav¨ªa me falta mucho; ni siquiera tengo manager. La verdad es que odio la palabra triunfar".
Despu¨¦s de sacar Sussurando el a?o pasado, Subterfuge le plante¨® un reto: reconstruir sus canciones m¨¢s difundidas con Henrik Takkenberg, el holand¨¦s responsable del electr¨®nico dise?o sonoro de Chambao, un tipo bonach¨®n que ni siquiera se queja de que los malague?os le echaran del grupo. El emparejamiento ha generado Sambisarane ("Somos diferentes", en roman¨ª), un disco refrescante que no abusa de los t¨®picos del llamado flamenco chill. Que nadie piense que Cathy pertenece al batall¨®n de cantantes que se rebelan ante el hecho de que el mundo haya ignorado su genialidad durante demasiado tiempo: "Mi problema es que me gustan las guitarras salvajes, guitarras de palo, pero muy intensas. Y tapaban mi voz. Ahora tengo a La Pili, una cantaora que empasta muy bien conmigo". Se escandaliza cuando alg¨²n despistado sugiere que lo que canta es flamenco: "No tengo rajo en la garganta, decir eso es insultar al flamenco. Tampoco soy muy buena haciendo comp¨¢s. Yo toco flamenquito con bossa nova, todo muy minimalista y na?f. Pero soy gitana, gitana canastera, y eso termina saliendo".
Uno de sus tesoros m¨¢s preciados es Cathy Claret, la canastera, canci¨®n hecha por el t¨ªo de Raimundo y Rafael Amador, Sebasti¨¢n Fern¨¢ndez, T¨ªo Basti¨¢n. Dice de ella: "Rubia como las candelas / que se mezcla con el aire / y no sabe d¨®nde la lleva (?) le canta a Camar¨®n, / a los r¨ªos y las estrellas / porque son amigos de ella". S¨ª, tambi¨¦n trat¨® a Camar¨®n y recibi¨® su bendici¨®n: "Me dijo que le gustaba mi disco, que ten¨ªa fatiguita, sentimiento, en mi voz". En el verano de 1992, Cathy asisti¨® a la vigilia por el cantaor, junto a los gitanos que aguardaban el desenlace en un hospital de Badalona.
Sin embargo, su gitanofilia tiene l¨ªmites: "No entiendo que se metan en el culto, en la iglesia evang¨¦lica. O s¨ª lo entiendo: somos muy pasionales, nos ponemos muy loquitos y necesitamos frenos. Pero no, no me gustan las limitaciones que ponen a la vida de los dem¨¢s y las que ellos mismos se ponen".
El otro d¨ªa le soltaron que era "una Am¨¦lie en gitana" y sinti¨® un calorcillo reconfortante: "La chica de la pel¨ªcula hace constantemente el bien, ya me gustar¨ªa ser como ella. Los cantantes nunca sabemos si los aplausos son sinceros o de cortes¨ªa". No, Cathy no deber¨ªa dudar de sus poderes: "Soy muy apocada y no me atrevo a comprobar si mi m¨²sica llega de verdad. Debo cambiar en muchas cosas. Hace poco, mi amiga Patricia me dijo: 'Cathy, deja de pensar en pobre; aunque pases por momentos sin dinero, eres rica en arte'. Tiene raz¨®n".
'Sussurando' y 'Sambisarane' han sido publicados por Subterfuge, que tambi¨¦n ha reeditado 'La chica del viento'.
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