Redundancia
El verano ha transcurrido con su cosecha de v¨ªctimas causadas por incendios o accidentes y todo vuelve a estar exactamente igual que antes. O incluso un poco peor, ya que el tiempo pasa y nadie hace nada por rectificar. La sequ¨ªa contin¨²a agotando el agua sin que ninguna autoridad parezca interesada en racionarla, pues ni siquiera se evita el visible esc¨¢ndalo de regar con agua potable ociosos campos de golf. Servicios p¨²blicos esenciales, como la ense?anza y la sanidad, se hallan tambi¨¦n a la espera de soluciones que resuelvan sus clamorosas deficiencias, lo que resulta imposible por el enfrentamiento entre el Estado y la Iglesia (en el caso de la ense?anza) y entre el Gobierno y las autonom¨ªas (en el de la sanidad). La reforma del Estatuto catal¨¢n, que se hab¨ªa dejado para septiembre, parece hoy todav¨ªa m¨¢s imposible que en junio, mientras los responsables de su bloqueo contin¨²an culpando a sus socios o rivales a la espera de hacerla fracasar. La oposici¨®n persiste en culpar al Gobierno de todo cuanto acontece con raz¨®n o sin ella, tratando de obstruir su acci¨®n a la espera de que el esc¨¢ndalo crezca y el clima de opini¨®n se vuelva en contra de Zapatero. Y por su parte, el paralizado Gobierno tampoco hace nada m¨¢s que convocar di¨¢logos a m¨²ltiples bandas, a la espera de que los problemas se resuelvan por s¨ª solos como por arte de magia.
Pero nada de esto parece preocupar a nuestros pol¨ªticos, que, a juzgar por sus declaraciones, se hallan completamente satisfechos de s¨ª mismos como si tambi¨¦n para ellos se cumpliera el perverso axioma de que cuanto peor vayan las cosas, mejor que mejor. Lo cual parece l¨®gico en quienes est¨¢n en la oposici¨®n, pues el aprovecharse de los males p¨²blicos les brinda la oportunidad de socavar al Gobierno. Pero es que tambi¨¦n parecen encantados de que les crezcan los problemas a quienes ocupan el poder, como si se creyeran h¨¦roes de pel¨ªcula que necesitan la presencia del mal para hacerse valer. Y esta especie de deformaci¨®n profesional se debe a la democracia medi¨¢tica, que ha desnaturalizado la funci¨®n de los pol¨ªticos. Ahora ya no son servidores p¨²blicos, encargados de que los servicios funcionen bien, sino personajes medi¨¢ticos, encargados de protagonizar alg¨²n papel ocupando todo el espacio que puedan en el escenario audiovisual. De ah¨ª que para ellos cualquier ocasi¨®n es buena para convocar una rueda de prensa haciendo declaraciones a los medios donde escenifican el melodram¨¢tico conflicto que les enfrenta a sus antagonistas. Y como s¨®lo son noticia las malas noticias, cuanto peores sean los problemas p¨²blicos, mejor para nuestros pol¨ªticos, pues as¨ª salen m¨¢s por televisi¨®n poniendo cara de circunstancias para poder insultar a sus rivales a conciencia. As¨ª lo hemos podido ver durante todo este aciago verano.
Ahora bien, todo esto tiene un problema, y es el de la redundancia, que termina por anular la capacidad de interesar. Tanto abusan los pol¨ªticos de su permanente ocupaci¨®n del escenario medi¨¢tico que al final acaban por aburrirnos. Recu¨¦rdese el cuento del pastorcito y el lobo: la primera vez que dio la falsa alarma, el pastorcito enga?¨® a todos; pero tanto abus¨® de su enga?o que al final, cuando la alarma fue de verdad, nadie le crey¨® y el lobo se comi¨® a todos. Es lo que les pasa a los actuales pol¨ªticos de la oposici¨®n, que ya no enga?an a nadie porque siempre est¨¢n dando la falsa alarma por los presuntos desmanes de Zapatero, a quien acusan de lobo con disfraz de cordero. Y esto no sucede s¨®lo con los pastorcitos Acebes y Zaplana, sino con el propio Rajoy, cuyas cr¨ªticas al Gobierno se han hecho tan redundantes que ya est¨¢ perdiendo su anterior credibilidad. Puede que Rajoy tenga raz¨®n cuando denuncia la falta de liderazgo y de estrategia de Zapatero, acus¨¢ndole de confundir el fin del que carece (sus desconocidos objetivos estrat¨¦gicos) con el m¨¦todo con que lo busca (que es el di¨¢logo interminable). Pero a la vez que dice esto, Rajoy acusa tambi¨¦n a ZP de toda clase de vicios y defectos tan incre¨ªbles como imaginarios. Y tan redundante se muestra Rajoy que pierde toda su posible raz¨®n.
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