Una doble sustituci¨®n
La muerte de Rehnquist casi ha coincidido con el comienzo del debate previsto para ma?ana en el Senado sobre el nombramiento de John Roberts, propuesto por Bush el pasado 19 de julio y en su juventud ayudante y disc¨ªpulo de Rehnquist. Los senadores republicanos del Comit¨¦ de Asuntos Judiciales han sugerido que las credenciales legales de Roberts, formado en Harvard y con una carrera llena de ¨¦xitos en el campo p¨²blico y privado, son aplastantes, y que la confirmaci¨®n ser¨¢ un paseo.
En principio, los pron¨®sticos sugieren que el juez, un conservador pragm¨¢tico, no deber¨ªa tener problemas para ser confirmado; varios senadores dem¨®cratas de Estados conservadores no se atrever¨¢n a votar contra ¨¦l. Pero existen a¨²n inc¨®gnitas. Se sabe poco de las opiniones de Roberts sobre asuntos claves, con lo que habr¨¢ preguntas sobre el aborto -garantizado desde la sentencia del Supremo Roe versus Wade de 1973, pero que la derecha religiosa quiere recortar-, las presiones para limitar el poder del Congreso cuando legisla sobre medio ambiente o discriminaci¨®n y el debate sobre la separaci¨®n entre Iglesia y Estado.
Tanto la confirmaci¨®n de Roberts como la sustituci¨®n de Rehnquist son muy importantes, porque las decisiones del Supremo sobre las batallas culturales pendientes -desde la mencionada presi¨®n para limitar el derecho al aborto hasta el debate sobre las bodas gays o la eutanasia- determinar¨¢n, como ha ocurrido siempre, el terreno de juego pol¨ªtico y social de las pr¨®ximas generaciones.
Los nueve miembros del tribunal son vitalicios, una decisi¨®n adoptada por los padres fundadores de Estados Unidos porque pensaron que con ello se afianzaba la independencia del poder judicial.
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