Houston, ciudad refugio
Muchos de los evacuados son hondure?os que ya lo perdieron todo por el hurac¨¢n Mitch
La tragedia del Katrina, que en los refugios se cubre con filas de camastros de lona verde, se muestra en Houston entre los que buscan con trozos de papel a sus desaparecidos y los que vieron rotos sus sue?os. Algunos, por segunda vez.
Entre los que lo han perdido todo se encuentran los hondure?os, la comunidad inmigrante m¨¢s numerosa de Nueva Orleans, estimada entre 70.000 y 100.000 personas. Muchos de ellos, como Roberto C¨¢rcamo y su esposa Reina Lydia Casta?eda, llegaron tras la cat¨¢strofe del hurac¨¢n Mitch en 1998. Ahora no s¨®lo tienen la preocupaci¨®n de haber perdido sus trabajos, sino de tener que mandar dinero a sus tres hijos en su tierra y no poder hacerlo. "Nuestro sue?o se ha derrumbado. Tenemos que comenzar de nuevo", dice Roberto, un trabajador de la construcci¨®n.
"Creo que lo mandaron a un refugio", dice una mujer que busca desesperada a su hijo
El antiguo estadio del Astrodome y sus nuevas joyas del f¨²tbol americano y b¨¦isbol de las instalaciones del Reliant se han convertido en miniciudades que tratan de saciar las necesidades de la poblaci¨®n que llega hasta Houston, a seis horas de distancia por carretera de Nueva Orleans. A pesar de que ya no falta la comida ni la ropa que miles de voluntarios han donado, no hay todav¨ªa suficientes duchas para que se aseen los m¨¢s de 30.000 evacuados en estos refugios, ni un sistema para encontrar a sus familiares dispersos en otros albergues de Tejas, que ya ha acogido de manera oficial a m¨¢s de 240.000 personas, sin contar las miles que duermen en sus veh¨ªculos, se alojan en moteles o en casas de conocidos.
Para la afroamericana Revertta Coleman, una trabajadora de un restaurante de comida r¨¢pida, lo m¨¢s duro es no tener noticias de su hijo Byron, de 13 a?os, y en una silla de ruedas va recorriendo cada rinc¨®n de las inmediaciones de los refugios preguntando por el menor de sus cinco hijos. "Parece ser que a mi peque?o lo mandaron a un refugio, pero quiz¨¢ no fue Houston. No s¨¦ c¨®mo buscarlo, s¨®lo espero que no est¨¦ muy asustado".
El caos que se viv¨ªa en los primeros d¨ªas de la llegada de los evacuados a la cuarta ciudad m¨¢s grande de Estados Unidos -donde se rechazaba la entrada a los albergues a familias que esperaban la ayuda bajo un sol infernal-, ha pasado a la organizaci¨®n. Ahora, tras las cr¨ªticas feroces al Gobierno estadounidense, hay que ense?ar al mundo que en el Estado del presidente George W. Bush, en la ciudad en que viven su padre y un hermano, todo funciona, y muy bien, y en giras de 15 minutos perfectamente estudiados para la prensa se muestra la cara m¨¢s amable de la tragedia.
Pero dentro de esa solemnidad hay resquicios que todav¨ªa no se han cubierto. Y si uno se adentra en las cl¨ªnicas improvisadas que la capital mundial de la medicina, Houston, ha instalado para los evacuados, descubre que hay una medicina de segunda clase para los que no pueden pagar. Las horas de espera son interminables entre esos pl¨¢sticos que separan las diversas salas, y los mareos, v¨®mitos y diarreas hacen enfermar hasta al m¨¢s sano. Ah¨ª, Sheila Honor¨¦ intenta buscar atenci¨®n para su cuerpo y su mente. "Mis pies est¨¢n llenos de l¨ªquido de tanto andar bajo el agua pisando cad¨¢veres. Todav¨ªa tengo el ruido del viento en mi cabeza; me est¨¢ volviendo loca".
La vida sigue, y esta poblaci¨®n desplazada, la mayor¨ªa de origen afroamericano, parece aguantar estoicamente. Algunos, incluso empiezan a cantar ese grito de esperanza que es el gospel, mientras el paisaje de los refugios dibuja la realidad de los ni?os que se han quedado sin padres o los mayores que no encuentran a sus familiares y que en un muro escriben sus nombres o se pasean con carteles.
La gran inc¨®gnita es saber c¨®mo la poblaci¨®n tejana aceptar¨¢ a estos nuevos vecinos, pobres y ansiosos por trabajar, una vez que se calmen las im¨¢genes de terror de Nueva Orleans. Por lo pronto, los inmigrantes, en su gran mayor¨ªa indocumentados, han desaparecido del mapa, incluso de los refugios, por el temor a ser enviados a las autoridades migratorias. Y es que muchos saben que en unas semanas llegar¨¢ a Houston el grupo civil antiinmigrante de los Minutemen, que por primera vez trasladar¨¢ su t¨¢ctica de patrullar las fronteras en busca de los que cruzan ilegalmente, para patrullar armados por las calles de Houston y filmar a los inmigrantes. La ciudad de Houston, una de las m¨¢s ricas y conservadoras del pa¨ªs, no ha pasado ninguna resoluci¨®n en contra de esta actividad.
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