Alien¨ªgenas muy malos en 'La guerra de los mundos'
"NADIE HUBIESE CRE?DO en los primeros a?os del siglo XXI que nuestro mundo estaba siendo observado por inteligencias superiores. Cerebros calculadores y fr¨ªos contemplaban el globo terrestre con ojos envidiosos... mientras trazaban sus mort¨ªferos planes en contra nuestra". Nueva adaptaci¨®n y puesta al d¨ªa de la famosa novela de H. G. Wells (1898) y de la versi¨®n de 1953 producida por George Pal: La guerra de los mundos (War of the worlds, 2005), de Steven Spielberg.
Ray Ferrier (Tom Cruise) es un trabajador de los muelles. Un divorciado que no lleva bien el oficio de padre. Claro que los hijos tampoco ayudan: Robbie (Justin Chatwin) es un adolescente malhumorado y Rachel (Dakota Fanning), una ni?a reticente. Un d¨ªa, Ray es testigo de una tremebunda e inexplicable tormenta el¨¦ctrica que precede a la aparici¨®n desde el suelo de una m¨¢quina alien¨ªgena de tres patas. Sin que nadie pueda remediarlo, el ingenio arrasa todo lo que se halla a su alcance. La invasi¨®n extraterrestre de nuestro planeta ha empezado. Ray deber¨¢ convertirse en un aut¨¦ntico padre, si quiere que su familia sobreviva. Y es que cuando empieza el ataque de los Tr¨ªpodes, s¨®lo queda intentar seguir vivo.
Acostumbrados a extraterrestres pac¨ªficos y entra?ables (acu¨¦rdense de Encuentros en la tercera fase y ET) estos alien¨ªgenas sanguinarios e implacables parecen el reverso, el lado oscuro, del bonach¨®n ET. Aunque esta vez no parecen ser seres de Marte. Su origen, bien claro en la novela de Wells, no se menciona. Bombardeos, devastaci¨®n, personas huyendo, etc¨¦tera. Escenas de destrucci¨®n masiva que, desgraciadamente, contemplamos infinidad de veces por televisi¨®n. No hay necesidad de esperar a los belicosos extraterrestres para que nos exterminen como especie. Solitos parece que somos capaces de hacerlo mucho mejor...
La irrupci¨®n en escena de los Tr¨ªpodes es espectacular desde el punto de vista cinematogr¨¢fico. Aunque deja algunas inc¨®gnitas en el aire. Se menciona que el aparato el¨¦ctrico que acompa?a a su aparici¨®n no origina ning¨²n tipo de sonido. Sin embargo, en una tormenta usual la descarga el¨¦ctrica que es el rel¨¢mpago calienta violentamente el aire de alrededor ocasionando una onda de choque sonora: el trueno. Claro que si la ciencia alien¨ªgena est¨¢ de por medio, cualquier cosa puede pasar. Vamos a dejarlo en fen¨®meno electromagn¨¦tico.
M¨¢s adelante descubrimos que las naves fueron enterradas bajo tierra tiempo atr¨¢s. Algo tambi¨¦n sin mucho sentido: ?miles de estas m¨¢quinas bajo las ciudades sin nadie que se haya dado cuenta? ?A ver si el hundimiento del t¨²nel del metro del barrio barcelon¨¦s del Carmel va a tener una explicaci¨®n extraterrestre! Una invasi¨®n sutil disfrazada como ca¨ªda de meteoritos, como se mostraba en el filme de 1953 (Ciberp@¨ªs, 4-1-2001), parece una opci¨®n m¨¢s adecuada.
Entre los muchos gui?os a esta versi¨®n precedente, hay una escena muy similar cuando Ray y su hija se ocultan en el s¨®tano de una vivienda. Los alien¨ªgenas env¨ªan un largo cable que lleva un aparato equivalente a una c¨¢mara de v¨ªdeo en su extremo para escudri?ar el interior. Ray acaba destruyendo el invento al seccionarlo de un tajo con un hacha.
En el filme anterior, el protagonista, el doctor Clayton Forrester (f¨ªsico nuclear y astr¨®nomo), hace lo mismo. S¨®lo que en su obcecamiento destruye a hachazos el ojo electr¨®nico. Por esas piruetas del cine, en las escenas siguientes, cuando los cient¨ªficos analizan detalladamente el aparato que Forrester ha logrado llevar hasta su laboratorio, el ojo electr¨®nico est¨¢ intacto. ?Autorreparaci¨®n alien¨ªgena del instrumento o simple error de continuidad? "No hay duda de que su imagen tiene una desviaci¨®n", comentan al realizar una prueba con el aparato y comprobar c¨®mo nos ven, a su trav¨¦s, los alien¨ªgenas. "Creo que su absorci¨®n ¨®ptica tiene que ser diferente", sentencia Forrester con su apostura habitual. Pues eso.
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