Laurent Cantet viaja al fondo de la miseria
Ricardo Ortega fue un gran periodista de guerra. Muri¨® en Hait¨ª el 7 de marzo de 2004, tiroteado por un esbirro. Si Ricardo Ortega estuviera vivo, habr¨ªa visto Hacia el sur y, muy probablemente, habr¨ªa apreciado esa mirada oblicua sobre la miseria. Hait¨ª es un pa¨ªs infeliz, uno de los pozos oscuros del mundo. La gracia del director franc¨¦s Laurent Cantet consiste en combinar todas las escalas de la miseria: ser pobre y vivir bajo una de las peores dictaduras es muy desaconsejable; tambi¨¦n lo es padecer la soledad y el envejecimiento en un pa¨ªs rico. Hacia el sur, proyectada ayer en la Mostra de Venecia dentro de concurso, no es una gran pel¨ªcula. Pero rebosa inteligencia.
En esta ocasi¨®n, el turismo sexual lo practican las mujeres. Mujeres solas, acomodadas en el bienestar material y en una profunda desgracia, que buscan en los j¨®venes negros haitianos "cercanos a la naturaleza" el sexo, la pasi¨®n y la ternura que la posmodernidad occidental olvid¨® hace tiempo. Cantet, inspirado en varias obras de Dany Laferri¨¨re, cuenta la historia de un grupo de se?oras que acuden a un hotel cercano a Puerto Pr¨ªncipe en los a?os ochenta, durante el siniestro cap¨ªtulo final de la dictadura de los Duvalier y de sus tonton-macoute, ansiosas por gozar de un poco de juventud y de vigor y enamoradas, a su manera, de un muchacho apol¨ªneo que vive de sus encantos f¨ªsicos.
En Hacia el sur no se hacen juicios ni se formulan moralejas. La indecencia resulta evidente; la responsabilidad, salvo en lo que ata?e al r¨¦gimen pol¨ªtico (culpable sin atenuantes), se distribuye a partes iguales entre los gigol¨®s locales, las turistas ansiosas y los ciudadanos que soportan en silencio una situaci¨®n insoportable. Charlotte Rampling, a la que un d¨ªa habr¨¢ que homenajear por su empecinamiento en participar en proyectos audaces, marginales y comercialmente discutibles, encarna a la abanderada de las semiancianas del norte. Lo hace tan bien como era de esperar.
Ricardo Ortega inform¨® desde Chechenia, desde Afganist¨¢n y desde otros pantanos de maldad y sol¨ªa quejarse del manique¨ªsmo informativo. Nunca confundi¨® pobreza con bondad o riqueza con maldad. Se habr¨ªa re¨ªdo de esas se?oras de Boston o Londres que buscaban en el Hait¨ª de Duvalier cuerpos suaves y vigorosos, pero, insisto, habr¨ªa apreciado los m¨¦ritos de Hacia el sur.
La otra pel¨ªcula de concurso fue El fatalista, del portugu¨¦s Jo?o Botelho, una extra?a road movie inspirada en la obra hom¨®nima del enciclopedista Diderot. Digamos, por simplificar, que se trata de algo parecido a unas Amistades peligrosas desarrolladas en mesones mugrientos. Los personajes cuentan su historia, y las historias de otra gente: aventuras rijosas, venganzas sentimentales y an¨¦cdotas surrealistas se suceden como en unas Mil y una noches de poblacho portugu¨¦s. Los actores son en su mayor¨ªa semiprofesionales, los decorados son pobres y el presupuesto tiende a cero. La propuesta tiene su encanto.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.