La mano izquierda
El martes me pareci¨® un d¨ªa propicio para liquidar esos asuntos que se aplazan por pereza o por desidia. En la agenda o sobre la mesa del escritorio siempre hay pendiente un certificado por recoger, una visita al gestor, al banco o la delegaci¨®n de Hacienda. Desayun¨¦ y a las 9.45 estaba en Correos. Hice la cola de rigor y sal¨ª con un paquete de libros que hab¨ªa pedido por Internet hace un par de semanas. A las 10.45 dej¨¦ el coche en un parking del centro de la ciudad, pas¨¦ por la Diputaci¨®n y luego me dirig¨ª a un concesionario de motos que me pillaba cerca para ver si un d¨ªa de estos me animo y dejo el 4 x 4 para los fines de semana. El carburante se ha puesto por las nubes y una scooter de 125 me permitir¨ªa ahorrar, por lo menos, 150 euros al mes. En estas y otras reflexiones andaba al salir de la tienda de motocicletas y dirigirme hacia el edificio de la Tesorer¨ªa de la Seguridad Social para pedir uno de esos documentos de vida laboral donde figuran los a?os, los d¨ªas y las horas trabajadas por el sufrido contribuyente. Recuerdo que hac¨ªa un calor sofocante y que hab¨ªamos alcanzado, seg¨²n el Laboratorio de Climatolog¨ªa de la Universidad de Alicante, la temperatura m¨¢s alta del verano. Iba pensando precisamente en el agua, en la sequ¨ªa, en el trasvase del J¨²car y en la manifestaci¨®n del pr¨®ximo s¨¢bado cuando, al remontar la avenida de Salamanca por su acera derecha, mi paseo se vio interrumpido por un grupo de transe¨²ntes que bloqueaba el paso. No s¨¦ bien lo que ocurri¨®, pero en cuesti¨®n de segundos y para evitar el tumulto, descend¨ª al asfalto y me vi empitonado por un veh¨ªculo de autoescuela que no pudo frenar a tiempo. Como en una becerrada, la berlina me lanzo por los aires y ca¨ª sentado, a siete metros, con el hombro derecho hecho a?icos.
Pese a todo, soy un tipo feliz: me consuela haber resuelto la mitad de los asuntos pendientes, estoy aprendiendo a escribir con la mano izquierda y me ha llamado mi madre. El ¨¢ngel de la guarda y yo somos viejos colegas. Ahora s¨®lo falta que alguien, da lo mismo qui¨¦n, traiga agua a este secarral y que el duelo pol¨ªtico se traduzca en abundancia.
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