La guerra inacabada
Al final, habremos salido ganando. Ya era raro que una estimable historia de la Guerra Civil espa?ola, muy cr¨ªtica del estalinismo, muy comprensiva hacia el anarquismo, escrita por un brit¨¢nico y publicada en 1982, no hubiera encontrado en Espa?a quien la tradujera y editara. Saturaci¨®n, tal vez; o quiz¨¢ sospecha de que las historias generales hab¨ªan agotado sus posibilidades o, como afirmaba Stanley Payne, que la Guerra Civil ya no atra¨ªa a primeras figuras de la historiograf¨ªa mundial, o por la raz¨®n que fuera, lo cierto es que The spanish civil war, de Antony Beevor, pas¨® inadvertida para los editores espa?oles.
Pero como no hay mal que por bien no venga, La Guerra Civil espa?ola que ahora se ofrece -por cierto, en una excelente traducci¨®n- es una versi¨®n sustancialmente mejorada de la que apareci¨® en ingl¨¦s hace m¨¢s de veinte a?os. Beevor ha incorporado a su anterior trabajo nueva documentaci¨®n, procedente sobre todo de archivos rusos y alemanes, ha seguido con encomiable atenci¨®n lo que ¨¦l mismo califica de inmenso trabajo de historiadores espa?oles en archivos locales y ha escrito as¨ª, manteniendo su estructura y matizando y enriqueciendo sus an¨¢lisis pol¨ªticos, un libro nuevo, basado en un ampl¨ªsimo manejo de fuentes y vacunado por completo de las patra?as del sedicente "revisionismo" que tanta mentira ha acumulado en a?os recientes.
LA GUERRA CIVIL ESPA?OLA
Antony Beevor
Traducci¨®n de Gonzalo Pont¨®n
Cr¨ªtica. Barcelona, 2005
902 p¨¢ginas. 29,90 euros
Un libro que se lee, y esto no sorprender¨¢ a quienes conozcan sus tan celebrados Stalingrado y Berl¨ªn, la ca¨ªda, extraordinariamente bien, tanto por nuevos lectores como por los ya familiarizados con la inmensa bibliograf¨ªa sobre la Guerra Civil. As¨ª es porque, desde el primer momento, Beevor recrea el clima pol¨ªtico de la ¨¦poca como si fuera un presente que a todos interpela, en el que se debaten problemas y se juegan destinos que a todos nos afectan y nos importan. La estructura del libro, el ritmo de la acci¨®n, los apuntes sobre los personajes, el terror blanco y el terror rojo, la revoluci¨®n, las pugnas entre partidos, la intervenci¨®n extranjera: todo, aunque pertenezca a "otro pa¨ªs", vuelve a hacernos presente la guerra como si a¨²n subieran llamas de los incendios de aquellos a?os.
Pero es en el relato y en el an¨¢-
lisis de las acciones militares donde brilla el mejor Beevor, el que sigue d¨ªa a d¨ªa, hora a hora, el desarrollo de la acci¨®n y el que elabora el balance definitivo sobre la estrategia de los militares profesionales republicanos, apoyados, hasta la ruptura final, por el partido comunista. La Rep¨²blica, como ya aconsej¨® su presidente al nuevo Gobierno nombrado en mayo de 1937, no ten¨ªa m¨¢s alternativa que fortalecer su defensa en el interior para no perder la guerra en el exterior y forzar as¨ª una paz negociada. El Estado Mayor, y muy particularmente el general Vicente Rojo, con la aprobaci¨®n y el impulso de Juan Negr¨ªn y -hasta su salida del Gobierno- de Indalecio Prieto, intentaron una y otra vez la ofensiva que rompiera por el centro el frente enemigo para aliviar la presi¨®n sobre otras zonas en peligro. Fue un error catastr¨®fico. Primero, Teruel, despu¨¦s el Ebro, dan la raz¨®n a Beevor cuando afirma que para dirigir la guerra de modo eficaz la Rep¨²blica ten¨ªa que haber combinado una estrategia defensiva con ataques cortos, r¨¢pidos, de tanteo, en puntos distintos, que hubieran sembrado la confusi¨®n en el enemigo.
No fue as¨ª: los dirigentes pol¨ªti
cos y militares de la Rep¨²blica prefirieron lanzar ofensivas en campo abierto, para romper el frente y aprovechar la ventaja de la sorpresa, sin tener en cuenta su evidente inferioridad a¨¦rea y su escaso equipamiento de artiller¨ªa. De esta forma, cuando el avance llegaba al punto m¨¢ximo y quedaba paralizado, grandes contingentes de soldados se ofrec¨ªan como f¨¢cil blanco a los aviones italianos y alemanes y a la superior artiller¨ªa del enemigo. Porque, y ¨¦ste es otro de los convincentes an¨¢lisis de Beevor, Franco tampoco sab¨ªa hacer m¨¢s guerra que la del carnero, la de acometida frontal: al cabo, todos depend¨ªan de la doctrina militar francesa. La lentitud de su avance, la exasperante -para sus aliados: Hitler, Mussolini- capacidad para desaprovechar ocasiones favorables, habr¨ªa podido servir a los intereses de la Rep¨²blica si un ej¨¦rcito reconstruido por el Gobierno de Negr¨ªn hubiera forzado, gracias a una defensa inexpugnable, una salida negociada a la guerra.
Que la estrategia militar republicana no fue la mejor de las posibles queda claro en su quiebra final y en la terror¨ªfica construcci¨®n de "la Espa?a nueva". Beevor acierta de nuevo al no cerrar su historia con el desfile de la victoria de los insurgentes y al dedicar los ¨²ltimos cap¨ªtulos al "gulag de Franco", a las c¨¢rceles, la represi¨®n y el exilio, a eso que el autor llama "guerra inacabada". La guerra, en efecto, no termin¨® el 1 de abril de 1939, que fue s¨®lo el d¨ªa de la victoria de los generales insurrectos. Como Dionisio Ridruejo escribir¨¢ en Le Monde a prop¨®sito del "delito continuado" que sirvi¨® de pretexto para llevar a Juli¨¢n Grimau en 1963 ante un pelot¨®n de fusilamiento, Espa?a sufri¨® durante a?os sin fin un "¨¦tat de guerre continu", un estado de guerra continuado: quien quiera saber por qu¨¦ no perder¨¢ el tiempo leyendo este libro, llamado a ocupar un lugar de primera l¨ªnea entre las historias generales de la Guerra Civil.
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