Cr¨®nicas de un pueblo
Con la ¨²ltima novela de la manchega ?ngela Vallvey ocurre lo que, por desgracia, es habitual en buena parte de la narrativa espa?ola actual: el conformarse con la correcci¨®n, el superar sin m¨¢s el list¨®n medio que est¨¢ en un discreto lugar, el renunciar a la ambici¨®n o, lo que es lo mismo, intentar hacer algo de m¨¢s riesgo (o morir en el intento). Los novelistas espa?oles actuales, por lo general, los del digno mont¨®n, tienen sus seguidores, qu¨¦ duda cabe, que no les exigen muchas audacias y, por tanto, consiguen ir poniendo, poco a poco, huevo a huevo, su correcta cosecha propia en la mesa de novedades y hasta el pr¨®ximo libro. Es lo que hay, amigo.
Viene esto a cuento por
LA CIUDAD DEL DIABLO
?ngela Vallvey
Destino. Barcelona, 2005
367 p¨¢ginas. 19 euros
que La ciudad del diablo -es demasiado t¨ªtulo para una novela tan s¨®lo correcta- promete m¨¢s de lo que da, se mete en innecesarios vericuetos hist¨®ricos sin miedo a resbalar. ?Qu¨¦ tenemos aqu¨ª? Pues la cr¨®nica de un pueblo: ?recuerdan, no, los mayores del lugar aquella conseguid¨ªsima serie de la televisi¨®n espa?ola en blanco y negro, con un bonach¨®n maestro de escuela que nos explicaba -aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria- el Fuero de los Espa?oles, los Principios Fundamentales del Movimiento y lo que hiciera falta? Pues aqu¨ª, un pueblo cercano a Toledo en el oto?o del 75 del pasado siglo cuando el Caudillo demor¨® su ¨²ltimo servicio a Espa?a y aparece muerta, desnuda y desfigurada, una mujer, madre soltera y con ¨¦xito entre los hombres del lugar, y una ins¨®lita pareja -¨¦sta, en el haber de Vallvey, sin duda alguna-, un cura progre de los de Triunfo, maestro Haro, y su monaguillo, un chaval espabilado como pocos, intentar¨¢ saber qui¨¦n mat¨® a esa pobre (y promiscua) mujer, mientras, en paralelo, Florencio Solchaga, locutor de la mejor televisi¨®n que hab¨ªa, ese oto?o, en Espa?a, y la de m¨¢s audiencia, adem¨¢s, le¨ªa con cara circunspecta el parte del equipo m¨¦dico habitual con el Caudillo y¨¦ndose.
Se pasa mucho fr¨ªo, en ese pueblo toledano, ese oto?o ¨²ltimo del patriarca de Ferrol, y los ni?os -el mona de la novela- desayunan hasta aqu¨ª de saba?ones tazones de leche reci¨¦n hervida, con su dedo as¨ª de nata, que pod¨ªa o no apartarse para el unte del pan. Y en Toledo, los curas progres, maestro Haro, tocaban la guitarra -es toda ella una escena, la de ese s¨¢bado por la ma?ana, totalmente inveros¨ªmil y prescindible- y ten¨ªan, en el v¨¢ter -manchado de orines: ya se sabe un piso de hombres-curas-, libros marxistas y las obras completas de Mao.
En fin, se le nota a ?ngela
Vallvey un esfuerzo por documentarse, por ponerse en la piel de una mujer -la madre del monaguillo- con evidentes problemas para encontrar salida a las obligaciones del recto uso del matrimonio en el derrumbe del nacional-catolicismo, por explicarse -y explicarnos a sus lectores- c¨®mo era la vida, entonces, aquel oto?o del Caudillo, pero todo, en su conjunto, parece forzado, como contado sin impulso real. O nos interesa conocer o recordar -t¨¢chese seg¨²n la edad- c¨®mo era aquel parque jur¨¢sico del tardofranquismo -la palabra la tiene registrada Umbral- o nos interesa la trama rural-policial, a lo Plinio, aquel polic¨ªa local de Tomelloso de Garc¨ªa Pav¨®n, su paisano, de qui¨¦n mat¨®, y por qu¨¦, a esa pobre chica descarriada a quien le gustaban, por lo visto, m¨¢s de lo decente los hombres.
En definitiva, La ciudad del diablo es una novela prescindible y algo enga?osa, pues promete m¨¢s de lo que en realidad da. Eso s¨ª, se lee muy correctamente, y si no se le quiere buscar m¨¢s vueltas, pues ah¨ª est¨¢, al alcance de la mano: reci¨¦n aparecida en la mesa de novedades (pero habr¨¢ que empezar, quiz¨¢s, a no conformarse).
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