Siempre en lucha y con la cabeza levantada
Presidenta de la Asociaci¨®n de Mayores Lagartos de Salmor. 68 a?os.
Tiene dos obsesiones do?a Natalia -as¨ª la llama todo el mundo, con el do?a-. El radar y Jos¨¦ Bono. No lo puede remediar. Le preguntes lo que le preguntes, vuelve una y otra vez al radar. "Yo le dir¨ªa al que quiera eso que se lo plante en su azotea o en su patio". Gente especial para una isla especial. No es habitual escuchar a una se?ora as¨ª hablar de Cabo Ca?averal, y "las contaminaciones por radiaci¨®n a su alrededor". Lo saca a colaci¨®n para contar el episodio de la lanzadera espacial, la otra gran batalla que han mantenido los herre?os frente a unas autoridades que parecen empe?adas en quitarle a la isla la tranquilidad y en ponerle algo ajeno a los intereses de sus habitantes. Los herre?os se echaron a la calle para manifestarse, en la isla y en Santa Cruz de Tenerife, en contra de algo que sintieron como una gran amenaza para su isla: la lanzadera espacial del INTA. Finalmente, en 1997 se cancel¨® el proyecto.
"?Ay, mi ni?o!, es que aqu¨ª se ha vivido muy malamente, muy pobremente"
Do?a Natalia tiene la memoria bien amueblada: "?Ay, mi ni?o!, es que aqu¨ª se ha vivido muy malamente, muy pobremente. Mire, si hasta ten¨ªamos una vecina que no ten¨ªa ni un vestidito que ponerse para ir a Valverde al banco a recoger el dinero que le mandaba su marido desde Venezuela? Y fue con un vestido prestado. Si hab¨ªa gente esperando a que la gallina pusiera un huevo para ir corriendo a cambiarlo a la tienda por gofio? Porque aqu¨ª el gofio y las papas (patatas) han sido siempre la comida imprescindible". Habla de su historia, de una historia de supervivencia. "Con mi marido ten¨ªamos tres o cuatro vacas, y un huerto, y con eso nos arregl¨¢bamos". Do?a Natalia tiene dos hijas en Mallorca y un hijo en El Hierro, que se ha quedado viudo. Do?a Natalia se levanta a diario a las seis de la ma?ana para ayudar a su hijo a orde?ar las cabras, luego hace un queso que lleva a la venta para que lo vendan, y prepara la comida para su hijo y su nieto. Las tardes las dedica do?a Natalia a la Asociaci¨®n de Mayores Lagartos de Salmor ("ya somos 301").
Ella es muy popular en la isla, pertenece al Consejo de la Reserva de la Biosfera, participa en una tertulia en una radio local, y sale retratada en un libro de lujo sobre los lagartos gigantes de El Hierro, una especie end¨¦mica que se cre¨ªa desaparecida, pero de la que se descubrieron unos pocos ejemplares y de la que ahora existe un programa de cr¨ªa en cautividad, que asegura el futuro de esta especie, s¨ªmbolo de la isla.
"La lanzadera era una cosa bien grave, y lo echamos para atr¨¢s. ?Por qu¨¦ esto no?, ?por qu¨¦ no vamos a poder con esto?". Vuelve do?a Natalia a darle vueltas al asunto. "Ahora El Hierro nada en la abundancia. Pero tenemos la mala espina del radar. Ten¨ªa que haber nacido hombre para enfrentarme con m¨¢s de cuatro. Lo peor que le puede pasar a la isla es el radar. La Constituci¨®n espa?ola defiende al pueblo. Y si el pueblo no quiere, ?por qu¨¦ nos lo tienen que poner ah¨ª?".
De la isla, do?a Natalia elige como lugares emblem¨¢ticos su pueblo, "mi San Andr¨¦s", el m¨¢s alto de la isla, uno de los m¨¢s ganaderos -"esa tierra es bendita, da de todo lo que se plante, como para llenar de papas y millo [ma¨ªz] la casa"-, y el bosque de sabinas, "hero¨ªnas castigadas por el viento". En la entrada de su casita de Los Llanillos tiene una imagen de la Virgen de los Reyes y otra de una sabina retorcida. Porque El Hierro es un territorio muy de conexi¨®n con las fuerzas de la tierra, que dan sus iconos: el pico de Malpaso, el bosque de sabinas, las lavas trenzadas como cuerdas, los acantilados, esos parajes de suelos oscuros, como de otros planetas, con tabaibas y cardonales.
El bosque de sabinas recibe al visitante como un ej¨¦rcito de ¨¢rboles zombies que, tras caer abatidos por el viento, vuelven a sacar fuerzas de alg¨²n sitio profundo, y vuelven a erguirse, a levantarse y caminar, neg¨¢ndose a morir, a cumplir con la gravedad, y con unas copas desmadejadas, mitad hojas, mitad l¨ªquenes, y troncos-esqueletos que se retuercen para levantarse y seguir viviendo. Do?a Natalia es como una de esas sabinas centenarias, hero¨ªnas; a pesar de los palos de la vida, el marido que se fue, su nuera que se fue, el abatimiento inicial de su hijo, la econom¨ªa de subsistencia, ella sigue adelante, con una fuerza intacta para luchar contra el viento, el Ministerio de Defensa y lo que haga falta para seguir sinti¨¦ndose viva y seguir viendo plet¨®rica su isla. Resume de forma muy instintiva y natural lo que es el desarrollo sostenible: "Me duele tanto que quieran transformar la isla? Yo creo que debemos dej¨¢rsela a nuestros nietos como nos la dejaron a nosotros nuestros abuelos".
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