Profeta de la muerte
Charles Manson pas¨® la mitad de su juventud entre rejas por robos y violaciones, pero aspiraba a m¨¢s. Quer¨ªa convertirse en el ¨²ltimo l¨ªder de una humanidad para la que vaticin¨® el holocausto. "Cometamos un crimen que atraiga la atenci¨®n del mundo", les dijo a los seguidores de sus delirios. Juntos lo consiguieron.
Cuando Charles Manson ten¨ªa cuatro a?os su madre lo cambi¨® por una pinta de cerveza. Ven¨ªan de usar el ba?o de un restaurante cuando una camarera dijo un cumplido imprudente: que el ni?o le gustaba y que si pod¨ªa vend¨¦rselo. La madre de Charles le dijo que mejor hicieran un intercambio, hab¨ªa visto en ese cumplido una doble oportunidad: beber cerveza gratis y deshacerse del ni?o. Uno de esos di¨¢logos juguetones entre camarera y cliente que quiz¨¢ nunca debieran sostenerse. La madre de Charles bebi¨® su pinta en un santiam¨¦n y, antes de que la camarera entendiera que su cumplido hab¨ªa sido pura transacci¨®n, abandon¨® el restaurante. El ni?o se qued¨® solo frente a la pinta vac¨ªa y la camarera, que desde aquel momento nunca m¨¢s volver¨ªa a hacer un cumplido, tuvo que hacerse cargo de ¨¦l durante los siete d¨ªas que un t¨ªo de Charles tard¨® en localizarlo. Puede ser que la trepidante carrera criminal de Manson se haya disparado ah¨ª, despu¨¦s de ese episodio que lo mand¨® a cometer su primer atraco, un robo inocuo pero crucial si se toma en cuenta la edad que ten¨ªa; aunque tambi¨¦n es factible que el talento criminal del peque?o Charles viniera ya cifrado en su historial familiar: su madre era una clept¨®mana alcoh¨®lica que lo hab¨ªa tra¨ªdo al mundo a los 16 a?os, nunca supo qui¨¦n era su padre, y s¨®lo tuvo un padrastro moment¨¢neo, otro borrach¨ªn al que tampoco conoci¨® y que le dio ese primer apellido que vino a redondear su karma: Charles Manson Maddox, con dos emes de mean, que en nuestra lengua es malo.
Quer¨ªan despellejar a Sinatra para fabricar bolsos con su piel
Las mujeres de la comuna tej¨ªan para ¨¦l chalecos con sus cabellos
Kathleen Maddox fue a la c¨¢rcel cuatro a?os despu¨¦s de que se bebiera aquella pinta gratuita en un santiam¨¦n, y el peque?o Charles, que ya de por s¨ª viv¨ªa desamparado, qued¨® desamparado y solo, a merced de la t¨ªa Margaret, una solterona religiosa que se lo llev¨® de Cincinnati, donde el ni?o hab¨ªa nacido en 1934, a un pueblo solitario y opresivo de West Virginia, un escenario de dos filos donde lo mismo pod¨ªa reformarse que ingresar en un reformatorio, que fue lo que fatalmente sucedi¨® en cuanto cumpli¨® los nueve y le cay¨® una condena de tres a?os por robo a mano armada. Aquella condena termin¨® cuando faltaban unos d¨ªas para que cumpliera 12 a?os y se reanud¨® una semana m¨¢s tarde, que fue el lapso que necesit¨® para robar la mitad de las tiendas del pueblo y regresar, justamente el d¨ªa de su cumplea?os, a cumplir otra condena que lo tuvo encerrado hasta los 17. El d¨ªa que sali¨® libre, despu¨¦s de esos ocho a?os de encierro en los que invirti¨® el colof¨®n de su ni?ez y casi toda su adolescencia, realiz¨® tres robos en serie con la idea de dar un golpe vital de tim¨®n: rob¨® un coche para irse con un colega a San Francisco, un supermercado para las viandas del viaje y un almac¨¦n para hacerse con un par de zapatos, una americana y un sombrero Panam¨¢. A esas alturas su t¨ªa Margaret hab¨ªa optado por ignorarlo y ahorrarse el bochorno ¨ªntimo de rezar todos los d¨ªas por la salvaci¨®n de su alma. Charles y su amigo salieron rumbo a San Francisco a mediados de 1951, pero fueron detenidos en Utah cuando todav¨ªa no hab¨ªan dado cuenta de las viandas, ni Charles hab¨ªa podido disfrutar su Panam¨¢. Aquel contratiempo fue resuelto por su t¨ªo, que entonces providencialmente viv¨ªa por ah¨ª y que era el mismo que lo hab¨ªa rescatado de la casa de la camarera, pero esta vez su intervenci¨®n no fue m¨¢s que un logro moment¨¢neo, pues unas horas despu¨¦s de pagar la fianza y abandonar la comisar¨ªa, su sobrino rob¨® una navaja y acorral¨® a un pobre muchacho para meterle mano mientras le pon¨ªa el arma en el cuello. Esa tarde Charles Manson expandi¨® su quehacer vand¨¢lico, pas¨® de ladr¨®n a delincuente sexual armado e ingres¨® en la prisi¨®n de Chillicothe donde pas¨® los siguientes tres a?os clasificado como "un criminal sofisticado a pesar de su edad".
En 1954, a los 19 a?os, obtuvo la libertad bajo palabra, regres¨® a casa de su t¨ªa y le confes¨®, por supuesto de dientes para fuera, sus intenciones de reformarse, un proyecto que pensaba apuntalar cas¨¢ndose, quiz¨¢ como homenaje a aquella madre ef¨ªmera que tuvo a cambio de una pinta, con una camarera facilona que acept¨® de luna de miel un viaje en coche, desde luego robado, a San Francisco, esa ciudad a la que Manson quer¨ªa llegar desde hac¨ªa cuatro a?os y a la que tampoco entonces llegar¨ªa, pues iba a ser detenido, luego de pre?ar a su mujer sobre el maletero en un camino polvoriento, y conducido directamente a la prisi¨®n de Terminal Island en San Pedro, California.
Cuando sali¨® libre en 1958, la camarera ya se hab¨ªa divorciado de ¨¦l y ten¨ªa un hijo de nombre Charles Manson Jr., a quien, para no romper la tradici¨®n familiar que hab¨ªan inaugurado su padre y su padrastro, prefiri¨® no conocer. En aquel nuevo y tambi¨¦n breve periodo de libertad, Manson ampli¨® sus posibilidades como delincuente: se fue a Los ?ngeles y se hizo amante de una gorda acaudalada y chulo de una fracci¨®n de prostitutas del barrio mexicano; esto, m¨¢s sus robos y sus raptos polisexuales con arma blanca, lo condujeron en un pisp¨¢s de regreso a la c¨¢rcel, donde pas¨®, con algunas salidas y reca¨ªdas espor¨¢dicas, de 1959 a 1967, ocho a?os definitivos que acabar¨ªan de moldear al gu¨ªa espiritual de la escalofriante familia, al art¨ªfice de la masacre en la casa de Cielo Drive.
Durante aquel periodo en la sombra Manson cultiv¨® tres obsesiones que ser¨ªan la base te¨®rica de su cl¨ªmax criminal: la cienciolog¨ªa, el budismo y la obra de los Beatles; esta ¨²ltima se traduc¨ªa en ensayos maratonianos con su guitarra, en la composici¨®n compulsiva de canciones de aire beatle (sosten¨ªa sin asomo de autocr¨ªtica que ¨¦l, de haber tenido la oportunidad, hubiera sido mucho mejor que los cuatro de Liverpool) y en la conversaci¨®n permanente con Alvin Karpis, que adem¨¢s de ser el ¨²ltimo superviviente de la legendaria banda de Ma Barker, le ense?aba t¨¦cnicas de blues para mejorar su estilo con la guitarra. Cuando sali¨® de la prisi¨®n ten¨ªa 32 a?os y hab¨ªa pasado m¨¢s de la mitad de su vida en la c¨¢rcel. En cuanto le comunicaron que pod¨ªa irse dijo: "S¨¦ que no podr¨¦ adaptarme al mundo despu¨¦s de pasar toda mi vida encerrado en una celda donde mi mente puede viajar con libertad. Estoy bien aqu¨ª dentro, haciendo mis caminatas en el jard¨ªn y tocando mi guitarra". Por desgracia, el director de la prisi¨®n no alcanz¨® a vislumbrar que Manson ni se hab¨ªa regenerado ni ten¨ªa remedio, ni que lo m¨¢s sensato era dejarlo ah¨ª porque era un tipo al que la libertad le daba v¨¦rtigo y alas para hacer cosas terribles. Lo primero que hizo al salir fue coger un autob¨²s a San Francisco, rumbo a esa ciudad a la que llevaba, en rigor, 16 a?os queriendo llegar. Ah¨ª, parapetado detr¨¢s de su guitarra, se integr¨® en una comuna y en unos d¨ªas, a fuerza de canciones y discursos cienciol¨®gicos salpicados de budismo y autoayuda, se convirti¨® en el l¨ªder de una pandilla de hippies desastrosos que escuchaban con devoci¨®n su discurso mesi¨¢nico y aceptaban, ciegos de fe, las dosis de LSD que Manson, con el objetivo de reforzar su mesianismo, repart¨ªa entre su tribu. Unos meses m¨¢s tarde, Manson ya hab¨ªa formado su propia comuna y hab¨ªa conseguido un autob¨²s en el que viajaban todos de arriba abajo recorriendo California, con una econom¨ªa fundamentada en el atraco y en el chanchullo, d¨¢ndole vuelo a una alt¨ªsima espiritualidad, de t¨²nicas largas y ojos en blanco, con sus dos instrumentos inspiracionales: el ¨¢cido lis¨¦rgico y las canciones de su gur¨².
A bordo de aquella nave espiritual atracaron un d¨ªa en el jard¨ªn de Dennis Wilson, un hombre propenso a los festejos que tocaba con los famos¨ªsimos Beach Boys y que de inmediato se interes¨® por la obra de Manson, no por las canciones sino por la forma en que hab¨ªa obrado para conseguir la admiraci¨®n idiota de sus disc¨ªpulas, una parvada de californianas de muy buen ver y de una generosidad f¨ªsica, digamos, hippy. El inter¨¦s que Wilson mostraba por sus disc¨ªpulas, que era inversamente proporcional al que acusaba frente a sus canciones, hizo pensar a Manson que lo mejor era acabar con esa relaci¨®n e irse con su m¨²sica, sus disc¨ªpulos y su autob¨²s a otra parte. As¨ª llegaron al rancho de George Spahn, una propiedad enorme que en los a?os veinte hab¨ªa servido de plat¨® para la mitad de los westerns que se rodaban en Hollywood y que ya entonces gozaba de una incipiente decadencia que se reflejaba en el caser¨®n ruinoso donde viv¨ªa holgadamente el viejo George. Manson logr¨® que les dejaran pasar unos d¨ªas en un cobertizo y aprovech¨® ese tiempo para fabricar una relaci¨®n carnal profunda entre el viejo y una de sus disc¨ªpulas, con tanto ¨¦xito que el viejo, que confund¨ªa la mirada intoxicada de su novia con los ojos de un tierno y puro amor, les dej¨® consolidar all¨ª esa comuna n¨®mada que ya para entonces se llamaba La Familia, a saber: una veintena de hombres y mujeres fanatizados por las teor¨ªas y los vaticinios de Manson, que segu¨ªan viviendo del atraco y de las cantidades que la novia intoxicada lograba sacarle al viejo George, y que llevaban una vida de comuna con alto contenido sexual, alrededor de la poligamia del l¨ªder y de las sustancias que ¨¦ste impart¨ªa. Adem¨¢s de la sumisi¨®n en todos los incisos de la vida y sin reservas, las mujeres de la familia le daban a Manson enigm¨¢ticas pruebas de amor como, por ejemplo, chalecos tejidos con sus propios cabellos.
Charles Manson Maddox ten¨ªa una idea fija que transmit¨ªa a sus disc¨ªpulos: "Hay que cometer un crimen que atraiga la atenci¨®n de todo el mundo", y a partir de aqu¨ª se desarrollaba una tormenta de ideas en el cobertizo del Spahn Ranch, cuyos productos m¨¢s notables fueron anotados en el informe final del juicio que empezar¨ªa unos meses despu¨¦s, con motivo de la masacre que La Familia iba a perpetrar en la mansi¨®n de la calle Cielo Drive.
Escribir la palabra Helter Skelter con un pu?al al rojo vivo en la cara de Elizabeth Taylor y luego sacarle los ojos para ponerlos en una botella junto con los test¨ªculos de Richard Burton. Posteriormente enviarle la botella a Eddie Fisher.
Ponerle a Sinatra uno de sus discos y mientras lo escucha despellejarlo vivo. Luego hacer bolsas con su piel y venderlas en tiendas hippies.
Estos proyectos de crimen iban de la mano con la religi¨®n que Manson hab¨ªa ido invent¨¢ndose; echando mano de su esoterismo carcelario y haciendo gala de su fanatismo por los Beatles, sosten¨ªa que los negros se rebelar¨ªan y someter¨ªan a los blancos y que las ciudades se convertir¨ªan en "un infierno de venganza racial". Seg¨²n Manson, La Familia ser¨ªa la ¨²nica comunidad que sobrevivir¨ªa a este holocausto porque estar¨ªan a salvo en su rancho lejos de las ciudades. Sosten¨ªa que el cobertizo donde viv¨ªan estaba construido sobre el "pozo sin fondo", que era, ni m¨¢s ni menos, que la entrada a "la ciudad de oro". El para¨ªso estaba ah¨ª mismo donde La Familia Manson iba a esperar a que pasara el holocausto. A?os despu¨¦s, La Familia, que para entonces, seg¨²n un c¨¢lculo indescifrable que hizo, ya se habr¨ªa reproducido hasta alcanzar los 144.000 miembros, echar¨ªa a los negros del poder y recuperar¨ªa las ciudades; y entonces Charles Manson Maddox, "el quinto ¨¢ngel, Jesucristo, gobernar¨ªa el mundo y los otros cuatro ¨¢ngeles ser¨ªan los Beatles".
Dentro de la nebulosa cosmogon¨ªa de Manson, los Beatles jugaban un papel oracular. Fue gracias a la canci¨®n Helter Skelter (El caos, La desbandada) donde vio que el holocausto se aproximaba, concretamente en estas l¨ªneas cr¨ªpticas: "Cuidado, Helter Skelter viene bajando r¨¢pido". A partir de ah¨ª dictamin¨® que los negros comenzar¨ªan a cometer horrendos cr¨ªmenes, como pre¨¢mbulo del holocausto que empezar¨ªa en cuanto entrara el verano de ese a?o, que era 1969. Paralelamente a su consolidaci¨®n como visionario y gur¨², Manson entr¨® en contacto con Terry Melcher, un hijo de Doris Day que produc¨ªa discos y que de inmediato se entusiasm¨® con la m¨²sica de Manson para usarla como banda sonora en una pel¨ªcula. El proyecto dur¨® unos meses y al final, por alguna raz¨®n que pudo ser el presupuesto, no se concret¨® en una obra.
Este rev¨¦s sac¨® a Manson de sus casillas, pero un par de conversaciones con Melcher lograron apaciguarlo, o eso era lo que entonces parec¨ªa. Hay quien piensa, y quiz¨¢ con tino, que su visi¨®n del holocausto negro la tuvo justamente en ese periodo, cuando se hallaba lejos de sus casillas. Melcher viv¨ªa en la casa que estaba en el n¨²mero 10050 de la calle Cielo Drive y, unos d¨ªas despu¨¦s de apaciguar a Manson decidi¨® hacer un largo viaje y alquilar su propiedad a Roman Polanski y a su mujer, la actriz Sharon Tate, que entonces ten¨ªa unos meses de embarazo. Manson no estaba al tanto del viaje de Melcher y un buen d¨ªa se present¨® en la casa de Cielo Drive con otro proyecto musical. La sirvienta de los Polanski le ech¨® con cierta aspereza, y antes de irse vio y oy¨® como Sharon Tate preguntaba: ?qu¨¦ quer¨ªa ese individuo siniestro?
El verano lleg¨® y comenzaron a pasar los d¨ªas sin que los negros tomaran el planeta, as¨ª que Charles, asumiendo al m¨¢ximo su responsabilidad de gur¨², Jesucristo y quinto ¨¢ngel, dijo que si los negros no iban hacia el crimen, el crimen tendr¨ªa que ir hacia ellos. Dictamin¨® que el deber de La Familia era cometer dos asesinatos para provocar ese holocausto que con tanta energ¨ªa anunciaban en su canci¨®n los cuatro ¨¢ngeles de Liverpool. As¨ª que la noche del 9 de agosto del 69, la parte aguerrida de La Familia sali¨® armada hasta los dientes con dos objetivos previamente estudiados y consensuados: la casa del empresario Leno Labianca y la de Roman Polanski y Sharon Tate. Los disc¨ªpulos que acompa?aban en su misi¨®n a Charles Manson eran Susan Atkins, Patricia Krenwinkel, Linda Kasabian y Leslie van Houten, todos convencidos de la necesidad y de la urgencia de esos cr¨ªmenes.
Primero entraron a casa de los Labianca, que dorm¨ªan en su habitaci¨®n, y siguiendo las instrucciones de Charles Manson, que fung¨ªa como director de escena dando instrucciones desde un sill¨®n, asesinaron a la pareja con una sa?a perfectamente ilustrada por las 41 pu?aladas que recibi¨® el cuerpo dormido de Rosemary, la mujer del empresario. Despu¨¦s, por instrucciones del gur¨², tres de sus disc¨ªpulos escribieron la palabra pigs (cerdos), con sangre de las v¨ªctimas en la pared del sal¨®n de la casa, mientras el otro iba a tirar la billetera de Leno Labianca al ba?o de una gasolinera que estaba en medio de un barrio negro. Esta idea, pueril y absurda si se quiere, formaba parte de su plan para provocar el holocausto. Ellos supon¨ªan que la polic¨ªa, al encontrar la billetera en aquel enclave donde no hab¨ªa blancos, la emprendiera contra los negros y ¨¦stos, para defenderse de semejante agresi¨®n gratuita, se decidir¨ªan a dar el paso y a tomar de una buena vez el control del planeta. Manson era un l¨ªder que no soportaba que la realidad arruinara sus vaticinios.
Acompa?ado por el resto de La Familia, Charles enfil¨® el autom¨®vil a la casa de Cielo Drive; una vez all¨ª, otra vez en su papel de director de escena y seguro de que la polic¨ªa morder¨ªa el anzuelo y quedar¨ªa bien claro que los negros hab¨ªan sido los autores de ambos cr¨ªmenes, dirigi¨® las maniobras que hab¨ªan planeado para introducirse en la casa, nada muy complicado pues a esas horas no estaba el vigilante y bastaba con brincar de la calle al jard¨ªn. Era s¨¢bado en la noche y Sharon Tate, embarazada de ocho meses, celebraba una reuni¨®n con tres amigos; Roman Polanski estaba rodando en Europa y la sirvienta hab¨ªa salido porque era su noche libre. Meses m¨¢s tarde, durante el juicio de los asesinatos de aquella noche, se sabr¨ªa que los vecinos oyeron disparos alrededor de la una de la madrugada, que los perros se volvieron locos entre las dos y las tres, y que cerca de las cuatro hubo m¨¢s disparos y un grito terminal de una de las mujeres que estaban en la casa y que dec¨ªa: "Eso no, por favor". A las ocho de la ma?ana lleg¨® la sirvienta a la casa de Cielo Drive, entr¨® por la cocina y fue pasando de una sorpresa a otra: encontr¨® la alacena y la nevera arrasadas, el tel¨¦fono arrancado de ra¨ªz y, en el sal¨®n, los cuerpos maltrechos y desmembrados de Sharon Tate y sus invitados, mezclados con el mobiliario que estaba patas arriba y enmarcados por las paredes manchadas de rojo. En una de ellas, las palabras Helter Skelter hab¨ªan sido escritas con la sangre de las v¨ªctimas siguiendo las ¨®rdenes de Charles Mean Manson Malo Maddox, que, sin meter las manos, dirig¨ªa a sus disc¨ªpulos desde la comodidad de un sill¨®n.
La billetera de Leno Labianca no apareci¨® nunca y la coartada, de por s¨ª exc¨¦ntrica, de la rebeli¨®n de los negros qued¨® sin efecto. Roman Polanski, Peter Sellers, Yul Brynner y Warren Beatty ofrecieron una recompensa de 25.000 d¨®lares por cualquier informaci¨®n fiable que condujera a "la captura del asesino de Sharon Tate, de su hijo no nacido y de las otras v¨ªctimas". La polic¨ªa tard¨® tres meses en dar con la pista de La Familia y lo consigui¨® a partir de una sola huella digital que, por descuido, dej¨® Susan Atkins en el marco de una puerta; a partir de ah¨ª y de otras evidencias que fueron recabando, los seis integrantes de La Familia fueron a un largo juicio que dur¨® nueve meses y medio y ocup¨® 31.716 p¨¢ginas de informes y transcripciones.
Todos fueron condenados a muerte, pero en 1972, por un cambio en la legislaci¨®n de California, sus penas quedaron en cadena perpetua. El ¨²ltimo acto delictivo que se le conoce a Manson fue el intento de asesinato del presidente Gerald Ford que coordin¨® desde su celda en la prisi¨®n estatal de Corcoran, en 1975, la misma donde hasta hoy sigue, con m¨¢s de 70 a?os y con el oscuro prestigio de ser el prisionero que m¨¢s correo recibe en los Estados Unidos. En 2007 se revisar¨¢ nuevamente su caso. Despu¨¦s del asesinato de Sharon Tate, la casa del 10050 de Cielo Drive nunca volvi¨® a ser alquilada por nadie. En 1994 su due?o decidi¨® demolerla y construir en su lugar una mansi¨®n estilo italiano. Tom¨® la precauci¨®n de reorientar la entrada para que el nombre de la calle y el n¨²mero fueran otros, pero la mala sombra de Manson ha logrado que nadie, hasta donde se sabe, quiera vivir all¨ª.
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