"En cuanto suene la m¨²sica, todo ir¨¢ sobre ruedas"
El patrimonio arquitect¨®nico y cultural de la ciudad del jazz est¨¢ milagrosamente a salvo tras el paso del hurac¨¢n
En ingl¨¦s lo llaman French Quarter, o barrio franc¨¦s; los viejos del lugar y las se?ales de tr¨¢fico lo identifican como el Vieux Carr¨¦, o casco viejo. El barrio hist¨®rico de Nueva Orleans, que concentra la mayor parte del patrimonio arquitect¨®nico y cultural de la ciudad, ha sobrevivido casi intacto al paso del Katrina y a los saqueos posteriores. "Es como si una mano gigante hubiera protegido los edificios", afirma el responsable de la oficina de turismo de la ciudad, Stephen Perry.
En el viejo muelle, a orillas del Misisipi, la estatua del fundador de la ciudad, el franc¨¦s Jean-Baptiste Le Moyne de Bienville, sigue en pie como s¨ªmbolo de la resistencia al hurac¨¢n. Los diques construidos para proteger al barrio de las crecidas del r¨ªo aguantaron las embestidas del Katrina, y su relativa lejan¨ªa del lago Pontchartrain, que mantiene inundada buena parte de la ciudad, hizo que se salvara de la cat¨¢strofe.
"Tan pronto como vuelva la luz, empezamos a trabajar", afirma Finis Shelnutt, propietario del restaurante Alex Patout's en la calle Saint Louis. Tranquilamente sentado en la puerta del establecimiento, como a la espera de clientes, Shelnutt asegura que el barrio est¨¢ casi listo para volver a la normalidad. "Lo he visto mucho peor muchas veces, sobre todo despu¨¦s de Mardi Gras", el famoso carnaval de la ciudad. "En cuanto la m¨²sica comience a sonar, todo ir¨¢ sobre ruedas". Unos metros m¨¢s arriba, Bourbon Street, s¨ªmbolo del ambiente nocturno de la ciudad, est¨¢ ya completamente seca. Sus locales, incluidos los clubes de strip-tease que le dan fama, est¨¢n intactos.
El sector de la hosteler¨ªa es una de las principales fuentes de trabajo en Nueva Orleans, en cuyos restaurantes trabajan unas 50.000 personas, el 10% de la poblaci¨®n activa de su zona metropolitana. La gastronom¨ªa local -con fuerte sabor caribe?o, fruto de la fusi¨®n de las cocinas europea, ind¨ªgena y africana- es a la vez una de las se?as de identidad de la ciudad y un im¨¢n para el turismo. Shelnutt, de 53 a?os, asegura que muchos due?os de restaurantes est¨¢n de vuelta para reabrir sus negocios tan pronto como localicen a sus cocineros y camareros.
En la acera de enfrente, a¨²n protegido por planchas de madera de colores azul, violeta y amarillo, sigue estando Antoine's, un restaurante fundado en 1840 y famoso en todo Estados Unidos por sus ostras a la Rockefeller. A s¨®lo una manzana de distancia han sobrevivido Brennan's, donde se inventaron los huevos benedict, y Arnaud's, especializado en almuerzos amenizados con m¨²sica jazz. Tampoco parece haber sufrido grandes da?os el bar Pat O'Brien's, que funcion¨® como garito clandestino durante la ley seca de los a?os veinte y es hoy uno de los locales nocturnos con m¨¢s solera del barrio. La taberna, que ocupa una casona de color naranja que alberg¨® en su d¨ªa el primer teatro espa?ol de Nueva Orleans, es conocida sobre todo por un c¨®ctel: Hurricane.
Dos casas m¨¢s abajo, cerrado a cal y canto con gruesos portones de madera, sigue en pie uno de los emblemas de la ciudad, Preservation Hall, un local donde cada noche, antes del paso del Katrina, pod¨ªa escucharse el genuino jazz de Nueva Orleans interpretado por una orquesta de m¨²sicos veteranos. M¨¢s cerca del r¨ªo tambi¨¦n ha resistido al tif¨®n The House of Blues, una de las salas de m¨²sica en directo m¨¢s conocidas del pa¨ªs. Un cartel colocado junto a la puerta anuncia a¨²n el calendario de actuaciones de septiembre.
Como el resto de la ciudad, el viejo Nueva Orleans est¨¢ estos d¨ªas pr¨¢cticamente vac¨ªo de gente, y la basura acumulada durante d¨ªas de sofocante calor despide un olor insoportable en algunas zonas. La mayor parte de sus habitantes se fueron antes o despu¨¦s del paso del Katrina. En su lugar, el barrio lo transitaban ayer soldados y polic¨ªas procedentes de otros lugares de Estados Unidos, que se fotografiaban sonrientes junto a los monumentos. Los nombres de sus calles, se?alados en las paredes de las casas con cer¨¢mica de Talavera, recuerdan que durante tres d¨¦cadas, a finales del siglo XVIII, Nueva Orleans fue la capital de la provincia espa?ola de Luisiana. V¨ªas como la calle de las Ursulinas, la calle del Real y la calle de Borb¨®n rodean la antigua plaza de Armas, hoy llamada Jackson Square, donde se ubica la catedral de San Luis, consagrada en 1794.
A espaldas del templo, en el n¨²mero 632 de la calle Saint Peters, est¨¢ la casa donde Tennesse Williams vivi¨® entre 1946 y 1947 y donde escribi¨® la obra de teatro Un tranv¨ªa llamado deseo. A la vuelta de la esquina tambi¨¦n sigue en pie la que fue vivienda de William Faulkner, quien escribi¨® en ella su primera novela, La paga del soldado. Y a unas cuantas manzanas, bajo un balc¨®n de hierro forjado t¨ªpico de las casas del barrio, Laura's Candies, la pasteler¨ªa m¨¢s antigua de Nueva Orleans, ofrece tras un escaparate inmaculado las delicias locales.
Uno de los propietarios de restaurantes que han decidido regresar a la ciudad vieja es Mel Ziegler, que ayer limpiaba el interior de su local, The Embers, especializado en carnes a la brasa y marisco. "Nos recuperaremos", asegura. "Hay mucha gente que vive de este negocio y la ciudad no puede permitirse estar parada mucho tiempo". ?Volver¨¢n los turistas? Ziegler, de 46 a?os, est¨¢ convencido de que lo har¨¢n. "Esto ha sido s¨®lo un bache. En seis u ocho meses volveremos a la normalidad", afirma.
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