El fuego bajo las cenizas
El pasado mes de agosto mi m¨®vil italiano no dej¨® de recibir mensajes. Muchos amigos, afectuosos y preocupados, sabiendo que me hallaba en Portugal, se interesaron por m¨ª, por si estaba cerca de la zona de los incendios, por las dimensiones reales del desastre cuyas impresionantes im¨¢genes emit¨ªan las televisiones de toda Europa. "?C¨®mo est¨¢ ahora la situaci¨®n en tu Portugal? Dinos algo, por favor". Fueron muchos quienes utilizaron esa expresi¨®n: "Tu Portugal". Porque en efecto ¨¦ste es tambi¨¦n mi pa¨ªs. Un pa¨ªs que escog¨ª hace muchos a?os, un pa¨ªs adoptivo al que, como a un hijo adoptivo o a un padre que nos ha adoptado, no se quiere menos que a un hijo o a un padre natural, y del que ahora tambi¨¦n soy ciudadano gracias al pasaporte que este hospitalario pa¨ªs me ha otorgado. De modo que me considero muy afortunado y debo gratitud al privilegio que la vida me ha concedido: en este mundo en el que millones de personas buscan en vano un pa¨ªs que los acoja, yo tengo dos patrias nada menos. Es un privilegio que me hace pensar en la desesperaci¨®n de quien carece de un pa¨ªs que pueda llamar suyo, en la inhumana condici¨®n de no tener ni un lugar en la Tierra en el que un documento atestig¨¹e que esa persona eres t¨² y que tienes los mismos derechos y deberes que los dem¨¢s. La peor de las privaciones, porque te despoja de tu humanidad: dejas de ser una persona, no eres m¨¢s que un cuerpo an¨®nimo e indefenso, un organismo biol¨®gico. Determinadas asociaciones que apelan a la "defensa de la vida" deber¨ªan reflexionar acerca de si la vida humana s¨®lo es biolog¨ªa.
Tranquilic¨¦ a los amigos a quienes pude localizar. Donde yo estaba, en el centro-sur, no hab¨ªa ocurrido nada. Es cierto que cerca de las cuatro casas del pueblo hay arbolillos de f¨¢cil combusti¨®n, pinos y eucaliptos; pero inmediatamente despu¨¦s empiezan los alcornoques, por lo dem¨¢s ya sin corteza, cuyos troncos secos y duros como piedras resisten bien ante el fuego. Despu¨¦s, algunos arrozales, y m¨¢s all¨¢ da comienzo la llanura, verde de trigo hasta el mes de junio y despu¨¦s amarilla y yerma, por donde pastan las cabras. Pero no por eso la gente estaba menos triste, menos emocionada ante la desgracia que se abat¨ªa sobre el pa¨ªs. Una costra negra y viol¨¢cea cubr¨ªa frecuentemente el cielo, y los bomberos nos explicaban que los vientos arrastraban la cal¨ªgine de los grandes incendios que distaban doscientos kil¨®metros de all¨ª por lo menos, y ello permite apreciar la dimensi¨®n de la cat¨¢strofe. Por la noche, me acercaba al ¨²nico caf¨¦ del pueblo para ver el telediario. La gente asist¨ªa en silencio, con la dignidad que corresponde a las desgracias. Muchos ten¨ªan los ojos h¨²medos, y al mirarles bajaban los ojos con pudor. Mi vecino, un viejecillo a quien conozco desde hace a?os y que me regala a menudo melones y tomates de los campillos que cultiva, se me acerc¨® un d¨ªa para contarme que de joven "iba a por resinas" (como dice ¨¦l mismo de su antiguo oficio) a los pinares cercanos, y conoc¨ªa el territorio palmo a palmo. "Hemos tenido suerte", me dijo, "pero por favor escriba algo en ese peri¨®dico espa?ol [se refer¨ªa a EL PA?S], para que despu¨¦s aparezca tambi¨¦n en nuestros peri¨®dicos. Diga que todos los gobiernos se han limitado a hacer promesas". Estaba emocionado como nunca lo hab¨ªa visto, le temblaban los labios. "Este pa¨ªs hace a?os que est¨¢ ardiendo", continu¨®, "y ellos no hacen nada; los de antes, en vez de aviones contra incendios compraron submarinos y los de ahora, ?ha visto sus proyectos? Un nuevo aeropuerto a 40 kil¨®metros de Lisboa y un tren de alta velocidad, cosas que benefician a unos pocos, y mientras tanto el pa¨ªs sigue ardiendo. Escr¨ªbalo, por favor".
Le promet¨ª que lo har¨ªa, pero al final lo deje correr. Tal vez por mi propio des¨¢nimo, no lo s¨¦, a pesar de sentirme en deuda con ¨¦l. Y tambi¨¦n a mis amigos del Manifesto que me llamaron para pedirme un art¨ªculo les contest¨¦ que no me sent¨ªa con fuerzas. Sin embargo, d¨ªas despu¨¦s, me sent¨¦ ante la m¨¢quina de escribir. A unos cuantos kil¨®metros del pueblo hay una peque?a ciudad donde con algo de suerte suelo encontrar La Repubblica, Corriere della Sera o Le Monde atrasados. Y en un peri¨®dico italiano pude leer las palabras que el presidente del Senado, Marcello Pera, pronunci¨® en Rimini ante miles de j¨®venes de Comuni¨®n y Liberaci¨®n: que es necesario defenderse de la inmigraci¨®n porque corremos el riesgo de volvernos todos mestizos. En definitiva, que hay que preservar la "raza" europea. Volv¨ª a casa y me puse a escribir para contestar a lo que se me preguntaba.
Aqu¨ª, donde estamos "nosotros", les dec¨ªa, estamos ardiendo. Algunos datos: se han quemado m¨¢s de 180.000 hect¨¢reas de territorio; con los incendios de los a?os anteriores hemos alcanzado un cuarta parte del pa¨ªs. Algunos pueblos han quedado destruidos. Hay m¨¢s de 10 v¨ªctimas. A finales de agosto, el Instituto Nacional de Emergencia M¨¦dica presente en las zonas catastr¨®ficas atendi¨® en un solo d¨ªa a 509 quemados. El n¨²mero de bomberos (voluntarios) movilizados desde el 1 de julio asciende a 3.450, que se afanaron contra las llamas con la colaboraci¨®n de 4.529 hombres inscritos este a?o en el Dispositivo de Vigilancia de Incendios (voluntario) abierto por el Gobierno, a los que se unieron 1.820 "espont¨¢neos"; hay 115 personas detenidas como sospechosas de incendio doloso. Y responsabilidades hay muchas, y no solo pol¨ªticas. Desde luego, el ministro del precedente Gobierno, Paulo Portas (derecha radical), prefiri¨® dotar a Portugal de dos submarinos en lugar de aviones Canadair; su Gobierno fue incapaz de organizar un servicio forestal y de prevenci¨®n eficaz; el Gobierno actual (socialista), en el poder desde febrero, hizo promesas durante la campa?a electoral que no ha mantenido; la petici¨®n de socorro a Europa se produjo con imperdonable retraso; la legislaci¨®n vigente prev¨¦ penas irrisorias para los culpables de incendio doloso (ser¨¢ revisada), y no obliga a los propietarios de pinares a limpiar el bosque (ser¨¢ cambiada). Pero hay adem¨¢s otras causas: la arborizaci¨®n sin criterio de pinos y eucaliptos que tuvo lugar hace a?os; los propietarios de pinares que prefieren verlos arder para cobrar las subvenciones gubernativas (ya no ser¨¢ como antes, s¨®lo recibir¨¢n indemnizaci¨®n los propietarios de olivares, ¨¢rboles frutales, encinas y vi?as); la codicia de determinados constructores o de empresarios tur¨ªsticos.Pues bien, por todos estos motivos, les dec¨ªa, "nosotros", aqu¨ª, estamos ardiendo. Y les daba las gracias por la preocupaci¨®n que demostraban, por su solidaridad, por las eventuales ayudas. Pero quise a?adir una cosa: esos incendios, que un cronista ret¨®rico definir¨ªa como "de dimensiones b¨ªblicas", son incendios que se apagan con agua y con espuma. La gente sufre y sufrir¨¢, pero crecer¨¢n otros olivos, y vi?as, y encinas, y ¨¢rboles frutales. Y los cuatro muchachos que, en el caf¨¦ del pueblo, con las ca?as de pesca en un rinc¨®n, permanec¨ªan hombro con hombro frente las horrorosas im¨¢genes de la televisi¨®n (uno de ellos con los ojos claros de los celtas que antiguamente viv¨ªan aqu¨ª, otros dos de aspecto mediterr¨¢neo y el cuarto con el pelo rizado y un color m¨¢s oscuro heredado de un padre o de una madre africana), cuando sean mayores, en su pa¨ªs, seguir¨¢n siendo amigos, o por lo menos todo lo hace suponer as¨ª. Porque en este pa¨ªs, en el que sin embargo el fascismo dur¨® mucho m¨¢s que en Italia, la idea enferma de una "raza pura" no ha echado ra¨ªces. Y si un representante de las instituciones osara pronunciar la palabra "mestizo" ser¨ªa echado a patadas por aclamaci¨®n popular.
En cambio, ?c¨®mo ser¨¢n de mayores los j¨®venes del mitin de Rimini ante quienes el senador Pera pronunci¨® sus palabras, con la credibilidad que para un muchacho tiene uno de los m¨¢s altos cargos del Estado? Ese senador, con su autoridad, ha dejado caer una chispa en un material m¨¢s inflamable que los pinos de Portugal: el alma humana. Leyendo sus palabras se entiende retrospectivamente por qu¨¦ firm¨® Italia en 1938 las leyes raciales; y eso que el rey que las firm¨® no ten¨ªa desde luego un f¨ªsico de atleta, "racialmente" hablando. La Europa del siglo pasado sabe a qu¨¦ espantosos resultados condujo la idea de "raza pura". Y su mayor predicador, que pronunciaba ardientes discursos ante los jovenzuelos "arios" vestidos de uniforme, era, entre otras cosas, sifil¨ªtico.
Queridos amigos, conclu¨ªa, aqu¨ª, "entre nosotros", todo arde. Pero me temo que "entre vosotros" el fuego se incuba bajo las cenizas. Y si estalla un incendio los bomberos servir¨¢n de bien poco. Hace a?os ya protagonic¨¦ un intercambio de opiniones acerca de la eficacia de los bomberos entendidos como ¨²nico remedio contra los incendios. Por desgracia hay incendios que no se apagan con agua.
Antonio Tabucchi es escritor italiano. Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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